Safo, representación en Mérida, 6 de julio de 2002.
SAFO PLANTEAMIENTO ESCENOGRÁFICO.
LA ESCENOGRAFÍA.
Me gustaría recordar el nombre del pastel. Lo busco en las imágenes de Google y aparece. Es un pastelito rosa, por mejor decir, “rosa rubor”, o “rosa crepe”. Se trata de la “tarta rosa buttercream”. Lo adjunto.
Eso teníamos. La escenografía era eso. Una especie de souflé. Unas telas colocadas modo random. Desde luego, la creadora de la escenografía, la propia directora, Marta Pazos, tuvo una idea discutible. Porque no pega para una lesbiana progre. A esa tarta también se la llama “tarta de quinceañera”, es para niñas pijas y no pega a chicas tan guerreras.
EL SENTIDO DEL SOUFLÉ
Tal vez, al ser construido el souflé a modo de maqueta del propio teatro romano en pequeño, pretenden que este pierda su reciedumbre. Quieren llevar las columnas de piedra “masculinas y duras” a un territorio más esponjoso, menos rígido. Se simboliza así dos conceptos. El concepto femenino como algo más dulce, rosa y blando, color que simboliza el movimiento feministra político, por un lado, y contrario a la dureza y la violencia de lo masculino
También intenta trasladarnos al mundo poético, suave, tierno, del amor entre mujeres, contrario a lo masculino, lo erecto, lo duro.
Por eso la sensación de suflé del decorado.
El mundo poético de Safo transformado en souflé, reflejado en una estructura escenográfica. La idea puede valer, visto así, no digo que no, pero…
EL PROPÓSITO Y LA SENSACIÓN.
Pero la sensación que causa es de escenografía de teatro de colegio. Porque si esa tarta “baby shower” lo hubieran hecho las alumnas del último curso de la ESO, hubiéramos aplaudido con las orejas a las tiernas adolescentes. Pero para un teatro de adultos de fama internacional… pues no sé.
No era vistosa ni estética.
LA FUNCIÓN DEL DECORADO SOUFLÉ.
La única virtud que tenía el souflé era que aportaba distintos “huecos” a modo de hombros por donde las actrices podían aparecer y desaparecer, dejando en escena solamente aquellos personajes y músicos que intervenían en aquel momento.
Era funcional.
LUCES.
Otra cosa son las luces. A medio camino entre el concierto estroboscópico y la puesta en escena teatral. Las luces van cambiando según las escenas. Distintos colores para cada escena.
Fijándonos en ello, podemos compararlo con Julio Cesar trap. Allá donde Julio Cesar falla porque no cambia la luz ni distingue escenas, Safo acierta.
Hay que comprender que, en un escenario tan amplio y abierto, sin ocultaciones, es difícil realizar dichos cambios. Lo salva el decorado. Pese a lo feo, como digo, funcional.
LA MÚSICA.
La música también distinguía las distintas escenas.
Christina Rosenvinge se nos presenta como una creadora que no ha perdido su referente musical ochentero. Hija del tecnopop, usa el material que ella conoce y realiza variadas composiciones. Cambiando de estilo, desde el tecno pop al rock sinfónico, pasando por algo parecido al folklore sudamericano mezclado con lo ancestral y como no, música del mundo antiguo.
A destacar ese “folklore hispanoamericano” o simplemente español, con regusto al “Mester de Juglaría” en el número donde las actrices tocan tambores recordando a los nativos de aquel tiempo. Cuando cantan aquello de “los pétalos que caen del cielo”.
De ahí pasan a la música de cantautor cuando “la Rosenvinge” sale sola, tocando la guitarra a modo de Janis Joplin.
Procede acto seguido a la tecno música en canciones que recuerdan sus orígenes, pasando por la monodia musical antigua de la Grecia clásica.
E incluso algún número que con regusto a rock sinfónico como es la escena en la que dos actrices se golpean con ramos de flores hasta la extenuación.
Todo ello da variedad a la escena y produce una agradable sensación sonora.
