El lenguaje inclusivo no prevalecerá

Moises de las Heras

12/10/2024

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El lenguaje inclusivo no prevalecerá.

Imaginen estar hablando de un tema complejo cargado de matices. Querrán darse a entender y ser precisos en la exposición, ¿no? Pues no. No pueden. No pueden de ninguna manera buscar argumentos y armazones que se ajusten a la idea que quieren transmitir, porque otra cosa ocupa su mente: ser políticamente correctos. No pueden estar pendientes de argumentar y, a la vez, utilizar un lenguaje no discriminatorio. Perderían todas las batallas dialécticas si el otro simplemente se limita a pensar en las tesis contrarias del tema que tratan mientras que usted pierde fuerzas, tiempo y energías tratando de ser inclusivo en su lenguaje. Es una labor esquizofrénica.

EL DISCURSO.

La gramática aprendida durante la infancia nos resulta mucho más cómoda con el masculino neutro que con esta moda discutible de hoy en día. Una moda que rechaza, por puro antojo, el masculino neutro. Moda que todo lo ve desde una perspectiva feminista de igualdad.
Imaginen estar hablando del ser y la nada, del aquí y el ahora, del tiempo, del absoluto, del atomismo, de la epistemología, de Stephen Hawking y su teoría del todo, de matemática aplicada, de todo eso. Usted está pendiente de matizar y, a la vez, pendiente de todos y todas y todes y todas esas gilipolleces. Exigiría una concentración imposible. Un encaje de bolillos y un ejercicio de malabares, como quien menea las mazas a la vez que hace equilibrios sobre una pelota gigante. Mientras tanto, el otro solo tiene que manejar los contenidos del tema. Dígame usted quien logrará expresarse mejor y quién será más convincente. ¿A quien le afluirán los argumentos con mayor claridad?
Resulta ya difícil de por sí concentrarse en los argumentos cuando el otro está dispuesto a devolverte la pelota con saña, como para tener encima la tontería del lenguaje inclusivo. El lenguaje inclusivo no prevalecerá.

EDUCACIÓN DESDE LA INFANCIA.

Y es que hay quienes se han propuesto que se eduque a los niños desde la infancia en estas nuevas normas lingüísticas no inclusivas. Vamos a lo mismo. Padres ya educados en el lenguaje “normal” que la emprenden con el esfuerzo del lenguaje inclusivo en la educación de los hijos. Un ideal imposible. Eso suponiendo que todos y todas y todes estuviesen de acuerdo en usar el lenguaje inclusivo, cosa que no es así.

Por muy correcto que sea y moralmente aceptable, lo cual es dudoso, no todos lo admiten. Unos porque están en contra. Otros, porque es un lío. Otros, por economía del lenguaje y otros porque no les da la gana hacer el ganso, dado que no sacan beneficio alguno. En una sociedad que se mueve por resultados inmediatos y útiles, pocos cuentan con el ánimo suficiente como para echar su cuarto a espadas en una educación que, a la postre, resultará infructuosa a todas luces y que les va a exigir un esfuerzo inútil. El lenguaje inclusivo no prevalecerá.

CONVENZA USTED A LOS PADRES. El lenguaje inclusivo no prevalecerá.

Convenza usted a los padres de que eduquen a sus hijos en el lenguaje inclusivo. Cuando les regañe por no recoger la ropa de su cuarto, alterado, cansado, aburrido, al final de un miércoles cualquiera, exíjale que piense en ese preciso instante en el lenguaje inclusivo, a ver qué tal le va. Nadie le va a hacer caso, en su vida cotidiana y en privado. Muy poquita gente. En público puede, para no desentonar y así no tener que discutir. En privado… ¡¡que le den por el cuadril nalgatorio al dichoso lenguaje inclusivo!! El lenguaje inclusivo no prevalecerá.

INGENIERÍA SOCIAL.

Y ahora multiplique usted la educación en el dichoso lenguaje inclusivo e intente abarcar a toda una sociedad. A la sociedad española y también a la sociedad latinoamericana, incluidos cantantes de reggaetón. ¡¡Esos!! Trate usted de llegar a “esos” con su política inclusiva, a ver qué pasa. Llegue usted a los rincones más perdidos de la Patagonia. Corrija usted toooooda la literatura universal en español. Millones de libros que “se han escrito mal” a lo largo del tiempo. Emprenda usted la tarea de censura, de corregirlos y pasarlos por las horcas claudinas del lenguaje inclusivo. El lenguaje inclusivo no prevalecerá.

DESPROPÓSITO.

¿Han pensado de verdad, los promotores del lenguaje inclusivo, seriamente, en la imposibilidad de cambiar la naturaleza lingüística, la evolución orgánica que ha sufrido durante tantos siglos el español de manera natural? ¿O todo es una engañifa consciente con objetivos políticos, a sabiendas de que no han de lograr nada, y que se han inventado tan sólo para ganar votos, puesto que los microcéfalos también votan? ¿Cambiar de manera artificial el curso de la historia? ¡Tome usted un poco de perspectiva, hombre! Piense en los millones de hispanohablantes que existen, no ya en España y sus regiones, sino en el mundo mundial.

