reIfigenia merida. “Todo estaba muy arriba”. Fin del artículo.
“¿Ya está? ¿No dices más? ¿Y qué hay de los detalles? ¿Acaso no había nada bueno? ¿Fue la peor obra de las que vinieron al festival de Mérida este año, o qué? ¿Y qué hay de los actores? ¿No decías que debíamos fijarnos en los recursos que usaban el resto de obras para que valoráramos si Tiresias o Ifigenia respondían al método, a lo que se lleva hoy para las puestas en escena?”
Pues sí, dije todo eso. Pero lo que me apetece es acabar el artículo con esta frase: Todo estaba muy arriba. Y se acabó. Fue lo más destacable, lo que se puso en primer plano, para no ver otra cosa. Lo que me abrumó. “¡¡Oh, Ifigenia, tú, que etcétera, etcétera…!!” “¡¡Ah, tú, malvado Agamenón, ¿no te das cuenta de que tu hija…!!” “¡¡Oh!!”. “¡¡Ah!!”. “¡¡Eh!! Y “¡¡¡¡¡Ruego a los dioses…!!!” Y “¡Aquí está mi hija, a la que debo matar…!”… Y… y todo era así. A grito pelao. Ifigenia merida.
EL TEXTOIfigenia merida.
El problema era el texto de Silvia Zarco, que no dejaba un momento de respiro. Que no establecía conversaciones y diálogos inteligentes entre personajes. Un texto de nuevo cuño, pero escrito al modo clásico, sin concesión alguna a la modernidad a que obliga los nuevos tiempos. Personajes de cartón piedra que se reprochaban unos a otros lo que hicieron, pero sin alma en lo que decían. Tan sólo con la locura del drama exagerado como guía, sin filtro ni moderación. Y es que los griegos estaban locos. Les gustaba más un drama con sangre y degüellos que a un mono una gilette. Y así pasaba que los personajes se paseaban por la escena exaltados, como simios con una wilkinson de doble hoja.
¡¡MODERACIÓN, MODERACIÓN, POR DIOS, IFIGENIA!!Ifigenia merida.
Pero que los griegos sean así no es óbice para seguirles el juego y serles fieles a pie juntillas. Los tiempos cambian y hay que modernizar. Porque puedes caer en la ingenuidad de parir unos monólogos y diálogos estereotipados, muy lejos de la sensibilidad actual. Lo comparo con los discursos de los años 30 que daban los políticos por entonces. El paradigma de todos ellos es Hitler, con sus gestos desmadrados y peroratas de rata “pelá”. Son discursos que no convencen, que provocan risa, hoy día. Por eso Maduro resulta rancio. A poco que lean ustedes un libro o asistan a las clases por YouTube de Fernando Miralles entenderán que los monólogos y diálogos hoy se hacen de otra forma. Pero Silvia Zarco, ajena a todo ello, ha preferido darle este tono trasnochado que no se sostiene ni media hora. Y hablo solamente de aspecto formal.
EL TEXTO, EL FONDO DEL MENSAJE.
Agamenón, el padre de Ifigenia, la degüella en un sacrificio ritual para triunfar en la guerra de Troya. Y, aprovechando que el Guadiana pasa por Mérida, Silvia Zarco nos adoctrina con su teoría sobre los asesinatos a mujeres. Ojo, que no estoy en contra de que desde los escenarios se nos adoctriné sobre lo malo que es matar a las mujeres, ni niego que en el pasado la mujer estuvo discriminada. Lo estuvo. Pero una cosa es estar de acuerdo con el mensaje, que lo estoy, y otra que el texto esté bien traído, que no lo está. Ifigenia merida.
Se puede dar el mensaje, claro está. Pero bien.
EL ORIGEN.
Porque, pensemos por un momento en el mito de ifigenia. No es Agamenón quien mata a Ifigenia. No. Al menos no es el autor intelectual de su muerte. Es solo su brazo ejecutor. La autora intelectual, quien mata realmente a Ifigenia es la diosa Artemisa, una mujer. La diosa Artemisa pone en un aprieto al pobre Agamenón y exige el sacrificio de su ser más querido a cambio de la liberación del pueblo griego.