Entiendo que Jaime altozano podría aclarar mejor todos estos conceptos musicales de los que yo carezco. Estoy pez en música, aunque por afición algo “me suena”. Desde el punto de vista de sus efectos escenográficos, hay variedad en Safo.
LA COREOGRAFÍA.
Safo también se vale de la coreografía del estilo de Pina Bausch, una bailarina que revolucionó el mundo de la danza. Mujeres normales bailando. Movimientos heterodoxos donde parece que el cuerpo se desmembra, en este caso inspiradas por una pasión desmedida.
Una gran creación de María Cabeza de Vaca, lo mejor sin duda de Safo, junto con la música.
Así, los momentos en las mujeres que se azotan con flores, la pasión amorosa de dos mujeres luchando cuerpo a cuerpo, a la retirada como serpientes o animales heridos de tres bailarinas desapareciendo en escena, arrastrándose. La danza ritual en la muerte de Safo de una de las actrices. La mujer casada con armadura que abandona la escena cual ménade. Todo es muy visual y contribuye a la variedad escénica y al entretenimiento.
LA TEATRALIDAD EN SAFO.
Pero frente a estos aciertos en iluminación, mutis escénicos que varían el peso de la obra, coreografía, música… todo eso, cuestión distinta es la teatralidad. Y no me refiero a como las actrices interpretan sus papeles. Me refiero al libreto.
EL LIBRETO.
De Safo solo se conocen ciento y pico versos de los 10.000 que, por lo visto, escribió. Se han subastado fragmentos en la sala Christie y en se han hallado en un basurero del Cairo. Lo demás ha desaparecido. Este es el punto de partida de un libreto que no tiene mucho que aportar respecto a la vida de Safo, de la que poco se conoce, apenas nada.
Se duda si tuvo mujeres como amantes, (aparecen por ahí algunos nombres), se especula si se ha suicidado y si fue sacerdotisa, si fue exiliada o murió en su cama. Esto se especula.
La obra nos informa una y otra vez de esta ausencia de información.
Nada se sabe. Pero tampoco nada se inventa. Y tenía que inventarse algo para hacer consistente la obra, aunque fuera falso. Todo se va en un ir y venir, en repetir estos datos y no encontrar un apoyo en personajes ficticios sobre el que sostener el armazón dramático.
UN PROYECTO NO EXCLUSIVAMENTE DRAMÁTICO.
Por qué no hay una introducción, un nudo y un desenlace. Un planteamiento que luego se desarrolle con coherencia. Se nos dice quién es Safo, las distintas visiones y versiones de su vida…
La obra comienza y acaba con el entierro de Safo. Y nada más. Esa es la estructura que se pone al servicio de la coreografía, de la música, del sonido y la luz. Éste era el objetivo y no ofrecer un producto exclusivamente dramático. Se comprende. Se comprende que sea así y que ese sea el objetivo de la obra.
NO ERA LA INTENCIÓN
Los personajes le hablan a Christina Rosenvinge, que interpreta a Safo, recordándole… su amor por las mujeres, su condición de sacerdotisa, si murió o no murió suicidada… Y otra vez que si fue exiliada de Lesbos, que si sus poemas se han perdido… Y venga a dar vueltas a la noria. Sin un hilo dramático que seguir.
Cierto que se trataba de una de un aula poética o algo por el estilo. Una mezcla que no correspondía a ningún género, ni al musical, ni al dramático, ni al poético, ni al dancístico, si no todo a la vez y a ninguno. Pero al menos hubiera sido de agradecer hallar algún hilo que seguir.
En lo teatral, fue insuficiente. Pero claro, no veníamos a ver asi, así que falta leve.
EL ÚNICO HILO QUE SEGUIR EN SAFO.
El único hilo que seguir en Safo es la escena en que una mujer se ve obligada a contraer nupcias con un hombre y abandona su tendencia lesbiana por obligación, por culpa de un Estado patriarcal. Es un mini cuento que nos relata una historia. Pero poca cosa más en el sentido de contar historias de este libreto.
