Probablemente usted lo haya sentido alguna vez. Sí, sin duda.
No le dan ni agua. Ni gota.
Imagine que usted es, digamos, un corredor de fondo profesional, ha alcanzado ciertos éxitos y se dedica plenamente a ello, pero en su ciudad y para su gente usted es simplemente Manolo. Un día, en el bar, un vecino suelta:
«pues no sé dónde mandar a mi chico que se mueva un poco». De repente, como aves de rapiña, sin el más mínimo pudor, todos se lanzan a pontificar: una tía carnal, el portero, el butanero que pasaba por allí, un cuñao listísimo cuya especialidad son las gambas a la plancha y un chiguagua con mala leche. El único especializado en deporte es usted, que es campeón provincial, pero nada, todo dios parece saber qué deporte es el ideal, qué gimnasio el mejor, con qué tabla debe iniciarse o qué sistema de nutrición le viene bien.
¿Y usted?, a callar, porque se la juega.
Le ignorarán, como si no estuviera, y si intenta decir algo, ni acabar una frase podrá, porque estamos en España y es así como demostramos nuestra envidia. Nadie quiere aprender y hasta el chiguagua le ladrará enmendándole la plana: Manolo, no tienes ni puta idea… porque usted les ofende con su presencia. Usted representa a ese auténtico especialista que obstruye el afán español irrenunciable de quedar encima.
Luego, a la muerte del deportista, los homenajes. Somos el país más hipócrita que ha visto madre. Ay, mira, Yago Lamela, pobre, lo que hubiera aprendido de él. ¡¡Y una mierda!! Si Lamela viviera sólo hubiera hablado usted, no él, le hubiera puesto pegas y le hubiera dado clases. ¡Usted… a él!
Eso sí, luego todo el mundo se apunta al carro de homenajes, glorias, santificación y crujir de dientes, pero mientras vivía no le dabais ni agua. Venga, ya, reconocedlo. Reconoced que sois un hatajo de cabrones.
PUBLICADO EN PRENSA PAPEL (La Voz del Tajo-Talavera) EL 30 DE SEPTIEMBRE DE 2014
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