Y Agamenón se siente entre la espada y la pared. O renuncia a su “hijo” (ya verán por qué digo esto de «hijo»), o incumple su promesa con su pueblo griego y lo condena a la esclavitud de los troyanos. Es el dilema. O servir a tu pueblo y pagar el precio sacrificando a tu ser más querido o renunciar a tu deber y salvar a tu «hijo». La leyenda se pone como ejemplo de renuncia al interés personal a cambio del interés social, de ahí el dolor de Agamenón. Ifigenia merida.
Y ABRAHAM DE POR MEDIO. ¿POR QUÉ DICES “HIJO”?
Isaac y Abraham están de por medio. La Biblia, que siempre ha copiado a los griegos a la hora de elaborar sus leyendas, se fija en el mito de Ifigenia para desarrollar, de igual modo, con las mismas características, basándose en la misma emoción básica, esencial del ser humano, la amenaza a su descendencia biológica, el mito de Abraham. Y por eso decía “hijo” y no “hija”. Porque da igual el sexo de la víctima. Ifigenia es sacrificada por su condición de descendiente, de ser querido de Agamenón, no por ser mujer. (En todo caso cabría decir que la muerte de una mujer es más dolorosa que la de un varón porque implica una futura descendencia directa de Agamenón, pero esa es otra historia en la que no cabe entrar aquí)
En la leyenda bíblica es Yahveh quien pone a prueba a Abraham y le ordena sacrificar a su hijo a cambio de su fidelidad. La moraleja es diferente, demostrar la fidelidad a Dios, pero la emoción en que se basa y la historieta es idéntica, igual que hace Artemisa con Agamenón para poner a prueba su sumisión. Ahí es dónde está el meollo de la cuestión. Sacar a relucir el asunto de la violencia de género para meterlo con calzador en la leyenda, a trompicones, no es otra cosa que una decisión política
¿DEBE HACERSE? ? ¿PUEDE HACERSE?
Debe hacerse si quiere hacerse y si no quiere hacerse, no se hace. Y en todo caso, se puede siempre. Esa es la elección del autor o autora. Pero, ya que se dio, lo que el autor o autora debe hacer es no tomar el tema con frivolidad, haciendo que Ifigenia interprete su propia muerte como un asunto de violencia de género forzando la leyenda para que diga cosa distinta, que no está en la leyenda, de tal modo que las cosas no cuadren. Ifigenia merida.
UN REALITY SHOW.
Entre otras cosas porque la obra cuenta un drama sangriento donde la leyenda pretende acumular truculencias y cargarse a todo dios y semidios, con ese concepto que se tenía hace 2000 años del espectáculo. Así lograban hacerse “virales” y llamar la atención hace 2000 años. Muere Ifigenia, muere Aquiles, muere Hécuba, muere Polimestor, muere Polidoro, muere Casandra, muere Agamenón, se degüella a Polixena… se descuartiza, se hiere, se mata, se destierra… muere hasta el apuntador. Porque lo que se pretendía era crear un Reality Show truculento que escandalizara los ojos y no el juicio destinado al pueblo para que así, entretenido y distraído a un tiempo con estas atrocidades, olvidara cosas más importantes. Ifigenia merida.
LA VIOLENCIA DE GÉNERO.
En el siglo XXI es la violencia de género quien toma el relevo de los cuentos de distracción popular para que no nos fijemos en otras cosas. Porque todos hemos caído en la trampa de subrayar la violencia de género como tema principal de nuestro interés. Y si no caes en la trampa, eres un negacionista y un disidente. Porque es obligatorio caer en ella y aprovechar la mínima excusa, aunque sea muy traída por los pelos, para machacar, reiterar, entrar en bucle sin el mínimo comedimiento y mostrar una y otra vez el “problema”, sin más argumento que el maniqueísmo, lo malo que son los hombres, “full black”, negro absoluto y lo víctimas que son las mujeres, “full white”, blanco absoluto, sin más matices. Y recordemos que los matices constituyen la esencia del teatro Ifigenia merida.
VOLVER EL TIEMPO ATRÁS.
