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Algunas féminas, a imitación de independentistas y radicales, se empeñan en quedar mal. Destilan mala leche y las aborreces.
Pero más allá de eso tan parecido al odio, deberíamos hablar de la eficacia real del auténtico feminismo.
Cambiar tópicos y visiones es importante. También algunas que se nos escapan como ese alegre comentario de que el hombre es “un inútil para la casa”. Es un chiste machista disfrazado de feminismo. ¿Ellas tienen más capacidad, incluso genética?
Una esposa que elige la casa en vez de trabajar ejerce “su opción”, mientras que si lo hace el marido es un mantenido. Salvo que intente salir de ahí y trabajar.

Aunque lo más interesante es la famosa brecha salarial. ¿Existe? Según ley, no debería.

Pero, al parecer, hay empresas privadas que aún pagan más a los hombres. ¿Son motivos machistas o sobre todo económicos? Difícil concebir motivos sólo ideológicos en democracia. Si fuera así, que tal abuso se cuele con tanta desfachatez por las costuras de la ley es alucinante. ¿Por qué todos esos políticos que salen en manifestación no se quedan en su despacho ilegalizando esos contratos? Sería sencillo, hay una ley mayor. ¿Cómo es posible que la ley ponga trabas con su propia lentitud, si es tan importante? En lugar de tanta alharaca hipócrita, ¿dónde están las auditorías a esas empresas? ¿dónde las denuncias de los sindicatos? ¿O todo es un cuento para manifestaciones que reportan muchos réditos de prestigio?
En lugar de gritar, ¿por qué no se analiza el fondo real del asunto discriminatorio, para saber si es discriminación sin más? Pero no. Se prefiere el grito, que mola mucho, de fanáticas intratables que presentan al hombre como enemigo, malo, cruel, convirtiéndolos en víctimas, en lugar de proceder a una lucha más argumentada, informativa y eficaz.
Gritan tanto que no oímos. Y los hipócritas se apuntan a lo bien pensante, con artículos memos mientras otros se esfuerzan en grotescos y frívolos empeños ortográficos y sintácticos. País.