Esta es la primera parte de una crítica/estudio sobre Niebla, de Unamuno.
Empecemos por una comparativa
LA TÍA TULA, SAN MANUEL BUENO MARTIR Y NIEBLA, COMPARATIVA DEL PERSONAJE QUE SE TRASCIENDE A SÍ MISMO
Unamuno es un filósofo metido a novelista pero también es un novelista. Obras suyas como la tía Tula, plantean argumentos interesantes. Tula es un personaje cuya psicología es mundana, terrenal, enfrenta sus problemas humanos en una situación concreta y real. «San Manuel», desde el punto de vista narrativo, plantea cuestiones espirituales, trascendentes, que dan un paso más desde lo mundano a lo filosófico. Niebla plantea un conflicto más filosófico de todos.
Comparo las tres obras para ver la evolución de un personaje común que va deshaciéndose de su individualidad como ser para acceder a estadíos supra reales. Es así como Unamuno entiende al personaje, como algo que trasciende la realidad y lleva dentro una vivencia interna, un pulsión interior, y acaba en lugares pertenecientes al concepto, a la idea. Tula es la pulsión interior hecha carne, psicología mundana. San Manuel es más filantrópico, trascendental y Augusto Pérez da el paso hacia lo metafísico.
LA VIDA COMO NIEBLA
Niebla plantea la vida como una nebulosa, como un ente extraño, dónde la existencia es el material de trabajo Ya no estamos ante la frustración como madre o esposa de Tula, un problema personal respecto a lo social. Ya no son sólo desazones humanas vinculadas al otro, a su fortuna, a la falta de justicia del humano en comunidad respecto al individuo, de alguien apegado al barrio y a la familia que se compara con su hermana y el cuñado. La angustia existencia se trasciende en Niebla y Augusto Pérez pasa a ser un filósofo que se plantea un problema de su propio yo como existente. Cierto que hay un problema de relación con la mujer amada, Eugenia, como en Tula se había una proyección en el cuñado, pero en Augusto ello se mezcla con el sentido de la vida.
LA BATALLA ENTRE EL CONCEPTO Y LA REALIDAD
En los primeros compases asistimos a razonamientos filosóficos y metafísicos interesantes donde la novela como tal no se desarrolla. Es a partir de que conocemos a Eugenia y a Mauricio cuando la novela empieza. La conversación en la escalera de los amantes es el punto de partida del texto como novela. Las reflexiones toman carne y se accede a lo novelesco. Encuentra al fin Unamuno el tono del género «novela» que hasta ahora no había encontrado, tal vez intencionadamente. Es en este capítulo, donde conocemos las intenciones y los sentimientos de los seres vivos habitantes en ella, donde hallamos a la musa de Augusto, a la pianista verdulera, al antagonista opositor en el conflicto. El antagonista es Mauricio pero también lo es el propio objetivo de Augusto, Eugenia. Eugenia representa un ideal inalcanzable, conceptual. Eugenia es símbolo, parece. Y es que el objetivo es a la vez el imposible, el reto. Eugenia es una chica mundana, sincera con sus sentimientos hacia Mauricio, que desprecia la riqueza de Augusto, que está comprometida con su novio vulgar. Eugenia es mucho más terrenal de lo que quisiera Augusto. Hay dos Eugenias porque hay dos realidades, la interna y la externa, la elevada y la de portal, la conceptual y la ramplona. Es el debate entre lo intelectual y lo real trasladado a cuerpos humanos, a una anécdota narrativa. En el mundo real, Eugenia no ama a Augusto. De las dos Eugenias posibles que Augusto plantea, descubrimos que la inventada, la creada, sólo está en su mente. Pero esta no existe. Sólo existe la Eugenia «de la portera», que se impone, igual que se impone la vida a una utópica pureza meramente teórica pero más bella, mas «augusta». El sueño metafísico de aquella Eugenia metafísica es un desideratum fatal, que significa su fracaso. Lo vemos cuando conocemos a la Eugenia terrena.