Corregir la historia no se puede, a no ser que se encuentre la fórmula para viajar al pasado. Me cuentan que los que pierden el tiempo con este fenómeno cultural ya están en ello. Me recuerdan a los americanos ganando una u otra vez de forma cansina la guerra del Vietnam en películas como “Acorralado” o similares. Allí donde no lo consiguieron en la realidad, lo intentan creando «un relato» cinematográfico. Para quitarse el trauma de encima, más que nada. Y si dices que todo es una estrategia del poder para entretenernos y que no nos fijemos en otras cosas, se van a irritar como una mona. Por eso prefiero no seguir por aquí y referirme a la incoherencia del texto en relación a los personajes. Ifigenia merida.
MENSAJE MANIQUEO, PERSONAJES BÁSICOS.
Agamenón se duele porque cree en la superstición. Cree que si mata a su hija ganará a los troyanos. Ifigenia le pide que no la mate. Agamenón se duele de tener que hacerlo. Ifigenia le pide que no la mate. Agamenón se duele de tener que hacerlo. Ifigenia le pide que no la mate. Agamenón se duele de tener que hacerlo. Y así nos tienen durante todo el inicio del drama, repitiendo una y otra vez de forma machacona este tramo de argumento donde Silvia se encasquilla. Se repite, y se repite y se repite en sus distintas versiones de lo mismo, con pocos cambios cada vez que se hace. Es un mantra que intenta grabar en nuestras mentes. Ifigenia merida.
¡¡QUE ESTOY DE ACUERDO!! (Por mucho que lo diga, no me van a creer)
Un mensaje con el que estamos de acuerdo. Estoy de acuerdo: La muerte es mala, la guerra es mala, propia de insensibles. ¿La muerte de una mujer a manos de un hombre? “¡Súper mala!”. Pero, como dicen en mi pueblo, “el cura regaña a los ausentes en los oídos de los que han venido”. Porque, ¿de qué sirve convencer a los convencidos cuando los machistas, los violentos y los que discriminan a la mujer no han ido al teatro, porque son unos cabestros? ¿Qué sentido, tiene sino quebrar la cabeza y cansar a los que ya están a tu favor? El efecto puede ser el contrario y acabar a aborreciendo la cultura del buenísimo, de tanto y tanto insistir. Ifigenia merida.
Pero no se insiste por amor a la idea que se quiere transmitir. Se insiste por el cambio sociológico que implica, que es lo que aquí critico. Eso, y el haber caído en la trampa. Pero sigamos.
Dije que no continuaría con el tema y ahora quiero señalar otro aspecto de la psicología fallida de los personajes.
NO CUADRA
Porque el mensaje es que el hombre domina y mata a la mujer. Vale. Pero el padre de Ifigenia, Agamenón, no la mata porque sea un machista y la desprecie. No porque sienta una pulsión libidinosa hacia ella, enfermiza. No es «si no eres mía no eres de nadie», que suele constituir el fondo de las agresiones a las mujeres. La mata porque es todo un cuento griego.
La ama. La quiere sinceramente, no de modo obsesivo, como se suelen producir estas muertas. La ama, no de modo perverso. Y la mata por una creencia supersticiosa, ya está, una profecía meramente mágica de la leyenda. Y según la leyenda, sin embargo, la superstición es real, a profecía se cumple. (Los griegos eran mucho de profecías) En efecto, la muerte de una virgen, que además es tu hija, va a propiciar la victoria en la guerra. Es lo que dice en realidad la leyenda, y no implica más. Y así sucede en el cuentecito original. Nada más. Pero Silvia lo saca de quicio. Ifigenia merida.
“GUERRA MALA, DIABÓLICA. GUERRA CACA”.
Por otro lado, está el asunto de la guerra que las mujeres desprecian. Pero como los troyanos han invadido Grecia y lo han conquistado, al pacifismo solo le quedan dos opciones: o humillarse y darse por vencidos y no luchar, o luchar contra la dominación troyana… con armas. Y si quiere realmente escapar de la esclavitud, tienen que empuñar las armas. No hay más.
