Podría hacer trampas y mirar en Wikipedia quién era, cómo escribía y cuáles son las características de Charles Bukowski. Así, podría hacer uno de esos que yo llamo «estudios borregos» que consiste en no salirse de las directrices que han dado unos cuantos gurús sobre tal o cual autor, personaje o tema y quedar como muy culto y tal.
Pero probablemente ese tipo de trabajos le venga bien a quien no se le ocurre ninguna idea. Yo haré un comentario lo más objetivo posible sobre mi lectura de La senda del perdedor. Y agradezco a Enrique su recomendación.
La senda del perdedor es uno de esos libros que te atrapan desde el comienzo. Cuando abandonas su lectura sientes que se te ha hecho corta la tarde y deseas volver a retomarla en cuanto sea posible, cosa que no pasa con todas las lecturas.
ESTRUCTURA DE LA SENDA DEL PERDEDOR.
Se dice que Charles Bukowski escribía sobre su propia vida, que todo es autobiográfico. Por tanto, no creo que Bukowski se planteara en ningún momento elaborar su obra con un manual de técnicas narrativas en la mano. Se deja llevar, pero la naturaleza le ha dado un músculo literario qué permite que esas técnicas fluyan y se desarrollen de forma orgánica a lo largo de todo su texto. Es así, que al contar cuestiones de su vida y ponerle pasión e interés en transmitir, acierta en dos puntos fundamentales, de una manera inconsciente.
SUMA DE AVENTURAS .
El Principito, Alicia en el País de las Maravillas, El Quijote en alguna medida y otras obras por el estilo usan esta estructura, de las más sencillas que existen. Consiste en una suma de acontecimientos, que se enlazan unos a otros, y cuyo punto de unión es la aventura misma. Ello proporciona una evolución psicológica y de relaciones.
En el caso de esta obra, no hay personajes secundarios que aparezcan y desaparezcan y vuelvan a retomarse, en una red de mimbres, no hay enigmas, subtramas… todo es una serie de pequeñas tramas sucesivas. Puede existir trama principal y pequeñas subtramas en cada cuento, de una manera natural e inconsciente, pero no muy compleja.
Así, en cada capítulo, dividido por números, Bukowski aporta un acontecimiento que implica una progresión en su concepción del mundo, su desencanto y su decepción. Los personajes casi nunca vuelven a aparecer salvo sus padres, él mismo, algún amigo y poco más.
PEQUEÑAS SUBTRAMAS DENTRO DE CADA CAPÍTULO.
De este modo, podría considerarse que cada número, cada capítulo, constituye un pequeño relato, que no cuento. Es decir, una mini novela con un eje central, aquello que se quiere contar, y unas pequeñas subtramas que son mini aventuras diminutas, cuestión de dos o tres frases, donde la lectura se agiliza. Aparte de la pasión que vuelca, está capacidad de narrar cuestiones triviales y convertirlas en interesantes es mérito que se debe a su pulso, a lo que deja entrever debajo de aparentes acontecimientos, sin llegar a teorizar. El deseo de transmitir su filosofía de vida, unido a esas pequeñas subtramas ágiles y breves, hacen que cada episodio sea atrayente y entretenga de una manera completa, que su lectura absorba.
ALGUNAS TRAMAS.
Algunas de las aventuras de Bukowski son realmente prodigiosas. Su problema de los granos, su relación con la enfermera que se los cura, la relación con una mujer madura, madre de su amigo, sus peleas en la calle, sus juegos brutales, etílicos, con sus amigos y también otros momentos imborrables como su contrato en una empresa como mero operario. Es ahí donde Bukowski aprovecha para descargar todo una batería ideológica sobre el sistema capitalista, visión escéptica y decepcionante.
También imborrable es el momento en que aborda el problema de la Segunda Guerra Mundial y del nazismo. Vemos como Henry Chinaski es un personaje que solo mira por si mismo, no por egoísmo sino como consecuencia de la decepción frente a lo humano y al sistema… a todo tipo de sistema, principalmente el capitalista. Es el atractivo del personaje y su pensamiento descastado lo que da fuerza y vigor a la obra.
EL PERSONAJE.
Desde el punto de vista de la estructura superficial, se suman aventuras pero desde el punto de vista de la trama profunda, de aquello que en el fondo quiere transmitir, vemos al personaje y a través del personaje la riqueza de la obra. El Yo narrador, reflejado en Chinaski, su alter ego, es quien dirige, gobierna y da sentido a todo. Chinaski así es punto de unión, la amalgama de los hechos con un poderoso manifiesto subyacente, sentimental.
Del protagonista nos atrae su personalidad, su forma de ver el mundo, toda esa carga, esa defensa de su modo de vida, esa necesidad de transmitir a escepticismo, su desprecio a los valores más sagrados, su desidia vital y su modo de afrontar de una manera estoica los maltratos de padre y otras cosas de la vida. La vida para él es inevitablemente amarga. Es todo ello da fuerza a esta narrativa, propia de este realismo sucio, de su generación.
CONCLUSIÓN
Una obra muy recomendable si quieren una lectura que te agarre por los bajos y no te suelte.
Y no se pierdan la metáfora final de los boxeadores, en el último capítulo. Es una de esos textos antológicos que debería citarse cada vez que los americanos o los capitalistas nos vienen con el cuento del triunfo y de la filosofía del esfuerzo en un mundo cruel creado por ellos o por quién sabe qué inevitable sino de la naturaleza.
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