La tercera discusión, (discusiones inútiles)

Moises de las Heras

12/09/2017

la tercera discusión, blog literario lluvia en el mar

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Si hay discusiones inútiles , la que usted puede tener con su cuñado se lleva la palma.

Porque con su cuñado, (y personas como su cuñado) el problema no es la primera o la segunda discusión que puedas tener con él. El problema es la tercera. Me explicaré:

PRIMERA DE LAS DISCUSIONES INÚTILES.

Su cuñado se compra un coche y usted, que no entiende de coches, maldita la gana que tiene de escuchar, pero por amabilidad escucha. Y surge el problema. Porque verá, no hay un coche, hay tres. Sí. El de su cuñado es alemán, pero resulta que el anterior de su cuñado fue japonés y hace veinte años su suegro tuvo otro alemán. Y su cuñado habla de un coche, de otro indistintamente, y usted se pierde. Su cuñado se emociona, deja sobreentendidos sin especificar y dice lo buenas que son las “zirigaitas” del coche (costa técnica del coche). ¡La cagamos! ¿De qué coche habla? ¿Y qué son las “zirigaitas” de un coche?

Pero usted se atreve; ¡Qué bien, que tenga “zirigaitas” tu coche!, ¿no?, ¡Pero cómo van a tener “zirigaitas” mi coche! ¡Ahora los coches no tienen “zirigaitas”! Los tenía el alemán viejo de mi padre, pero ¿ahora? ¡Si es que no te enteras! Y la conversación prosigue bajo amenaza de bronca contra usted.

SEGUNDA DE LAS DISCUSIONES INÚTILES.

la tercera discusión, discusiones inútilesUn mes después, el dichoso cuñado alquila un piso y le muestra una foto titulada “esquina con toldo” y pretende que usted, después de tres años, reconozca el toldo. “El apartamento está detrás, al norte”. ¿Dónde está el norte en una foto? ¿Detrás del toldo? ¡No me escuchas! ¡Pero cómo va a estar detrás del toldo! ¡Del bar! ¡Mi apartamento está detrás del bar!

¿Qué bar? ¿Dónde está el piso de mi cuñado? ¿Dónde está Wally? Y a usted le importa un bledo el piso de su cuñado. Pero su cuñado no da buenas señas porque prefiere darle collejas.

Y TERCERA DE LAS DISCUSIONES INÚTILES

Así que, a la tercera discusión, cuando su cuñado se compre unos zapatos “como los que tenía”, usted responderá con monosílabos y como sólo quiere escucharse a sí mismo, tampoco comprobara si le está entendiendo.

CONCLUSIÓN

Los que convierten los diálogos en discusiones inútiles, en pulsos de vanidad, sólo consiguen que salgamos corriendo de esas encerronas donde acabaremos odiándole. ¿No se dan cuenta?

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