Sorprendente, ¿verdad? Pero es así. Se dice que mentimos constantemente, pero no es verdad. No mentimos tanto. ¿Quiere usted comprobarlo? Haga la prueba.
Cuando nos enfrentamos a una supuesta realidad con dos versiones, casi siempre damos por hecho que la mala es la correcta.
Si una dice que ha sido un malentendido y otra versión que una mentira malintencionada, creemos que nos han mentido. Y si además el supuesto mentiroso sale beneficiado, eso confirma la mentira. Pero ¿y si no saca una tajada o sale perjudicado? Un error ¡¡Porque la gente miente, por costumbre!!
Elija usted un malentendido y en lugar de asegurar que un mentiroso conspira, tómeselo como un juego y reflexione. Le han dicho, por ejemplo, que no han recibido una carta. Usted la mandó, se la recogieron en correos, por tanto ha llegado por narices y el receptor lo oculta, ¿no? Pero en vez de afirmarlo sin comprobar, ¿por qué no lo investiga? Verá que las señas eran incorrectas, tal vez estaban mal puestas, la recogió un vecino, por error se depositó en otro buzón… o varias circunstancias, no solo la mentira.
Pero estamos dispuestos a creer, lo primero de todo, en la mentira ajena. Pero no es así. ¿A usted nunca le han acusado de mentir cuando no había mentido? Llamadas que no se reciben porque no sonó “rin rin” mientras hablaba con otro, whatsapp que entran tarde por culpa de la cobertura… y le acusan de mala fe, de no querer contestar al móvil y de mentir. Mentir incluso sin sacar beneficio.
Vivimos en una sociedad individualista, personalista, alerta contra la estafa, y cuanto más competitiva, más creemos en el engaño. Es un arma para defendernos en ese mundo competitivo.
Pero muchas veces, son un cúmulo de circunstancias. Si consideramos que el otro no miente, nos llamarán crédulos, nos sentiremos perdedores en ese mundo competitivo, no disfrutaremos de la adrenalina del odio, de descubrir engaños contra molinos imaginarios y despreciables. Creer que la gente miente nos convierte en víctimas, con las satisfacciones que da ser víctima, ¿verdad? Parece que la víctima siempre tiene la razón. Creer que somos víctimas de quien nos mientes, nos convierte en quijotes superiores y astutos. Es por eso que siempre queremos creer que la gente miente, aunque no sea verdad.
También publicado en formato papel, (La Voz del Tajo-Talavera de la Reina) el 14 de julio de 2017
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