Sí, sé que hay libros donde se dan claves para esto, pero en realidad seducir es fácil. Consiste en escuchar. Si usted quiere engatusar a alguien, basta con interesarse por su rollo. Todos tenemos un rollo, más o menos aburrido, que deseamos colocar al ajeno. Si el ajeno tiene algún interés en nosotros, le bastará con escuchar sus comeduras de tarro para que se sienta seducido.
Nos sentimos seducidos por quien nos hace caso, nos baila el agua, nos dice que sí y nos hace sentir el centro. Por el contrario, si usted quiere alejar a alguien, bastará con no escucharle, con negarle la mayor, llevarle la contraria. Cuando él diga sí, ponga pegas o, definitivamente, diga no. No, nadie quiere dialogar, lo que realmente queremos es que nos den la razón. Por eso, quien pretende seducirnos, nos la da.
Pero cuidado, por regla general esa persona que tanto escucha, sonríe y que es tan amena, probablemente busca algo. No escucha porque usted sea interesante, le atiende porque está interesado.
Y todo el mundo seduce. Lo inteligente, es saber en qué está interesado. Tal vez sea un ligue nocturno que quiere rollito. Entonces, trátelo en su medida, esas palabras y sonrisas son teatrillo que busca caricias y nada más. ¿Cómo ha de lograrlo si no finge sinceridad y cercanía? Tal vez le quieran vender algo o lograr un puesto en su chiringuito, o tal vez usted sea García Márquez en una conferencia. No, las chicas de Stradivarius no se han enamorado de usted, descuide.
Y nosotros también seducimos. A veces, nuestra seducción se limita a estar de acuerdo. ¡Y lo estamos! Notamos síndrome de Estocolmo por un asesino en serie incluso. ¿Por qué creemos sus razones? Está claro, usted también ha visto algo en el asesino y ejercita la humana seducción interesada. Tal vez simplemente se trate de no ser aislado en el grupo o de buscar un amigete.
Publicado en prensa de papel (La Voz del Tajo- Talavera de la Reina) el 13 de mayo de 2014)
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