Ustedes mismos acaban de responder a este título mentalmente, ¿a que sí? Y confían en este artículo les confirme el tópico. Si me conocen, saben que no. No, en absoluto. Lo importante en la vida no es la salud o el bienestar. ¿Les sorprende? Y no lo es porque eso sería confundir lo importante con lo imprescindible. Ajustemos los términos: la salud es imprescindible pero no lo importante con respecto al sentido de la vida. A partir la salud, la vida ofrece más, debe ofrecernos más, no debemos interesar por algo. Cuando recordamos a nuestros mayores, a gente que ya vivió su vida, recordamos que escribieron poesía, que subieron montañas, que bebieron buen vino, que pintaron, que escuchaban música, cosas triviales, prescindibles que pueden no hacerse en la vida, que no son necesarias, pero que dan la vida. Cosas importantes.
Reducir la vida a lo imprescindible, como la salud, nos convertiría en zombis. Reduciríamos la vida a tener el establo limpio y el pesebre lleno, que es como vive mucha gente, ocupándose tan sólo del confort, de la estabilidad, despreciando los pequeños detalles.
Porque lo importante en la vida son los detalles, lo importante es lo secundario.
Hay gente para quienes es más importante la salud, una casa ordenada y una barriga llena. Cierto que cuando perdemos la salud apreciamos lo imprescindible que es, pero si vivimos en las aficiones, en el alma, en los gustos, incluso por encima de la salud seguimos viviendo. Porque cuando mires hacia atrás, lo que definirá tu vida, lo que la caracterizará en el resumen final como diferente, lo que la convertirá en algo que ha valido la pena es todo aquello que fue aparentemente prescindible, lo que fue secundario, que no formaba parte de la estructura básica del ser humano. Porque un ser humano no es un ser vivo básico. Lo que nos hace humanos son esos pequeños detalles prescindibles. Eso es lo importante.
Publicado en prensa de papel (La Voz del Tajo- Talavera de la Reina) el 25 de marzo de 2014).
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