Armas, supersticiones, muertes, cuellos cortados… en definitiva, una cultura diferente frente a la cultura del siglo XXI. Diferente también en cuestiones de igualdad hacia la mujer. Pero Silvia Zarco intenta cuadrar, haciendo equilibrios y forzando el diálogo hacia su terreno, que es lo que importa. Ifigenia merida.
DIALOGOS (MÁS BIEN DISCURSOS Y MONÓLOGOS) FORZADOS EN IFIGENIA.
Lo que le importa y lo que da prestigio es apuntarse a la defensa y reivindicación de la mujer—víctima. Hoy día se contrata mucho mejor una obra con mensaje políticamente correcto que una obra neutra o que juegue simplemente a la teatralidad inteligente, que es a lo que hemos venido.
LA PSICOLOGÍA DE LOS PERSONAJES NO SE ADAPTA AL MENSAJE.
Pero hay más cosas que no cuadran y que corresponden a la actitud y psicología de los personajes y su reacción, en contraposición con el problema que se plantea.
Porque… vamos a ver: Agamenón quiere matar a Ifigenia. (No «quiere» matarla pero «tiene» que matarla, según hemos dicho) Pero una vez que Ifigenia conoce las intenciones de su padre, ¡¡aún así, le sigue demostrando un amor inconcebible, sumiso, enfermizo!! ¡¡Se abraza él, dice que le quiere, le sonríe, pero por otro lado le pide, entre caricias y sonrisas, que no le mate!! Si esto no es un personaje estereotipado, sin personalidad ni psicología, ¿qué es?
Agamenón dice una y otra vez que sufre mucho por tener que hacerlo, pero Ifigenia no hace ni puñetero caso a esta motivación e insiste en la crueldad del hombre hacia la mujer. Es como un diálogo de sordos. Ifigenia merida.
CLITEMNESTRA.
Peor es lo de la madre. Porque llega Clitemnestra, cuyo actual marido, Agamenón, mató a su primer marido, Tántalo, y al hijo recién nacido de ambos, para casarse con ella. Igual que ciertos animales matan a la estirpe de otros machos rivales y fecundan a las hembras para asegurarse su descendencia. O, sea, que Agamenón mató a los dos para casarse con ella, ¿y le sonríes? No lo entiendo. Es algo que ocurrió en el pasado, pero no lo entiendo.
Luego Clitemnestra tuvo Ifigenia con Agamenón. Es decir, tenemos a una mujer que se casa con un criminal y lo sabe. Sabe que es criminal y lo sufrió. ¿Y se muestra complaciente y sonriente en los primeros compases de la obra? ¿Qué sentido tiene que tú, mujer sumisa, que luchas contra la sumisión en tu mensaje, demuestres con tu actitud, no solo que te sometes como personaje a dicha crueldad, sino que te encanta? No tiene ni pies ni cabeza.
Y es por esto que la obra se convierte en un despropósito donde el mensaje va por un lado y la acción dramática por otro. Y las quejas y los llantos, con su estilo clásico, suenan a falsete. Ifigenia merida.
PERSONAJES ESTEREOTIPADOS.
Lo dicho. La obra muestra un estilo muy subido, muy arriba, tanto en interpretaciones como en frases magníficas, llenas de exclamaciones, así como en incoherencia textual. No se sostiene. El texto no se sostiene. Los personajes no es chillan y griten físicamente. Gritan en la medida en que se desesperan, y expresan sentimientos exagerados y que no se relacionan en absoluto con la historia que se está contando.
POLÉMICAS INTERPRETACIONES.
Salvando a los actores uno por uno, -unos mejor que otros-, Juanjo Artero y María Garralón salvan un poco la visualidad de la obra, (aunque viven un verano rojo sangre más que un Verano Azul, esta vez) Porque decir un texto tan arriba de forma convincente es difícil respecto a las inflexiones que deben adoptarse. Pero todos hablan así y al final resulta un conjunto de lágrimas de cocodrilo, un gallinero de actores trágicos, -por culpa del texto, vuelvo a decir-. Da la impresión de que estamos ante una de esas obras de aficionados que recitan obras a pelo. Obras sin desbastar, de sentimientos desmadrados y con un resultado nefasto. Parecía una interpretación de aficionados. Cabalgaba peligrosamente por el abismo de una representación de colegio.
