HIPÓLITO FESTIVAL MERIDA (Fedra va al psicólogo)

Moises de las Heras

24/08/2018

Hipólito

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Hipólito, la obra que cierra el Festival de Mérida 2018, es un buen texto, una buena adaptación muy inteligente de un clásico de Eurípides y de un problema, la intolerancia. Con luces y sombras a la hora de argumentar debido al origen griego de la obra, Isidro Timón y Emilio del Valle se esfuerzan en dejar en manos del espectador una patata caliente difícil y atrevida. Vamos con ella.

LOS DIOSES Y LOS PSICÓLOGOS.

Afrodita y artemisa en el Festival de Mérida 2018 en HipólitoPiensen una cosa. Si se dan cuenta, la psicología ha heredado del teatro griego muchas de las frustraciones y traumas que afectan al hombre del siglo XX y XXI. Así tenemos el Complejo de Edipo, el Complejo de Electra, el Narcisismo . Los psicólogos lo pillaron enseguida: estos dramas griegos no son más que la puesta en escenas de defectos de la mente. De algún modo, dioses griegos y psicólogos están hermanados. Si ayer los dioses tenían la culpa de las relaciones entre los pobres mortales, en la actualidad la culpa son los complejos psicológicos. Y la solución hoy no son ofrendas en un altar, sino la razón.
De esta premisa parten los autores para afrontar Hipólito. Hábil modernización.

EL PAPELÓN DE LA ADAPTACIÓN.

Uno piensa que Isidro y Emilio se han preguntado: ¿cómo le metemos mano a este dramón de una madrastra enamorada de su hijastro y que un moralista frustrado? Pues con psicología. Y se ponen a la tarea.
Llenan el texto de observaciones psicológicas. Desde un principio, Afrodita dice que la culpa de las tragedias griegas la puede tener un mal tratamiento en la consulta del psiquiatra. A partir de ahí, alegatos sobre la moderación, acerca de no tomarse las cosas en serio, de renunciar a obsesiones… La tolerancia como asunto moral, sí, pero no moral/político o moral /ético, sino moral/psicológico. “La soberbia es eso que vemos en los demás, pero no en nosotros”. “Cuando nos miramos en el espejo vemos a una persona amable, aunque no lo seamos”. Los adaptadores tumban a Fedra y a Hipólito el diván del psiquiatra y lo psicoanalizan. Pero el texto dice otra cosa y a veces, como un enfermo rebelde “no se deja”.

VIRTUD CONTRA VICIO.

agua en HipólitoO Artemisa contra Afrodita. De entrada, Artemisa, representante de la virtud, puede ser una frustrada. “Todo viene de un trauma de la infancia”, dice Afrodita. Afrodita, a su vez, se deja llevar por el deseo y el vicio pero sin moral ni control, sin pensar en las consecuencias. De eso le acusa la virtud, Artemisa, de organizar desastres por falta de reglas, como si Artemisa fuera una Supernani. Pero lo más interesante es lo que dice la nodriza a ambas: tanto una como otra sólo ambicionan tener razón y hacerse con el poder.

El poder de dominar el mundo, aniquilando al otro. La a virtud quien pretende aniquilar el vicio y el vicio minimizar, ningunear y no respetar a la virtud, hasta hacerla desaparecer en nombre de la libertad. Lo que pasa es que es más fácil entender lo primero (la virtud es intolerante) que lo segundo (la “libertad” también puede ser intolerante)

escena 2 de hipolitoPorque de lo que hablamos es de una intolerancia de poder del hombre sobre el hombre, es decir, de una moral “psicológica”.
Isidro Timón y Emilio del Valle han encontrado en la psicología el modo de adaptar Hipólito al siglo XXI y hacerla interesante al público de hoy y puede malentenderse. No es solo una visión moral donde ganaría siempre la tolerancia y el vicio, sino psicológica, donde el vicio descontrolado también es culpable. Esto segundo es menos vistoso, pero también está. Porque la visión es psicológica.