Desde el punto de vista formal, Unamuno la sabe hacer hablar como una verdulera y mostrarnos su vulgaridad más expresiva y ramplona, sin cultura, pese a tocar el piano. He aquí al narrador capaz de hablar en distintos niveles.
Vamos descubriendo, para sorpresa del lector, a la par que lo descubre Augusto, que esta «Eugenia de la portera» odia la música, quiere ser independiente, se ve obligada a dar clases de piano para sobrevivir y que su sueño es una vida rutinaria y convencional. Su vida no es elevada, «augusta». Si Augusto es el yin, Mauricio es el yan, cielo y tierra, santo y diablo.
Más allá de lo que en filología nos cuentan sobre el paraguas cerrado como símbolo de un personaje incapacitado para la vida cotidiana, más allá de la simbología de los nombres, «augusto», «Eugenia, la bien nacida» etc, estos son los mimbres que obtenemos de una lectura limpia del texto.
UNA REFLEXIÓN DE UNAMUNO SOBRE EL ARTE NOVELÍSTICO.
Hago un paréntesis tal como Unamuno hace para hablar del arte de escribir. Sí, porque a mitad de obra Unamuno revela ser consciente de todo este asunto de novelar la filosofía o justificar con una novela un tratado teórico filosófico. La novela es una excusa para hablar de nosotros mismos, de nuestras teorías, de lo que pensamos, una excusa para discutir con nosotros mismos y aclarar nuestras ideas, exponerlas, dividiendo en fragmentos de conversación con personajes inventados lo que al fin y al cabo es un monólogo. Eso viene a decir, más a menos. Además, Unamuno habla del gusto por la acción y el diálogo del lector como base formal de la novela que el novelista debe atender. A mitad de obra, Unamuno propone un inteligente argumentario respeto a esto. Es curioso el análisis qué realiza respecto a su arte. Acierta plenamente, al deshacerse de todo tipo de complejos, prejuicios, y analizar de una manera libre y sin compromisos en qué consiste dicho arte. A través de un diálogo de casino, con personajes que hacen gala de absoluta libertad de criterio, Unamuno nos cuenta todo esto. De este modo, puede el autor escribir un libro filosófico y hacerlo pasar por novela entretenida y así llegar al gran público. Es darle gato por liebre, hacer asequible conceptos convertidos en cháchara. En realidad es lo que a un lector cotilla le interesa. También habla del carácter cotilla de los lectores que se complacen en historietas y como el autor debe atenderles.
SUBTRAMAS CONSISTENTES EN CONSEJOS
Diversos personajes, a los que consulta Augusto, a través de diálogos ofrecen consejos al protagonista y así ofrecen al lector las ideas del autor, todo un estudio sobre el amor y el matrimonio con ejemplos matrimoniales variados, a modo de las moralejas clásicas, sumándose unas a otras, dándonos un caleidoscopio de modos de afrontar la relación de pareja. Desde el divorciado, al hombre que no tiene hijos y sufre por ello, al hombre esclavo de los hijos y del matrimonio que ha perdido su libertad, etcétera etcétera. Cada amigo ofrece un panorama de esclavitud y de servidumbres o de soledad. Dichas historias también, a su vez, constituyen pequeñas historias narrativas por sí mismas pero aportan filosofía y pensamiento que ayuda a hacernos reflexionar no ya sobre la aventura superficial entre Augusto y Eugenia sino a pensar sobre dicho transfondo.
EL OBJETIVO
El problema de fondo es encontrar la solución al problema del amor y el problema del matrimonio, de las relaciones amorosas y de pareja. Es el tema de fondo de la obra aunque haya otro tema principal, el de la niebla de la vida, la sensación de que lo vivido no es real, no sólo en su sentido físico, sino en su sentido sensitivo, trascendente. Es algo así como preguntarse por la existencia de la propia alma, que vive en la niebla de nosotros mismos.
continuará
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