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La Metamorfosis de Zimmerman, versión de Ovidio. Representación en el Festival de teatro clásico de Mérida, 7 de agosto de 2019.
Leí hace mucho los textos de Ovidio. Ovidio me parece uno de los mejores autores griegos, superior a sus coetáneos. Desarrolla una prosa no solo de trama y psicología, sino también poético, cultivando lo metafórico, lo estético y la frase cuidada. Considera Ovidio que no sólo hay que contar historias sino también hacer literatura, sumando fondo y forma. En otros autores no se revela esta pasión. Homero, por ejemplo, es más narrativo.
Así, las Metamorfosis llenan su Odisea de imágenes impactantes y de sutilezas de un autor sensible al sonido de la palabra.
LA FUERZA DE LA VERSIÓN DE LAS METAMOFOSIS DE ZIMMERMAN, SU VERSIÓN TEATRAL.
Con esta premisa, llega a Mérida la versión teatral de Zimmerman con Concha Velasco, Edu Soto, Adrián Lastra y otros famosos y llenan y de paso nos ofrecen una propuesta basada en esta poética de que hablamos. Porque el texto se sostiene solo. Tampoco pierde su aterciopelada suavidad con la traducción.
UN CUENTACUENTOS.
Puede encuadrarse esta Metamorfosis de Zimmerman en el género teatral del cuentacuentos. Algo no muy popular puesto que la existencia de un narrador que nos va anticipando la acción no gusta a todo el mundo. Pero la Metamorfosis de Ovidio, que es un libro narrativo eminantemente narrativo, no se podía poner en pie de otro modo.
Y aún así, el diálogo fluye y Mary Zimmerman integra la palabra en la carnalidad del diálogo.
POESÍA Y HUMOR.
Poesía y humor se combinan en esta propuesta a partes no iguales provocando en el espectador una doble sensación. Por un lado, según comentarios de quienes salían del espectáculo, a algunos les sobró lo poético. Solo apreciaban aquellos mitos que la versión había decidido convertir en sainete.
Quienes disfrutaron de lo poético encontraron una buena oxigenación en los momentos de humor. La combinación de poesía y drama era arriesgada pero necesaria para un teatro popular. Porque. pese a la bella palabra de Ovidio, la metamorfosis nos cuenta historias conocidas o de un recorrido muy corto y pueden aburrir si no se animan sobre las tablas. Como suele pasar con cualquier texto clásico, por otra parte. La historia de Narciso enamorándose de sí mismo, de eco condenada a perder la elocuencia, o Midas convirtiendo en oro lo que toca son leyendas conocidas sin mayor interés. Difícil extraer un mensaje.
Por los pelos, acaso, incluso tratándose de Viyuela. (El sentido de la vida está en el interior) Diversificar el tono hizo la propuesta interesante.
EL DECORADO EN LA METAMORFOSIS DE ZIMMERMAN, UNA HERMOSA IDEA.
Y como es un cuentacuentos, qué mejor ocasión que un lugar paradisíaco a imitación del locus amoenus griego con cierto aire romántico. Un espacio abierto, tranquilizador y con agua, agradable de ver y apto para contar historias. Bien acoplada la idea.
LA MÚSICA ACOMPAÑA A LA POESÍA.
Y la música acompaña a esta Metamofosis de Mary Zimmerman complementando el aula poética. Porque el género del aula poética se vislumbra al fondo. Lo es.
LA COMEDIA.
Y las partes de comedia están muy cuidadas en su efectividad. Buenos chistes, ingeniosas y rápidas réplicas y contra réplicas, con esa apariencia de improvisación no escrita que hace reír y que satisface.
LAS INTERPRETACIONES.
Las interpretaciones, sin duda, eficaces, muy profesionales, y con la ventaja que le otorgan actores que han tanteado muchas veces al público y saben qué les gusta. Saben qué funciona. Han vendido muchas veces el mismo paño.
ALGUNOS RIESGOS TEATRALES.
Como dice Victor Ullate, aunque te adaptes al encargo, siempre se ve tu mano debajo. Y aunque el montaje de la Metamorfosis de Zimmerman es sencillo y sin riesgos ni aventuras experimentales, la mano de un director amante del teatro se ve en ciertos guiños. Es el caso de la lección de expresión corporal de María Hervás representando el hambre. No solo por su modo estético y dancístico de arrastrarse sino en la gran idea de acoplarse al humano castigado subiéndose a los hombros sus.
SIN CORRER RIESGOS.
Pero aparte de este y algún otro, el montaje no corre riesgos. Las producciones del Festival de Teatro de Mérida tienen un objetivo comercial y popular evidente. Jesús Cimarro es consciente y selecciona propuestas que contienen por un lado humor bien construido y comprobado, por otro emoción y drama cuidado y reconocible. Pero no corre riesgos teatrales y pocas veces experimenta. Sabe que el espectador del Festival no es público de teatro sino de turismo. Una gran mayoría viene a ver a Concha Velasco o actores de la tele, pero no a Ovidio. Vienen a pasar el día de excursión con la excusa del teatro, pero ni sabe ni entiende. Esos mismos no se meten en invierno a ver teatro carente de famoseo en su pueblo. Y menos arte y ensayo.
Quien dirigió -y dirige- el teatro de La Latina y llevó a Lina Morgan conoce el paño y por eso es capaz de poner el cartel de no hay entradas, aunque luego tenga que salir Concha Velasco a reprender a quienes no saben comportarse, algo habitual entre el Festival. Por eso, las propuestas carecen de elementos con lo que podamos disfrutar quienes apreciamos juegos y guiños, salvo los ya dichos.
CONCLUSIÓN
Una producción espectacular, como casi todas del Festival de Teatro Grecorromano de Mérida, que insiste y se perfecciona en su carácter popular respondiendo su público natural, de turismo y no de teatro. Habrá a quien proteste, pero es así. El la Mérida del turismo de verano. Es impropio buscar otra cosa. Pretender algo distinto conduciría a un fracaso económico y a una repercusión menor. Es lo que hay. Pero si además se logra con la calidad de la obra que decimos, como esta que hoy analizamos, éxito total.
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