Tiresias merida Tiresias, de Anabel Alonso, con Ana Fernández, es la penúltima obra de teatro que se representa en el Festival de Mérida. Es un texto nuevo que rescata a un personaje secundario de la leyenda de Edipo para hacerle partícipe de otros sucesos ocurridos en la Grecia clásica. Un resumen de cuentos unidos por un solo personaje.

UNA APUESTA EN ESCENA VANGUARDISTA. MUSICA, LUZ Y DANZA.

Un Tiresias mitad hombre, mitad mujer, según cuenta la leyenda, cuadra muy bien con el estilo vanguardista de la puesta en escena y el texto. Sin la espectacularidad de “Medusa”, con un decorado más humilde y minimalista, Tiresias se basa en la música incidental empastillada, en el canto lírico de Paula Mendoza, en la coreutica estilo Pina Bausch (nuevamente, ya la nombramos con motivo del análisis que hicimos de Elektra) y en los efectos de luz de David Picazo para llenar el escenario y convertirlo en algo fabuloso. Con estos tres recursos solamente y un texto novedoso, a modo de “cuentacuentos” que va de una historia a otra, y Tiresias de protagonista contando al público cómo fue su vida, la obra entretiene e intriga.

ENTRETIENE E INTRIGA.

Entretiene por la puesta en escena y la forma variada en que se presenta. Intriga, porque el fondo del asunto, con ser sencillo, a veces plantea giros escénicos que sorprenden. Al final, tras la sorpresa, todo es legible y comprensible, pero deslumbra la audacia del planteamiento con apariciones de los actores entre el público, con un vestuario novedoso, sencillez en las mutaciones vistas e incluso una aparición de un actor (Carlos Beluga) con una guitarra eléctrica en lo alto del frente escénico.

EL TEXTO.

Sin embargo, el mensaje habla, en líneas generales, de cómo nadie quiere escuchar la verdad e incluso arremete contra el visionario que se la revela cuando esa verdad le resulta incómoda. Un mensaje sencillo que intenta “hacerse cuerpo y ejemplo”, pero se queda en el puro concepto. Es de agradecer, sin embargo, aunque no sacie del todo, porque esa es la función del teatro. Hay un tipo de teatro “discreto” que tiene la obligación de sugerir sin especificar. Si hubiera dado ejemplos concretos, hubiera desvelado el misterio que solo le corresponde desvelar al respetable.

CONCEPTOS EJEMPLIFICADOS.

Y sin embargo José Manuel Mora, Joan Espasa y Carlota Ferrer no se privan de poner en pie y dar forma, con ciertos ejemplos, de vez en cuando, el mensaje. Así exponen cómo “el marido aburrido”, el “maestro mediocre” o el “padre autoritario” se han convertido en lo que son, pese a que sufrieron bajo la bota de dichos tiranos, en su día. ¿Qué nos lleva a convertirnos en aquello que nos hizo daño? ¿Es el mal alumno quien se convierte en mal profesor?, ¿el hijo, víctima de una autoridad severa, quien se convierte en padre riguroso?
No faltará, desde luego, el alegato de Antígona (Carlota Ferrer) al papel de la mujer en la sociedad, cosa que también se vio en “Medusa”. Comparándola con “Medusa”, Tiresias y “Medusa” se relacionan en cuanto a este mensaje, ambiguo y humano, a veces ideológico, pero sin matizar demasiado, dejando al aire la interpretación al público. Y también se relaciona en la defensa del papel de la mujer en la sociedad.

VANGUARDIA.

El aire vanguardista marca el estilo que caracteriza a este Tiresias. De ahí, la sorpresa, rompiendo lo que es una visualidad formalista. Accediendo a la ruptura de este “formalismo” con elementos coréuticos y cantos líricos, sobre todo.

LA METÁFORA FINAL.

La metáfora final que sorprendió a muchos con el toro de Osborne en escena, aparte de ser un ejemplo del teatro surrealista, con imágenes dadaístas sorprendentes, merece una explicación. Una explicación que uno no halla, de momento, con la simple la aparición del morlaco de cartón, pero que va a adquiriendo sentido cuando Tiresias muere y lo arrastren las mulillas, —una manta con campanillas de la que tiran los otros actores, llevándose a Anabel—. Lo que no deja de ser un rasgo de humor, por otro lado. Recurso del que también se vale Tiresias.

EL SIGNIFICADO.

Aparte del uso de elementos cutres escenográficos y de un estilo que lejanamente suena a Duchamp y, por momentos, al teatro de la crueldad, a Antonin Artaud, bien puede deducirse que “aquel que dice la verdad”, aquel que ha sido tantas veces rechazado por decirla, vilipendiado, condenado al ostracismo o incluso encarcelado o asesinado, cuando muere “es arrastrado por las mulillas”. Se lo llevan las mulillas porque ha sido “toreado” por los poderosos.
Tiresias así adopta el papel de un inocente visionario que se halla en la tierra en contra de su voluntad, al igual que un toro sale a la plaza y no sabe dónde se encuentra. Es banderilleado, mareado a capotazos, engañado con la muleta de los giros que da el poder para escaparse de la cornada de la verdad y, finalmente, asesinado y muerto en una fiesta multitudinaria donde “los mentirosos” han toreado a la verdad.
Toda esta deducción se puede entresacar de la simbología de Tiresias, arrastrada (o arrastrado) por las mulillas. Tiresias merida

EL HADES, LLENO DE DIFUNTOS INOCENTES.

