Mods, elmos, grunges y demás fauna, eso había en los ochenta. ¿Qué queda de aquello? Acaso un punk viejo perdido entre perroflautas, alcoholizado, medio loco y solo, disfrazado aún de patética gallina… Por lo demás, los que fueron metrosexuales y superfresas, son ahora jefes de sección del corte inglés. Los metaleros están gordos y se dedican a los videojuegos. Siguen devotos de Stars Wars. Dicen que los elmos se suicidaron y que acaso han ganado los raperos, cuyos hijos aún hacen el gilipollas en público.
Iban a comerse el mundo y, como siempre, el mundo se los comió.
La juventud es siempre utópica en un sistema distópico.
Hoy, los jóvenes siguen formando tribus gregarias que se mueven al unísono: viven de jueves a domingo, de garito en pub. Estudian lo imprescindible para colocarse en un mercado exigente y luego se quejan de no tener curro. Ya no son Jasp, ahora estiran la noche hasta el amanecer. Devotos del móvil y del whatssap, de monologuistas chistosos y series cómicas, se lanzan selfies haciendo monerías de besitos, poniendo dos dedos sobre el ojo, ritual borreguil como cualquier otro, pero que a ellos les parece desafiante y molón. «Si no haces lo que el resto, no estás en el mundo, no vives», y se los ve por Facebook pinchando «me gustas» con hipocresía y vendiendo su vacío.
Algunos han heredado la crestapollo de los punks, mezcladas con tupés rockabillies. Las chonis se cuelgan la chatarrería gitana de los funkys y lucen un vestuario medio gótico, pero más colorista.
Con todo ello se creen independientes, sin ver que son gregarios, como ayer lo fueron sus padres. Pisan fuerte y acabarán hundiendo su pie en las arenas movedizas de la madurez (como todos). La historia se repite. ¿Dónde los encontraremos dentro de veinte años? Pues escandalizados de las futuras tonterías de sus propios hijos. Como nosotros.
Publicado en prensa de papel (La Voz del Tajo- Talavera de la Reina) el 21 de octubre de 2014)
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