EL DECIR NO, PSICOLÓGICO.

El mensaje final, la respuesta psicológica definitiva de Hipólito y su problema es que, si hubiera dicho “no”, Fedra no se hubiera suicidado. Como argumento para que el espectador se entretenga y piense está bien.
La teoría que se propone es que si Fedra se suicida no es por el rechazo de Hipólito, sino porque Hipólito le acusa y la juzga. Ese odio y ese desprecio lo que lleva a Fedra no sólo al suicidio sino a la venganza.

#HipólitoPuede. Puede que el dolor por esa acusación injusta sea la razón de la depresión de Fedra. Aunque Fedra estaba tan obsesionada por Hipólito que hubiera seguido el problema. Sí, puede que no se suicidara si no hubiera habido reproches, desprecio y odio. Isidro y Emilio plantean que es el dolor al desprecio, no al rechazo sexual. Dolor por ser juzgada y rechazada moralmente, ese es el auténtico motivo. El psicólogo con su pipa ante nuestro diván nos plantea esta pregunta y la moral (el qué dirán) se une a la psicología (la autoestima frente al qué dirán, la desvalorización de una pesona) se impone sobre el propio deseo sexual simple y llano.

DECIR NO, POLÍTICO.

danza escena de hipolitoPero si preguntamos, el público identifica “decir no” con fenómenos de actualidad referentes a las violaciones. Esto puede despistar. Para el espectador que pille el “decir no” psicológico no hayh problema pero para el que no lo vea, el fenómeno de moda sobre el abuso y la violación a la mujer desorienta. Porque no es un hombre quien viola a una mujer y la mujer se defiende diciendo no, como sale en la tela. Es un hombre (Hipólito) el violado. Visto así la cosa ya suena rara. El “decir no” de Hipólito no es político, pero al jugar con un imaginario colectivo de actualidad, desorienta. Aunque también es político.

Es un “decir no” que distingue entre lo ocurrido (juzgar al otro, ser intolerante) y lo que debió ocurrir (rechazar la propuesta sexual de Fedra sin juzgarla por ello) Pero en el intercambio de papeles hombre/mujer me pierdo.

HIPÓLITO, EL CASTO.

Porque el problema de origen es el Hipólito de Eurípides, que no desea a las mujeres sin ser claramente homsexual, por simple machismo. ¿Un hombre sin apetencias sexuales? Los machistas también son libidinosos. No hay quien se lo trague. ¿O hay aquí también un estudio encubierto respecto al fanatismo misógino y el instinto sexual?

Pero los adaptadores deben llevar esto al hoy. Hipólito habla de un problema hoy inexistente Incluso aludiendo de soslayo a la posible aunque improbable homosexualidad de Hipólito, el texto no se centra en esto, porque convertiría la “homosexualidad” en “el problema” y la homosexualidad no es un problema hoy.

escena con agua en Hipólito, Festival de Mérida 2018En resumen, los autores están atrapados por los lugares comunes griegos de hace dos mil años y lo que está de moda hoy y no les cuadra. Pese a todo, dan el triple salto mortal acumulando puntos de vista y logran un texto inteligente.
Porque, pese a las enormes dificultades para encontrar salida al laberinto, ponen en boca de todos réplicas hábiles, picadillos dinámicos y contestaciones sorprendentes que van trasladándonos la razón y las ideas de un sito a otro, ofreciéndonos diversos enfoques del asunto desde diversas perspectivas. Hay cosas que no cuadran, pero como nos ofrecen el problema a nosotros para que nosotros también pensemos, entramos en el juego.

¿HIPÓLITO TIENE RAZÓN?