Y, sin embargo, el Hades está lleno de difuntos vestidos de blanco. Los que ayer eran héroes griegos que salieron a escena durante la obra para contar su historia clásica, ahora son figuras que han pasado a mejor vida y llevan una existencia “blanca y pura”, tal como le corresponde a las leyendas imaginarias. Ellos han servido tan solo de modelos para que nos reflejemos en su trayectoria y saquemos una enseñanza, mientras estemos en este mundo. Tiresias merida

LA VERDAD ES BELLEZA.

Y claro que la verdad es belleza. Porque lo contrario de la verdad es la mentira y lo contrario de la belleza es la fealdad. Por tanto, la mentira es fea, no hay vuelta de hoja.
Después del viaje realizado, el toro de Osborne sirve para escribir esta frase que resume el recorrido. La verdad es belleza. Por tanto, se concluye que la verdad no es argumento razonado, ni un concepto, ni una realidad… o es todo eso junto y todo junto es “bello”, de una “belleza conceptual”. La verdad, según Tiresias, es belleza ¿porque pertenece al mundo de las formas y la estética y no al mundo del fondo y las ideas? ¿O a un conjunto de ideas (¿ideología?) que conforman una belleza puramente formal, estética, reuniendo “verdades”, que se halla más allá de la argumentación? ¿O hay belleza en la argumentación acertada cuando se halla la verdad? ¿Hay estética o belleza en el fondo? Todo es posible. La razón trasciende y se convierte en otra cosa cuando morimos y pertenecemos al Hades de nuestro destino. Entonces la verdad que importa es puro sentimiento estético, procedente de una lucha puesto que, “como el toro, hemos nacido para el luto y el dolor”. O tal vez sea todo una comedura de tarro de los autores o de este crítico desorientado. Tiresias merida

LO MEJOR.

Pero lo mejor y más “clásico”, formalmente hablando, fue la música incidental acompañando el recitado de diálogos (y los intermedios líricos de Paula, por supuesto). Emocionó —y aquí hago un aparte, al que creo que hice referencia en un artículo anterior en alguna de las representadas en esta 70 edición—. Una reflexión sobre lo que aporta la música de fondo a un texto.
En contra de los que prefieren los audiolibros narrados “a palo seco” y “sin música de fondo ni efectos de sonido”, he aquí la demostración, en Tiresias, de cómo un texto con sus silencios, apoyados con dicha música de fondo, nos ofrece otra perspectiva. Incrementa la emoción.
Es lo que yo hago en mi canales, en mis narraciones, con audiolibros que subo a las plataformas y que podéis encontrar en YouTube, Ivoox y Spotify. Aprovechando que el rio Aqueronte pasa por Atenas, no digo más, ahí lo dejo. Tiresias merida

UN DETALLE MÁS. ¡QUE SIGA LA TRAGEDIA! Y “SIEMPRE ESTUVE AQUÍ”

Y no sé si se habrán dado cuenta, pero les comento un detalle más.
Dos son los elementos de unión, dos frases o conjunto de frases que se repiten marcando los entreactos y los cambios de un cuento a otro.
“¡Que siga la tragedia!” es una frase que repite Anabel Alonso como introducción a cada nueva historia.
Y también ella, como los personajes prototípicos de los ciegos, del siglo XVII, acompañado de “Manto”, su hija lazarillo, pronuncia otra frase que repite a menudo a lo largo de la obra. “Hija, ¿dónde estás?, te necesito, tú eres mis ojos” y Manto, el lazarillo, como buen pícaro responde que “nunca me he ha apartado de ti, madre”. Situación humorística y personajes cómicos, nuevamente. Es una relación clásica de unos personajes clásicos del siglo de oro: ciego cuenta cuentos y lazarillo, si se fijan, que dan unión a la obra y marcan los tiempos en la estructura del libreto, construyendo la solidez del personaje de Tiresias. Tiresias merida

LA VALORACIÓN FINAL.

No mucho más cabe decir de este Tiresias, que por el momento ya es bastante. Me gustó, despierta la inteligencia tanto filosófica como teatral del espectador que sabe “ver”. Aunque, tras el bagaje de obras de teatro de esta 70 edición del Festival, es una tentación no establecer comparaciones. Y, a la hora de comparar, Tiresias queda, como valoración, a mitad de la tabla de lo ofrecido hasta ahora en relación con la puesta en escena. Y en segundo lugar después de “Monstruos, el prodigio de los dioses” en cuestión de inteligencia escénica. Lo cual no es nada despreciable, dada la calidad de lo que ha venido este año. Aunque las comparaciones son odiosas, claro está
En fin, en espera del resumen final con Ifigenia, quedo a la expectativa. Tiresias merida

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