Dentro de lo que puede considerarse literatura para jóvenes, este libro de aventuras en el mar y de piratas es una entretenida novela con una acción que el narrador consigue hacer interesante, con una fábula sencilla, anecdótica y curiosa. Edgar Allan Poe desarrolla esta trama valiéndose de recursos sentimentales y orgánicos que la hacen apetecible.
A diferencia de otras novelas de aventura, a mi modo de ver, como Los Viajes de Gulliver o La Isla del Tesoro, estas aventuras cuentan con un añadido humano en que el autor se centra, interés del que las otras novelas citadas carecen. En las otras novelas, el factor humano no cuenta tanto como en Gordon Prym.
Las historias se afrontan desde la vivencia interior. Las descripciones, sin subrayar lo intimista, están construidas desde
diversos sentimientos aventurescos de tragedia humana, de densidad vital.
Queda lejanas mis lecturas de La Isla del Tesoro o de Los Viajes de Gulliver, pero las recuerdo como simple desarrollo de acontecimientos donde el ser humano que los vive – el protagonista –no los vivencia. En estas dos obras, los hechos pretenden interesar por sí mismos. En Gordon Pym, sin embargo, la aventura interesa por que está escrita desde el espíritu del protagonista. La sensación de magnitud del océano, la angustia de su escondite como polizonte cuando el barco es atacado, el terror de la cercanía de aquel barco fantasma o ese maravillarse propio de las expediciones y los expedicionarios del XVIII, vivifica la obra y la hace cercana.
No son relatos de fantasía puros donde la historia es inventada y ajena al personaje que los vive, sino que Poe simula estar contando hechos de su propia biografía y es por eso que el tono cambia, intenta y consigue epatarnos.
Interesa, por ejemplo, cuando vemos a Arthur Gordon escondido en la sentina o bodega: los olores, los rumores de la madera, su entorno, el olor a mar modelan el vocabulario. Poe escoge la frase y la palabra. Sabemos que por ello el protagonista se siente más vivo por sentirse diferente o, por mejor decir, por sentirse en un entorno único, incomparable, distinto de lo ordinario. El sentimiento del personaje dirige la aventura, no la muestra solamente.
Esta ausencia de vulgaridad, este exotismo de los sentimientos, que se proyectan hacia el hecho exterior y a su vez el hecho exterior que se proyecta hacia los sentimientos, es lo que hace realmente a la novela interese. Está escrita como podía haber escrito sobre un dolor o un placer íntimo y personal. Poe escribe desde la persona y no desde el personaje, desde la vivencia, no desde la aventura.
A raíz de la persona surge la aventura y no al revés y es lo que hace a la aventura creíble, realista, veraz, intrigante, porque no hay nada que sea más real que lo que está escrito desde el interior.
Es así que el joven lector encontrará en la novela una oportunidad de analizar y vivir sensaciones y entenderlas el verlas escritas. El joven lector puede encontrar allí miedos, sensaciones vitales, de aventura, contadas desde la intensidad de un escritor que sabe presentarle ante sus ojos los mimbres del espíritu. El joven lector entonces beberá no solamente de la anécdota y de la aventura sino del interior de Gordon Pym, y se le acercará a los secretos de sus propios sentimientos.
Quien no haya sido nunca lector de Edgar Allan Poe, estas aventuras animan a acceder a otros textos del autor.
Algo subyace en esa inclinación de Poe como escritor de historias de mievo en la escena del barco fantasma. Sin embargo, para no romper con el tono general aventuresco, le da una justificación realista al ser un barco que navega a la deriva porque todos sus tripulantes han muerto merced a una peste y no a nada mágico. Ello, sin embargo, se encuadra en el misterio no mágico, sino tenebroso y terrorífico habitual de Poe. La corrupción de la carne de unos cuerpos que llevan pudriéndose más de un mes en alta mar, le permite a Poe recrearse en la truculencia, mostrando así sus preferencias narrativas. Y de igual modo se ve esta inclinación cuando describe diversos asesinatos o muertes en la reyerta entre piratas o cuando aborda la tragedia en el Polo.
Si segmentamos la novela en los distintos aspectos, por un lado tendríamos la novela de aventuras en sí misma, peso principal de la obra. Poe no descuida que la aventura se diluya en virtud a otros intereses, pero pone todo su cuidado en que las aventuras satisfagan de principio a fin. Ello no es óbice para que haga incursiones en dos temas adyacentes que sabe distribuir sin abusar, bien como ambientación o como información: las nociones marineras, el vocabulario, momento en que el libro en gran medida se convierte en un simple tratado de navegación, y la descripción de los nuevos lugares exóticos que el barco recorre, tierras, aves, diversos mamíferos, fauna y flora.
Hoy día, el mundo más informado a golpe de cámara, dichas especificaciones resultan prescindibles y leerlas pudieran resultar pesarosas. Aun así tenemos la sensación de que realmente Edgar Allan Poe vio con sus propios ojos todo esto puesto que lo describe con viveza y precisión.
Pero uno puede animarse a saltarse estas páginas de mera descripción documental para seguir con la aventura. Un joven lector desde luego tendría muchos menos escrúpulos morales en saltárselo.