Piense en la labor inmensa que tiene por delante y en los argumentos de peso con que cuenta usted para convencer a tooooodo héspero y véspero de que debe hablar con lenguaje inclusivo. Con el niños y niñas y niñes, y todos y todas, y miembros y miembros y miembres. Vaya usted al libro de reclamaciones de “los” clientes e imponga que se debe decir “de los clientes y clientas”, a ver si se libran del soplamocos que les va a propinar el camarero… o camarera. Piense en el enfoque absurdo de su propuesta. Todo el mundo lo va a ver como una paranoia ridícula.
Y, lo que es peor: todo el mundo lo verá como un despropósito ideológico e infantil.

PIEDRAS CONTRA TU PROPIO TEJADO.

El hartazgo que producirá este machacar y machacar con lenguaje inclusivo hará que se rechace, no sólo por absurdo e imposible de llevar a cabo, sino por el tufo a politiqueo y por cansina. Y ese matraqueo no va a hacer daño tan solo al “auténtico lenguaje inclusivo”, (de existir, ya digo). Va a hacérselo a lo que de bueno tenga el espíritu de igualdad. Todo por acudir a una idea tan peregrina, que no hay Cristo que lo defienda. Pensarán que la propuesta proviene de intenciones espúreas. Lo absurdo de la misma se relacionará con la ideología que aboga por tal absurdo. Porque si una ideología propone una payasada, verán a la ideología misma como pasayada. Tonto es el que hace tonterías, dice Forrest Gump.

OTROS EJEMPLOS DE INGENIERÍA SOCIAL. El lenguaje inclusivo no prevalecerá.

Porque otros ejemplos de ingeniería social ya se han intentado, por si no lo saben. El intento de igualdad del comunismo lleva en sí el germen del fracaso y, por consiguiente, el desprestigio del propio comunismo. La idea absurda, —que aún prevalece en muchos individuos—, de que nacemos iguales y nos comportamos igual bajo las mismas condiciones educativas, olvida que somos seres distintos y que la biología no entiende de packs cerrados. El desprecio a la biología y al individualismo que implica dicha biología es el origen de tales disparates que, con una u otra cara, ya sea la de la igualdad económica o social o el lenguaje inclusivo, proceden de la misma aberración: despreciar que somos seres independientes, con nuestras frustraciones, virtudes, habilidades y sobre todo voluntades.

¡Voluntades! ¡Voluntades propias e inalienables! Diferentes, las de unos y otros, producto del modo distinto de ser y de ver la vida cada uno, y de cómo nos afecta de forma distinta cada cosa. La educación recibida, aunque sea idéntica, no produce los mismos efectos en todo el mundo por igual. Y esta lucha titánica e imposible contra el lenguaje y el sentido común hace que veamos la ideología que lo sustenta como tragicómica, por no decir otra cosa peor. Hace un flaco favor a otros aspectos válidos de dicha ideología. Los trivializa.

ESPERANTO.

Pero no me quiero desviar del argumento, aunque no ha estado mal trazar un panorama genérico sobre de dónde procede el lenguaje inclusivo, a qué es debido y qué ideología extravagante lo defiende. Por bondadosa que sea, por irreprochable y moralmente correcta que sea el lenguaje inclusivo, es una quimera absurda. Los nazis soñaron con exterminar al pueblo judío y ya ve usted. Claro, que los ingleses lograron exterminar a las razas indias de América. Aunque aún quedan miembros de todas ellas. Pero eran menos. (Y “miembras” también)
Enfréntese ahora usted a los millones de hispanohablantes repartidos por tooodo el mundo mundial, acostumbrados a un idioma ancestral y bien asentado y convénzales de que se eduquen en esa peliaguda forma de hablar. Porque, entre otras cosas, el lenguaje inclusivo es difícil de cojones. Muy difícil.
Aparte de que la economía del lenguaje es la que manda. Te pongas como te pongas.
Será usted visto como un loco que intenta cambiar la humanidad a golpe de decreto, artificial y oficial. En contra de las leyes de la naturaleza, como hace años lo intentó L.L. Zamenhof creando un lenguaje, el mismo para todos, llamado Esperanto. Dígame usted donde ha quedado ese “esperanto” y quién lo usa. Fue una moda impuesta que fracasó, como todas las modas impuestas. El tiempo pone las cosas en su sitio. El lenguaje inclusivo no prevalecerá.

UNA MODA. El lenguaje inclusivo no prevalecerá.

Si nos remontamos al momento en que se puso de moda del lenguaje inclusivo, vemos que no cuenta con más de diez años. Nació agarrado a una ideología que, a medida que obtiene menos votos en las urnas, va perdiendo fuelle, aunque incrementando su mensaje absurdo con rabia porcina. Los medios de comunicación lo sienten forzado y acaban por no verlo rentable. No como en un primer momento parecía. Lo veían rentable por motivos electorales, no por el lenguaje inclusivo en sí.
Poco a poco va cayendo en el olvido. Y cuando esta locura desaparezca, junto con los partidos que lo implantaron, y la moda derive hacia otros lares, olvidaremos el demencial episodio que un día nos torturó y el lenguaje inclusivo quedará en nuestra memoria colectiva como el Esperanto. Esperándolo estoy todavía, diremos dentro de diez o veinte años, sacando como resultado la pérdida de tiempo que hemos sufrido discutiendo un tema tan inútil para no llegar, en ese viaje, a ninguna parte. Tan solo a beneficio de la política, que es de donde surgió la moda, como casi todas las modas sociales que tienen algo de ideológico.
¿Esperanto? “Esperantolo” estoy todavía. “Esperántolo”, “esperántola”, o “esperantole”, como lo quieran ustedes decir.

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