SÍMBOLOS EN SAFO. LA ARMADURA Y LA SANDIA.
Es interesante el símbolo de la armadura en esta escena. La armadura simboliza la opción no elegida. Una heterosexualidad que a una lesbiana le viene grande, que no se hace con ella, que le pesa, que le paraliza, que no siente, que no es lo suyo. Por eso se cae, por eso le resulta artificial y ajena. Es una crítica al hombre y su poder. La obligan a casarse con un hombre. Es interesante la imagen.
El símbolo aparece en la única aportación dramática del libreto, con personajes y funciones: un conflicto, (casarse) un villano, (el hombre), una víctima, (la mujer que se casa), un objeto de deseo que se abandona, (Safo, Lesbos, la academia donde se enseña ¿a ser lesbiana?).
También la aparición de la sandía como símbolo de la vagina femenina.
TEATRO SOBRE EL TEATRO. LA MUJER QUE COME MANZANAS.
Haciendo referencia a uno de más famosos versos de Safo, una actriz aparece comiendo manzanas y nos habla del futuro de Safo en la historia, como personaje de teatro. Y habla con ella, con Christina Rosenvinge, sobre ese futuro.
Se habla de teatro sobre el teatro. Se rompe la cuarta pared. Bien.
UNA IDEA ORIGINAL. EL HOMBRE MARIONETA.
El hombre marioneta manejado por una mujer también constituye una puesta en escena original para hablar del “machirulismo”, que fue uno de los enemigos del mundo de Safo y de la isla de Lesbos.
Imágenes diversas (hombre marioneta, árbol de manzanas), modos diversos de afrontar la acción dramática (teatro sobre teatro, historia de la casada, datos que se aportan) que enriquecen la puesta en escena.
AULA POÉTICA. MI PROBLEMA CON SAFO.
Respecto al aula poética, la reducida producción de Safo que se ha conservado, junto con la precariedad de un lenguaje poético resultante de las traducciones, de una cultura extranjera ya perdida, de los siglos pasados… sumado a lo evolucionada que está la sensibilidad poética hoy día, no permiten que nos emocionemos demasiado cuando leemos a Safo.
Por mucho que quiera decirse, la poética antigua tiene escasos ejemplos que hoy día conecten con el lector o espectador. Más aún, cuando solo son fragmentos, que no dan lugar a expresar un sentimiento completo.
CULTURA, TIEMPO, PAIS, MODOS DISTINTOS QUE PERJUDICAN LO POÉTICO
Una cultura distinta, un país distinto, una sensibilidad que nos es ajena, unos sentimientos que se han perdido, el tiempo transcurrido, o una forma distinta de entender los “universales”, impiden la cercanía a los poemas sáficos. Mucho más si eres hetero.
Si, además, la puesta en escena juega a emocionarnos de otra forma, con anacronismos, guitarras, baterías, efectos de sonido y coreografía vistosa, los poemas de Safo se disuelven en todo esto. No se ven. Y cuando hacen “chas, y aparecen a tu lado”, recitados por Christina, tardamos en reconocerlos. Se nos hacen extraños, porque nuestra mente está en otra cosa.
SAFO Y MARÍA FOLGUERA, QUIÉN ES QUIÉN.
Un libreto donde se ofrecen fragmentos de los poemas de Safo junto con textos dramáticos de la propia cosecha de la autora María Folguera, sin hacer distinción de una cosa u otra, confunde. Se nos da todo mezclado. Así es difícil hacerse con el poema de Safo. Hay que entresacarlo de las palabras de un libreto desestructurado.
Hubiera sido de agradecer destacar lo que era de Safo y lo que no, y que la Folguera se recreara en ello. Hubiera estado bien.
LA INTERPRETACIÓN.
En general, las actrices intervienen con fuerza y solvencia profesional. Otra cosa es Christina Rosenvinge. Está un poco blanda. Se ve que lo de la interpretación no es lo suyo. Aunque su intervención la cubre el resto del elenco, cuando recita o interpreta, la obra flojea un tanto. Habría que decirle a la danesa que ponga un poco más de alma, aunque sea Safo quien se supone que está recitando.
