DANIEL GUZMÁN BUSCABA ACTORES.

Os cuento una anécdota. Cuando Daniel Guzmán, el actor y director de cine, estaba buscando actores para su película “A cambio de nada”, se empecinó en encontrar a un actor parecido a él, puesto que lo que iba a contar era su vida, en aquel primer filme que le proporcionó su primer éxito, el premio Goya al mejor director novel en 1915. Buscaba a aquel actor, pero no lo encontraba. Quería que se pareciera él, físicamente. No lo encontraba.

UN CASTING DE ACERA.

Hasta que un día, a la salida del teatro donde actuaba, vio en la acera de enfrente de esa misma calle un grupo de tres chavales, tres adolescentes. Uno de ellos era exactamente lo que buscaba. Se acercó a ellos y les propuso formar parte del casting.
Los muchachos no se lo creían. Le miraron con reticencia. Pero le reconocieron como el actor de “Aquí no hay quien viva”.
Aún así, no se decidían. Ninguno de ellos se dedicaba al espectáculo. Ninguno soñaba con ser actor. Pero Guzmán se empecinó y les pidió su teléfono.

LA SUERTE DE REALIZAR EL CASTING.

Daniel Guzmán

Al día siguiente, les llamó. Concretamente llamó al muchacho que se parecía tanto a él. Le hizo un casting. Fue un desastre. El muchacho estaba rígido, falto de energía, sin recursos, como corresponde a una persona normal que no se ha planteado nunca ser actor y se enfrenta a una cámara para decir cosas que ni le va ni le vienen.
Pese a ello, Guzmán insistió. Le volvió a llamar.
El segundo casting fue mucho peor. Se marchó a la mitad. No lo acabó.

EL TERCER INTENTO.

Daniel Guzmán siguió insistiendo. Le llamó por tercera vez. ¿Cómo fue aquel casting? ¿Fue mejor o peor? Se lo diré: ni se presentó. El muchacho iba para mecánico. No le llamaba la atención aquel “mundo de la Piruleta” que le ofrecían. Prefería algo más seguro.
Pero Daniel Guzmán estaba empeñado en que fuera Miguel Herran el protagonista de su historia y al final lo contrató.

Miguel Herran

Su primera enseñanza en el competitivo mundo de la interpretación consistió en formar parte como protagonista de una película ganadora de un Goya.
Y todo por estar en el lugar adecuado en el momento adecuado, por pura suerte, por pura chorra. Todo “a cambio de nada”, película de título simbólico y premonitorio para el futuro de Miguel Herrán.

LA INJUSTICIA ARTÍSTICA.

Es injusto, es tremendamente injusto que personas que dedican su vida a prepararse, a estudiar, que invierten esfuerzo y dinero en academias, en cursos de interpretación, carísimos muchas veces, en sacarse un título, no logren su propósito, se mueran de hambre, se tengan que dedicar a otra cosa, se tenga que buscar otros trabajos para comer, para ganarse la vida y que, acaso, alcancen algún éxito laboral en lo suyo, pero sin notoriedad, en pequeñas compañías de teatro profesionales tras un largo recorrido y cuando son muy mayores.
Es injusto por que, por otro lado, un chaval de quince años que pasa por la calle, por parecerse a un personaje que un director famoso tiene en la cabeza, inicie, sin desearlo ni buscarlo, una carrera fulgurante ya desde la cima, sin haber pagado un precio, a cambio de nada.

NO ES EL ÚNICO CASO.

No es el único caso. No sé cómo se conocieron Penélope cruz y Nacho Cano, pero ella misma ha confesado que paso tardes frente a la casa de Pedro Almodóvar, en la calle, para conseguir su primer trabajo con el famoso director.
Paseándose por la calle en el momento oportuno, estando en el bar correcto a la hora correcta del día correcto, buscándose la vida como mujer fatal que explota su adolescencia por revistas y que incita al personal explotando otras virtudes que no son precisamente las artísticas, se consiguen más cosas que poniéndose a la cola y haciendo lo que todo el mundo hace: ser coherente y responsable y llevar a cabo una formación reglamentada.

EL INJUSTO MUNDO DE LA FAMA, LA INJUSTICIA ARTÍSTICA.

Lo que ocurre es que el mundo de la fama es así. Una «pura» injusticia artística. Porque el mundo del arte no sigue unas reglas, unas normas. Ni una moral.
Existen los llamados “casting de acera”. Si te dedicas al mundo del arte, piensa en esta anécdota y agárrate los machos, chaval. Porque más vale, si quieres será actor, que te pasees por Madrid borracho, con una litrona en la mano a las dos de la madrugada delante de algún teatro y visites sitios donde puedan hallarse personajes famosos, y no perder el tiempo en academias y escuelas. Si no vives en Madrid, más vale que te vayas pronto a la capital de España, como hizo Antonio Banderas en su día, abandonando su Málaga natal, donde nada iba a conseguir, aunque tengas que comer a base de bocadillos y dormir en un banco, hasta que consigas tu primer empleo.
Que por cierto, Miguel Herrán también es de Málaga. No sé qué tiene Málaga que todo el mundo huye de allí para venir al foro.