Cuando Jesucristo se presentó ante Pilatos, afirmó que había venido al mundo a dar testimonio de la verdad y Pilatos le preguntó: ¿y qué es la verdad? (Juan 18:37-38)
Dudo como Pilatos. ¿Qué es la verdad? ¿O cuál de ellas? Porque hay una verdad por cada guerra, cada herida, cada ser y convicción. No, a estas alturas nadie me va a abrir los ojos con una luz como a San Pablo para que me caiga de la burra o de un guindo. Cuando veo a alguien convencido, solo veo cómo se deslumbra con su particular espejismo.
Porque “la verdad” es tan solo aquello que queremos que lo sea. Pero rasgar el velo del templo es ritual obligado.
El gobierno ha cambiado. Ahora tenemos otro. ¿Mejor? ¿Peor? Si usted es “de unos”, creerá que la corrupción de “los otros” es de todo el partido al completo y la corrupción de los “suyos” nada, asunto de “unos cuantos”. “Los otros” lo hacen mal. “Los míos” bien. Pero, ¿sabe usted qué decisiones gubernamentales, complejas siempre, son las mejores? Sí, las suyas. ¿Verdad? Y usted lo sabe seguro, como sabe seguro cuál es la mejor canción de Eurovisión, por emoción y sin entender.
Pertenecemos a “unos” u “otros” igual que somos del Madrid o el Barça. La desinformación es la chacha del fanatismo y la información… aun si dispusiéramos de toda, mostraría la auténtica complejidad de toda verdad.
La misión del político es reducir esa complejidad a medias verdades para captar votos. Pero cambiar uno u otro da igual. Los nuevos cambian cacharros de sitio o barren peor o mejor, pero la casa, el garaje, el terreno y la ciudad entera son de Roma.
¿Y en cuanto a la corrupción? Los que robaron ayer desalojan a los que roban hoy y los que pretenden robar mañana junto con los que aún no han robado, se relamen. ¡Cuántas cosas no sabremos nunca, que sólo serán sombra y espectro de alguna otra confusa verdad!
(También publicado en prensa papel La Voz del Tajo 8 de junio de 2018)
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