¿Quiere garantizarse el fracaso? Es fácil: miéntase a sí mismo. Diga que hará cosas que sabe que no puede hacer. Prométase objetivos que sabe que no cumplirá, pero no escuche a su sentido común. Y prométaselo a los demás, verá qué de puta madre lo pasan todos. Si es usted cojo, apúntese a una carrera de sanos. Si es tartamudo, pídase ser locutor. ¿Ciego? Métase a relojero. Se garantizará que no lo logre y que la gente le mande a hacer puñetas por fantasioso, por iluso, por falso. ¡Mira tú qué divertido!
Si es usted incumplidor, prometa puntualidad. Va a cabrear mucho a todos, pero se lo va a pasar teta. Si está muy liado los findes, participe en una actividad de findes. Ignore su circunstancia. El empresario, sus compañeros van a disfrutar cuando empiece usted a fallar: que si este sábado no puedo, que si el domingo tampoco, que si el viernes por la tarde no y que el siguiente debo salir temprano porque tengo…
¿A que parece ridículo? ¡Pues no! En España es lo más normal mentirse a sí mismo. Y además, se quedan tan frescos.
¿No ven que son incumplidores, tartamudos, cojos, sordos, ciegos? No, no lo ven, se han mentido a sí mismos de tal forma que no lo ven. La gente se mete en embolaos con los que no puede y compromete y pringa al resto sin escrúpulo ni remordimiento. Y encima se cabrean si se lo reprochan.
¿Ridículo? ¡Que no, que no, que lo tiene usted ahí!
Lo raro es ver a gente consecuente con sus capacidades. No, en España todo es imprevisión y brindis al sol. No prevenir, no se realista, no ver el peligro y cagarla y quedarse más ancho que Pancho. Y encima ofenderse si te enseñan el barranco por donde te la vas a pegar y vas a arrastrar al resto.
(También publicado en prensa papel La Voz del Tajo de Talavera de la Reina 1 de diciembre de 2017)
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