El resto bien, incluido la kinética del baile.
PUESTA EN ESCENA DE SAFO.
Ya hemos hablado de la escenografía, aquel souflé, cuya única virtud es permitir crear entradas y salidas variando el peso de la obra. También nos hemos referido al baile, inspirado en las coreografías de Pina Bausch. Me referiré a continuación a las ideas dramáticas se suceden. Son variadas y atractivas.
La aparición de una actriz interpretando a Afrodita, metida en la bañera, o las musas como entes mágicos o duendes del bosque correteando por la escena y otras apariciones, como la diosa que porta la lira o el hombre marioneta, conforman un conjunto de ideas distintas ideas de gran resultado. Recordemos que “divertir” viene de “diverso”. E ideas diversas son.
EL VESTUARIO.
De igual modo, en cada una de estas escenas, dinámicas y variadas, cabe destacar el vestuario tan contrastado de las actrices.
El hombre marioneta de negro frente a su ventrílocuo, de blanco.
Otro momento en el que se muestra Christina Rosenvinge con un atuendo rojo frente a las musas de blanco. Contrastes en el vestuario que inciden sobre la variedad musical, visual, escenográfica de la obra en sus distintos aspectos.
LESBIANISMO Y MISANDRÍA EN SAFO
Y tengo que referirme al fondo, al tema de la obra.
Yo no sé por qué la opción lesbiana tiene que estar asociada necesariamente al odio al hombre. Cierto que la sexualidad femenina fue reprimida durante muchos siglos por las distintas culturas, no solo occidental.
Pero la represión sexual no solo se ha dado históricamente contra la homosexualidad, ni contra las mujeres en exclusiva. Que le cuenten a nuestros abuelos qué ocurría si una mujer heterosexual tenía relaciones antes de casarse con un hombre. Y ahí eran tanto las madres como los padres los que reprimían a sus hijos, ya fuesen hombres o mujeres, por ser jóvenes. O por haber pecado. Por decidir por su cuenta. Por llevarles la contraria. Desde el siglo XVIII. El Si de las niñas, de Moratín. Porque entonces se pensaba así.
EL SEXO, DEMASIADA IMPORTANCIA.
Y es que el sexo siempre ha sido una cuestión polémica. Tanto para reprimirlo como para ensalzarlo.
En realidad, si se fijan, es una actitud infantil. Reprimirlo es una opción que remite a miedos infantiles sobre el sexo. Una actitud que hecho mucho daño a lo largo de la historia. Infantil en todo caso.
Infantil es construir una sociedad sobre la represión sexual. Pero infantil es igualmente reaccionar contra esa represión, ensalzando exageradamente unos hábitos y costumbres lícitos como son los homosexuales, en una respuesta agresiva y desmedida.
LA HOMOSEXUALIDAD EN EL FESTIVAL DE MÉRIDA.
Safo se hace eco de esa corriente que hoy fluye en la sociedad. Decir que existe el patriarcado, agredir al hombre como violador y todas esas historias, a mí me parecen peleas de niños chicos que no van a ninguna parte. Ya verán cómo, dentro de dos o tres años, no aparecerán estas cuestiones en el Festival de Mérida. Al igual que han desaparecido los Refugees o la crisis financiera, asuntos fundamentales que creíamos enquistados y de los que, sin embargo, no se ha vuelto a oír.
LA HOMOSEXUALIDAD EN LA OBRA DE TEATRO SAFO.
LA VIOLENCIA CONTRA LA HOMOSEXUALIDAD HOY DÍA.
En todo caso, si querían reivindicarlo del todo, podrían haber actualizado el problema llevando a Safo a países dónde se sigue condenando a muerte a los homosexuales, tanto hombres como mujeres. Donde se sigue obligando a las mujeres heterosexuales a casarse con el marido que el padre elige para ellas. Eso por no hablar lo que le pasa a una adúltera que se acuesta con otro hombre fuera del matrimonio en otros paises. La lapidación de adúlteras y la ejecución en la horca de homosexuales en países islámicos. Eso sigue ocurriendo hoy, junto con la ablación, también cuestión a reivindicar. Así que hay mucho que decir respecto al orgullo gay, y también al orgullo heterosexual de una libertad exigible para todos.
