Sorprende ver la admiración que profesan determinadas personas a ciertas basuras a la vez que desprecian o ignoran auténticas joyas. Resulta curioso indagar en el razonamiento de este tipo de degustadores del vacío. Llegas a la desoladora conclusión de que no todos nacimos del mismo barro. Pero la vida es así. Hay quien bosteza con Mozart y se emociona con la sintonía del telediario. Porque existen los consumidores de tetrabrick y los catadores de vino pero ¿hasta qué punto los enólogos deben educar a los borrachos?
Un día descubriremos, igual que hemos hecho en educación, que al lado de la estética culta, cultivada y mejorada a lo largo de los siglos, existe otra estética, o miles, incluida la del tetra brick.
Estéticas de lo mediocre, lo feo, la basura, de lo que no aporta nada al espíritu ni a la belleza. Existen alcoholizados sin criterio que alaban mediocridades y no se dan cuenta del talento. Y los que asistimos estupefactos a su falta de inteligencia nos preguntamos si tal criterio tiene igual valor que el nuestro. La disputa es como la política, todo puede justificarse aunque ciertas realidades salten a la vista. Por ejemplo, argumentos complejos contra simplicidades que obvian razones de peso, deberían situar a una estética sobre la otra. Pero ¿quién lo determina? Ocurre que quien pone en duda el valor «absoluto» de lo artístico suele ser el más superficial y ramplón. Eso ya te orienta.
¿Qué si «tal criterio tiene igual valor al nuestro»? ¿Eso he dicho? ¿Pero qué me he creído yo? ¿Ha pensado usted eso también? Pero, ¿qué se ha creído usted! ¿El arte nos ha hecho tan vanidosos, a usted y a mí?, ¿de verdad? ¿O es otra cosa?
Pero tal vez podamos sentir algo parecido en nuestras carnes cuando, desde nuestro mediano nivel cultural, asistimos a enseñanzas de eruditos que alcanzan considerables orgasmos ante obras difíciles. ¿Nosotros, degustadores de García Márquez, somos acaso los borrachos de portal y tetra brick comparados con los admiradores del Ulises de Joyce? Y cuando ellos y nosotros leemos «Cien años de soledad», ¿vemos lo mismo, nos emocionamos con lo mismo? ¿Acaso el borracho de portal, si escucha el Adagio de Albinoni, oye las mismas notas que nosotros?
Publicado en prensa de papel (La Voz del Tajo- Talavera de la Reina) el 31 de mayo de 2016)
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