¿Desea usted conseguir poder, imponerse sobre los demás? La solución es sencilla. Lo primero será lograr que alguien contraiga deudas con usted. Si no existe, hay que fabricarlo. Así que pongámonos a ello. Usted llega a su nuevo empleo y se presenta como el tío que más sabe, así, de entrada. Localiza a su víctima, un compañero que se halle con la soga al cuello, ¿lo tiene? Bien. Debe hacerle un gran favor. Usted va a ser su salvador y, sin duda, el pardillo aceptará. Ya está. Ahora ya tiene usted la sartén por el mango. Siguiente fase, demostrar que trabaja mejor que él. Ya comparten sección: acúsele ahora de lentitud, zafiedad, no sé… porque usted está colaborando, pero es Él quien no da un palo al agua. ¡Menuda forma de agradecer su ayuda! Procure subrayar esto ante la plantilla. Diga «YO estoy solucionando «SUS» papeles, -subraye SUS y YO-, ¡y ahí tiene usted del poder!
Porque cuando hacemos favores, nos otorgamos a nosotros mismos el derecho de fiscalizar, criticar, opinar y reprender al ayudado.
Adquiere además el derecho de gritarle, insultarle, vejarle de cualquier manera. No se preocupe, un sector de la plantilla le apoyará, sobre todo ese tan popular que ejerce de cizaña. Toda plantilla tiene su cizañero.
Con un poco de suerte, el pardillo se excusará, se justificará, se acojonará y se llevará toda la culpa. Pero si se rebela, será un intratable violento. Así se van alcanzando cuotas de poder. Ya sólo le queda ingresar en el lobby de los santos humillados, de los filántropos incomprendidos que han logrado su estatus a fuerza de generosidad altruista con indeseables desagradecidos.
Aunque cuidado. La cizaña de que hablamos sigue ahí. Le ayudará en su labor miserable pero puede convertirse en su Gepetto, porque Pinocho acabó siendo Pinocho por engreído. Pero de eso hablaremos en el artículo que viene.
Publicado en prensa de papel (La Voz del Tajo- Talavera de la Reina) el 11 de febrero de 2014)
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