¿Por qué hay gente que se empeña en subrayar defectos ajenos a la cara? Ustedes los conocen. Hay gente que acusa a otra en público, para que el resto les oiga y se avergüencen. ¿Por qué se meten en camisas de once varas? ¿Por qué lanzan tantas pullas? ¿Por qué quieren dejar tan claro ante todos el defecto del otro?
Porque el que acusa no es traidor, sino amigo de la verdad, valiente, defiende lo correcto frente a lo incorrecto. Se preocupa y el auditorio lo sabe. Es decir, si yo acuso, no tengo ese defecto. ¿O me atrevería a acusar teniéndolo? Por tanto, acusando demuestro que soy mejor. Es una «prueba» de que «no peco» «de eso».
En política, si alguien acusa a otro de no ser demócrata ¿qué dice? Que ÉL SÍ es demócrata.
Si yo acuso a otro de corrupto, soy yo quien presumo de limpio. Si acuso de no hacer gimnasia, sutilmente indico que yo la hago. Y lo exhibo ante todos. O sea, que acusar es presumir. ¿Se dan cuenta de los beneficios que trae? Y cuanto más avergüenzo al otro, más quedo yo como Dios. ¿Contrapartida indirecta? Que algunos te odian. Pero «defiendo lo correcto». Nadie les ha pedido que defiendan o acusen nada, pero lo hacen por voluntad, a veces como broma. Y frecuentemente con sarcasmo.
¿A que da la impresión que, con el sarcasmo, uno es más invulnerable? Pues más a mi favor.
Los mosqueteros idiotas tienen su milonga particular en la cabeza y no hay quien les apee. ¿Sueñan con mejorar el mundo? No. El mundo les importa una mierda, les importa acaso la fama de ser salvadores de ese mundo. Inmolan su fama como personas en su particular jihad para mejorar las cosas. Si él no «lo hace», ¿quién lo hará? El error quedaría sin castigo sin ellos. Le admirará una selecta minoría amiga de lo justo, -ese es su fin, con lo que sueñan- mientras la mayoría zafia le despreciará. Acusar es tan sólo vanidad pura y dura.
(También publicado en prensa de papel La Voz del Tajo de Talavera de la Reina, el 31 de marzo de 2017)
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