Hay un modo de tener mala fe sin que la gente lo note. Consiste en acusar a los demás de mala fe.
Pili y Mili acuerdan coser el ajuar de Antoñita, que se casa este verano. Lo van a coser a medias, medio Pili, medio Mili, pero Pili no tiene muchas ganas y está deseando librarse del compromiso. No quiere que se le note, así que espera a que Mili cometa un fallo para echárselo en cara e ir ella detrás. Pili desea que Mili se escayole, se le enferme el perro o lo que sea y así no le comerá la moral. Y se miente a sí misma con esta estrategia: Mili es peor, Mili es mala, mili es una sinvergüenza… Es torpe la estrategia, pero funciona. Consiste en mentirse a sí misma.
Pili, con mala fe, conoce la fuerza del tono de voz y las palabras.
Si pone tonitos, se convencerá a sí misma. Si usa palabras duras, acusadoras, despectivas, convencerá a los demás.
¿Y para qué tenemos la memoria histórica? Amigo mío, ese es otro puntazo. El pasado, convenientemente manipulado, puede ayudar y mucho porque ¿acaso Mili no se pidió unos días para ingresar a su padre en el asilo hace cinco años y dejó de cumplir tal o cual cosa? (No sé qué, otra, pero lo hizo) Y se usa el tonillo: «esa señoritinga no es la primera vez, vaya caradura. ¿Constipada? Ya, menudos constipados se coge «esa»… ahora va y se escayola, claro, oh, pobrecita, habrá que tenerla compasión…»
Pili también incumplió cuando se le murió el canario, pero no fue lo mismo, no, no, claro, fue distinto, otras circunstancias, en Pili no hubo mala intención, en Mili sí… Todo es cuestión de esgrimir la palabra, el tono, el argumento. Porque los inconvenientes de Pili para incumplir estaban justificados ¿pero Mili? Y si esa no cumple, no voy pringar yo. Y así es como Pili se libra del tostón del ajuar.
(También publicado en prensa de papel La Voz del Tajo de Talavera de la Reina, el 17 de febrero de 2017)
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