Y, curiosamente, uno de los hilos que se escapan en este encaje de bolillos es que Hipólito, si lo pensamos bien, tiene razón. Se muestra como intolerante contra las mujeres porque dicen que son capaces de las intrigas más perversas. Es un clásico literario, la diatriba contra el sexo femenino, que vemos en Cristóbal de Castillejo en su Diálogo de Mujeres y similares. Pero es que finalmente Fedra escribe una carta a Teseo como venganza, mintiendo vilmente contra Hipólito.

La reacción de Fedra es eso, una reacción. Y también un acto de intolerancia. Y también una intriga perversa. O sea, que los acontecimientos al final le dan la razón a Hipólito: Fedra es más mala que un dolor de muelas. Llegados a este punto, pese a la capacidad del texto para atraernos, los autores tal vez piensen que quizás unas tapitas en el bar estén bien.

SIEMPRE QUE VUELVES A CASA, ME PILLAS EN LA COCINA.

Y no lo digo por el desbarre de la canción de Vainica Doble, que en apariencia no viene a cuento. Porque, ¿qué justificación tiene que nos hablen de gastronomía? Pues en realidad la tiene.
Escena con lianas en Hipólito, Festival de Mérida 2018Hay una filosofía sutil de fondo de ambos adaptadores que podemos encontrar en el bar de la esquina. Un alegato al ocio, al placer de no hacer nada, al dolce fare niente, al hedonismo sin dolor, al placer sin angustia como respuesta para calmar ímpetus sexuales y represiones morales. Para evitar dramones griegos. Es una idea que fluye por toda la obra cuando algún personaje aporta racionalidad a aquel desbarre trágico.

De hecho, aparte de cocinar, al final los personajes acaban cenando. La comida por placer es lo contrario al trauma psicológico. No solo es síntoma, sino la causa de dicha salud mental. Con una s cervezas y unas tapas se arregla todo. Es decir, tomar la vida en serio es una tontería, como dice otra canción. En el fondo, la racionalidad que lucha por imponerse es más hedonismo que otra cosa. Y hedonismo en lo pequeño. Un hedonismo que acaba de un plumazo con el vicio sexual desatado y sin medida, enfermizo, y contra una virtud impositiva, intolerante y frustrada, también enfermiza. Es algo sutil que se aprecia al fondo.

LOS ACTORES

FEDRA, CAMILA ALAMAEDA, UNA GRAN ACTRIZ.

En general, todos me han gustado, pero especialmente Fedra, con un monólogo bien llevado, natural dentro de lo trágico y creíble dentro de lo dramático.

HIPÓLITO, ALBERTO AMARILLA, DESATADO.

Camila Alameda como FedraBien también Hipólito, aunque tendría que contener un tantico su expresión corporal y facial porque a fuerza de gesticular y moverse demasiado por el escenario en sus intervenciones, llega a sobreactuar y robarle escena al texto. Se nota demasiado que su caída, moribundo ante los pies de Teseo es un alarde de expresión corporal antes que una consecuencia natural de su condición de medio muerto.

TESEO, JOSÉ A. LUCIA, UNA BUENA VOZ.

Gran presencia de José A. Lucia como Teseo. Destaca su voz y su empaque en escena.

EL RESTO DE ACTORES

hipólito, escena de la obraDe igual modo me gustaron todos, Cristina Gallego como nodriza o Amelia David (Artemisa) y Mamen Godoy (Afrodita) Lo único, (en estos y en los anteriores), que la actuación roza la exageración sobreactuada. Se chillan y se gritan unos a otros tal vez un “tantico mucho demasiado” a veces. Estamos en un drama griego, lo sé, pero siempre se corre el peligro de no darle el punto justo al guiso, pasándose de sal. Aunque también es difícil llegar sin quedarse corto.

LA PUESTA EN ESCENA.

Buena y brillante, con esas lianas y acrobacias, el coro muy funcional, complementando la obra y desarrollando en tres planos que se dan a la vez la plasticidad y el peso de la obra: humanos por un lado, dos diosas por otro, coro como tercera pata del taburete pero mezclados entre sí en la misma escena. Buena dramaturgia.

 

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