A medida que cumplimos años, vamos agotando fuerzas. No es un agotamiento psicológico, sino moral. Y no es que la moral se relaje, aunque todo se ve más relativo. Ocurre que ese relativismo nos hace pensar que nada tiene demasiada importancia y los músculos, que antes se tensaban para lograr triunfos, van perdiendo fuelle. Los logros, si han llegado, no eran tan fantásticos y los fracasos tampoco son tan tremendos. No nos merece la pena tal vez seguir la lucha, sin que esto implique el desánimo, y ese «no valer la pena» nos hace perder tensión. Nos volvemos perezosos, los alicientes vitales disminuyen. No es cansancio psicológico, ya digo, sino moral. El cansancio moral afecta a la filosofía de vida, no a los resortes de optimismo o frustración. Tal vez hayamos alcanzado el éxito, pero ahora los vemos vanos, insuficientes, mediocres. Hay una diferencia entre filosofía y psicología. Lo psicológico afecta a la adaptación a «lo dado». Lo filosófico se pregunta por «lo dado», qué hacemos en el mundo, para qué estamos. Lo psicológico no se plantea destinos ni sentidos vitales, es pragmático. Lo psicológico huye de todo juicio, piensa en el individuo y su actitud, depreciando el valor categórico de la cosa en sí. Lo filosófico pretende entender más allá del individuo. Lo psicológico no cree en la realidad más allá del yo. Lo filosófico afecta a lo universal.
El cansancio filosófico no consiste en luchar por ser felices (psicología) sino en encontrar el qué profundo, que lo psicológico desatiende. Lo psicológico es funcional y para él toda opción es gratuita, salvo que sirva para fines de felicidad. Por eso el cansancio filosófico es insalvable y el psicológico no. Acaso no lo sientan los que logran sostenerse en el flujo superficial de vivir al día en la realidad ofrecida, mostrada o los fanáticos de la secta de la autoayuda. Los que hemos batallado siempre desde el fondo, lo llevamos más crudo con los años.
Publicado en prensa de papel (La Voz del Tajo-
Algo que se detecta con los años es la influencia de los «otros» en nuestras decisiones. Cuando somos jóvenes pensamos que elegimos, pero con el tiempo comprendemos que unas veces elegimos, otras la vida elige por ti y otras son «los otros» quienes eligen, al influirnos. Lo que los otros hacen «es mejor», es popularmente bueno, y nos encamina muchas veces. Así, construimos un mundo que no es nuestro para evitar que pese en nuestras frustraciones mañana si no lo probamos. Siempre hay
que renunciar, pero procuramos no renunciar a lo que todo el mundo elige para asegurarnos de acertar, aunque no nos guste. Idealizamos la vida de los otros y si finalmente hacemos otra cosa, renunciamos a esa vida ajena por prioridad, no por desprecio.
Si eres listo, renunciarás definitivamente, pero si te dejas llevar por el prestigio de lo que «los otros viven», la vida te pasará factura.
Pero incluso acertando, esas pequeñas o grandes renuncias siempre serán un lastre, un mundo negado y apasionante. Y si con los años caes en la tentación de recuperarlos…
Ninguna decisión es limpia, ninguna elección perfecta, todas están contaminadas de insatisfacción. Recuperar el tiempo perdido, saldar deudas son tentaciones peligrosas, porque si intentamos cerrar heridas vemos que nunca se cierran, que el dolor que causaron es incurable y no valen ya compensaciones. La tentación de lanzarte al agua cuando han vaciado la piscina es mucha, pero la factura es mayor.
No somos patéticos por ello, son padecimientos normales de lo humano. Aceptar nuestras limitaciones es una dolorosa tarea. El agotamiento, del que hablé ayer, se produce cuando llevamos aceptando mucho tiempo. Ya no deseamos, simplemente nos agotamos de aceptar. Por eso se tambalean las estructuras filosóficas, se relativizan ante una «verdad» mayoritaria. Dudamos de haber acertado en la vida con una especie de culpa, contradicción y rabia, con la sospecha de que no hicimos lo correcto, pese a que sabemos que lo hicimos.
Publicado en prensa de papel (La Voz del Tajo- Talavera de la Reina) el 16 de diciembre de 2014)de la Reina) el 9 de diciembre de 2014)
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