El añadido de saber que estamos ante una obra escrita a finales del XVIIIxxx le añade calidad. El tiempo pinta. El tiempo crea y añade calidad al arte. El olor a pasado es un valor añadido cuando acudimos a los clásicos de otro siglo.
Consigue Poe hacernos creer que estos personajes pudieron existir de verdad, lo que nos aporta ese grado de nostalgia no vivida, de melancolía tal vez, respecto al ser humano que vivió estas aventuras, aunque sean en un pasado ficticio
Son aventuras positivas, optimistas pese a la truculencia, animadas, vitales, donde los personajes se ven imbuidos por las ganas de sobrevivir y de prevalecer. Poe nos habla del músculo de la vida, de la alegría de vivir de fondo sobre la tragedia. Aun así, intuir o poder imaginar que estos seres que en su día lucharon y ya no están, que en su día existieron o pudieron existir, nos aporta ese grado perentorio de lucha agónica del espíritu humano contra lo inefable que es el tiempo. Es una perspectiva de la que carecen los muchos de los personajes recreados en el XXI, construidos de nueva planta, porque le falta ese ánimo vital que Poe les insufla, porque son personajes que viven la aventura sin el interior y no el interior de la aventura.
Cabe añadir, por último, que la fábula no tiene una estructura cerrada y perfecta, no los piensa Poe para cerrar círculos, para pulir bordes e imperfecciones sino que tienen mucho de improvisación, de caos, de extrañamiento. Si nos fijamos en la vida ordinaria, los acontecimientos no se producen siempre de un modo coherente y preciso. Hay mucho de imprevisión en la vida, hay contaminación de otras historias y los relatos fundamentales que vivimos se ven manchados de un légamo que distorsiona y ofrece notas discordantes a lo que podría haber sido una historia perfecta. Eso ocurre con Gordon Pym. Cualquier hecho de nuestro pasado, si se analiza bien, está lleno de estas discordancias y la verosimilitud de estas aventuras de Arthur Gordon Pym por esa imprevisión, por estas discordancias a que le somete el autor, esta sensación de que lo que va sucediendo no está previamente previsto. Los personajes, por ello, parecen sentirse desasistidos, como nosotros en la vida, no saben a qué agarrarse, son conscientes de que no se dirigen limpiamente a una dirección. Y no solamente suceden cosas que interfieren en su devenir sino que esas cosas que interfieren son interferidas a su vez.
Lo anecdótico hace presa por todos lados, lo imprevisto se acumula y hace variar el rumbo y una vez y otra lo torcido se vuelve a torcer. Afortunadamente, el eje central no se pierde, pero sí se despelucha como el rabo de un gato y es lo que le da verosimilitud. Un ejemplo es tal vez, para mí, la escena más emocionante, la del protagonista escondido en la sentina, oyendo ruidos fuera sin saber qué está sucediendo fuera. El lector le acompaña, el lector ignora con él qué sucede fuera y el lector «sufre» junto con el polizonte. Si el lector tuviera más información que el personaje le veríamos como un monigote sin espíritu (cosa que puede ocurrir en la Isla del Tesoro, donde no se atiende a estas emociones, o no con la suficiente dedicación o amplitud por parte del autor) Poe consigue que vivamos su tragedia como si fuera nuestra y esto es lo que le da ese grado de cercanía y goce de que hablamos.
Además, Poe sabe desarrollar todo un proceso verosímil de actos: NO sabemos al principio qué sucede. Luego sabemos que el barco ha sido asaltado por piratas, conocemos luego el caos que se ha producido arriba en cubierta. Augustus nos trae las escasas informaciones con las que contamos, que conocemos al tiempo que el Pym. El detallismo y la variedad de sucesos con el que se describe todo su entorno, su escondite, el perro y luego, posteriormente, el hambre personal y comunitaria que pasan, las extravagantes y muchas veces inusitadas soluciones al hambre que buscan y van encontrando los piratas cuando se ven a la deriva, sin bebida ni alimentos, nos da la impresión de que pudo haber sucedido en realidad. Poe consigue que vayamos pensando, investigando y buscando a la par, a la misma vez, las distintas posibilidades de paliar el hambre y que vivamos al tiempo que ellos la desesperación de los personajes, sobre todo Arthur. Arthur va cambiando de modo de pensar, su mente progresa y evoluciona a medida que asume actos y va sufriendo… al tiempo que nosotros. Y este ir desgranando paso a paso el proceso mental lo hace vivo, interesante y verosímil.
Se perdonan así los momentos pesarosos de la exhaustividad descriptiva en las expediciones y las numerosas líneas que dedica al vocabulario y arte marineros que, en su momento, nos aburrieron aunque también sirvieron para ambientar la novela. Edgard Allan Poe tal vez vive con un pie en el XVIII y otro en el XIX al combinar el interés por la expedición científica con el personalismo interiorizado, es por ello que estas descripciones fueron puestas ahí en su momento para divertir, es decir, diversificar, pero hoy quedan obsoletas.
En definitiva, un libro interesante, ampliamente recomendable.
valoración: 8 sobre 10
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