UN PROBLEMA CULTURAL.
Me dirán que esta situación de la mujer sumisa y del sexo hetero reprimido en los países islámicos son producto de la forma de entender las relaciones en aquella cultura, que se trata de un problema cultural.
Exactamente lo que ocurría no hace más de 50 años en la época de Franco cuando se reprimía la homosexualidad y ciertas relaciones heterosexuales, que era una obsesión que tenía aquella gente, pero también una forma de ver y de entender la vida propia de aquel tiempo, tan diferente a la de hoy. Otra cultura. Era otra cultura, un modo de pensar diferente. Y no podemos juzgar otras culturas desde parámetros actuales. Es erróneo y, además, injusto. Eso por no hablar de más atrás, en el siglo XIX o en tiempos medievales en occidente. También era cuestión de otra cultura.
A no ser que “esa otra cultura” perviva hoy con graves consecuencias. Entonces queda justificado combatirlo, y no centrarse en la nuestra, donde la pervivencia de esos usos y modos antiguos es residual. Porque se desatiende el problema mayor para centrarse en el menor, y eso es, cuando menos, una impostura.
EL FESTIVAL DE MÉRIDA, EL CAMALEÓN DESTEÑIDO.
Si el espectáculo anterior de la 68 edición del Festival de Mérida de este año 2002, Julio César, fue un homenaje al colectivo LGTBI, Safo, indudablemente, es un homenaje a las lesbianas. Estamos a la moda. El Festival de Mérida es camaleónico y se adapta a las corrientes políticas que se llevan y deja de adaptarse a lo que no se lleva. No tienen más que revisar el pasado de dicho Festival, haciendo memoria democrática de ella, y ver el proceso. Cuando estaban de moda los inmigrantes y los refugiados, llegó Fernando Ramos con sus palitroques en Viriato. Y cuando se trataba de hablar de los desfavorecidos de Grecia, tras la caída de Karamanlis y la llegada al poder de SYRIZA, vino Silvia Pérez Cruz a cantarles al déficit de la deuda externa. Refugees y desfavorecidos por la crisis de los que ya no se habla, por cierto.
Este año no están de moda.
LO QUE ESTÁ DE MODA ESTE AÑO.
Lo que está de moda este año es el orgullo gay en todas sus variantes. Imagino que no tardaremos en asistir a alusiones a la subida de gas, la gasolina y la crisis energética. Asuntos que no tardaremos en ver reflejados en alguna de las obras que no se esperan en el Festival, porque están de moda.
O de nuevo a los refugees ucranianos y a la guerra de Putin, que este año tenemos al pobre ciudadano anónimo, víctima del exilio por culpa de los tiranos.
Aunque me temo que esto último no lo veremos mucho. El Festival de Mérida, desde el punto de vista ideológico, es un camaleón desteñido. Se adapta según qué color, y olvida algunos. Y si se considera que Ucrania es lo que es, políticamente hablando, y Putin lo que es, no hay que hacer mucho caso al “refugee” ucraniano, que él se lo ha buscado.
SAFO, CONCLUSIÓN.
Pero bueno, en definitiva, muy agradable la obra que vimos el pasado 6 de junio en el Teatro Romano de Mérida.
El Festival de Merida, siempre jugando a ese juego inestable de pagar el tributo necesario a la ideología correcta y hacer teatro, que es de lo que se trata. Corriendo siempre el riesgo de privilegiar lo primero por lo segundo. No se ha pecado en las dos primeras obras, Julio César y Safo, que han salido bien. Pero ahí está el riesgo.
En espera de otro mensaje político al se agarrará el festival para seguir en el candelero, quedé por hoy estos apuntes sobre Safo.
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