El victimismo se disfraza, no solo de llantos y quejas, también de fuerza y coraje. Desvelemos su plumaje. Piensen en un hogar: impuestos, colegios, compra… cualquier cuestión doméstica le sirve a un victimista que se enmascara como sesudo responsable. El victimista enérgico encontrará en cualquier tarea motivo para autoafirmarse. Si la situación familiar es cómoda, se apuntará a clases de zarzuela, cochet, kárate o lo que sea con tal de hacerse la vida imposible a sí mismo… y a los demás. Buscará correr, correr, correr para que la prisa le dé pruebas de su dedicación, pero no acaba ahí la cosa. Lo común es que intente hacer pasar sus caprichos por imprescindibles y con ellos torturar a su pareja, que ni arrastrada por bueyes querrá someterse, pero al enérgico le mola cargar de tareas su vida… y la ajena. El otro se convertirá entonces en un zángano y esto le endiosará. Qué mejor forma de endiosarse que crear tu propio pelele. Su pareja siempre será más vaga. Atosigándole con tareas que ni le van ni le vienen, no querrá hacerlas, las hará mal, y su fracaso demostrará la superioridad de su dueño. Pero será peor si el pelele entra por el aro, el pobre pasará las de Caín corriendo. Es la forma de llorar que tiene el victimista enérgico: muestra ante el mundo cómo sufre con tanta tarea (qué él mismo se ha impuesto) y cómo ha de soportar a un incompetente al lado. Y con esta culpabilidad, le vampiriza.
El victimista enérgico se asegurará de que el otro vale menos. Para ello, asumirá toda la tarea, para echarle en cara que se toca los forros. Tendrá «La Prueba» entonces, (prueba que él mismo ha puesto en el escenario del crimen, curioso juego) Pero el victimista enérgico es así, necesita verse jodido por culpa tuya.
Imagínese que un día alguien le desenmascara las trampas. Inténtelo: no lo logrará. Defenderá con uñas y dientes su estúpida estrategia.

Publicado en prensa de papel (La Voz del Tajo- Talavera de la Reina) el 25 de noviembre de 2014)

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