EL RESTO.
Y ahora vamos con lo positivo, que es muy poco pero que algo hay. Porque la obra, una vez que muere Ifigenia, entra en un periodo mucho más entretenido, gracias a Eva Romero, la directora, y también al texto (menos mal) y al montaje, con la aparición de Hécuba, el ritornelo que se produce con el degollamiento de Políxena y todo lo que se nos cuenta sobre la guerra de Troya. El secuestro de las Troyanas, la esclavitud y la muerte del niño Polidoro… todo eso nos entretetiene. Ifigenia merida.
TAMBIÉN FORMALMENTE.
También formalmente nos entretiene porque los actores se suben a módulos, esta vez rocas con huecos que los actores usan -y abusan- como único recurso que da variedad a la escena. Les recuerdo una vez más el repaso de recursos que hice en mi artículo sobre Edipo, cuyo link tienen más abajo, y donde refiero dichos recursos. Ya les dije que era un buen momento para observarlos en las obras que vendrían. En Ifigenia se tiene en cuenta.
EL VESTUARIO.
Y el vestuario también se tiene en cuenta, representando a los muertos con chales rojos de sangre, distinguiéndo así a los muertos de los vivos y estableciendo diálogos entre vivos y muertos, siendo fácil la distinción a través del uso de este aditamento.
OTROS ELEMENTOS. AGUA, LUZ Y MÚSICA.
De modo parco, pero también efectivo, es el uso del agua vertida desde unos jarrones, así como el empleo, en su justa medida, de la luz y la música grabada. Brevemente salió una chica a deleitarnos con un handpan, que es uno de esos instrumentos que… (bueno, búsquenlo en Wikipedia y acabamos antes) pero fue breve su intervención. Hubiésemos querido más.
USO DE OTROS ESPACIOS ESCÉNICOS.
Y también se usa el espacio escénico anterior al proscenio para llevar a cabo allí parte de las interpretaciones.
LO POÉTICO.
Silvia Zarco pretende dar un tono dramático a la par que poético a su obra. Sobre lo dramático ya hemos dicho bastante: dramático y rancio. Sobre lo poético hay que señalar que sus metáforas son sencillas, por no decir que demasiado simples, y que se ponen al servicio del drama antiguo, con lo cual lo dramático opaca y no deja fluir a la poesía que se pretende. Se emplea un tono condescendiente, un tono que subraya la sensibilidad femenina y la distingue de la brutalidad masculina, de forma maniquea. Poética que, por otro lado, tampoco es muy vistosa, cayendo peligrosamente en lo ñoño.
¡PERO LA OBRA TUVO MUCHO ÉXITO Y ENTUSIASMO AL PERSONAL!
“¡La obra gusto al público que vino a verla! ¡Eres un fascista! ¡Un negacionista!”
¡Bueno, bueno, no nos pasemos! Sé que me estoy arriesgando mucho y que llevar la contraria a la mayoría nunca estuvo de moda. Pero ya que me he pringado hablando de la violencia de género, me pringaré también hablando del fenómeno del público. ¡De perdidos al Guadiana!
Porque había mucha gente de Guareña. Incluso sacaron una bandera entre el público reivindicando a este pueblo. Por eso me dio la impresión de que jugaban en casa. Ignoro cuánta gente de Guareña había entre los actores, pero estaba claro que disfrutaban de la obra por ser quienes eran.
Incluso puede que hubiera mucha gente (de las que nunca van al teatro) entre ellas. Me estoy arriesgando mucho, ya digo, y estoy quedando como cagancho en Murcia, pero si por algo mis artículos “son fiables” es porque digo lo que pienso.
CRÍTICAS DIVINAS, CRÍTICAS HUMANAS.
Aunque lo que pienso puede estar mediatizado, como toda crítica humana que se precie. No existen las críticas divinas, por otro lado, todas están mediatizadas. Pero al menos puedo garantizar que son sinceras
Que al público le gustara no es motivo para que a mí me haya gustado. Los motivos por los que no me ha gustado quedan expuestos. Que sean o no sean del lugar los actores o el público entregado, no tiene que ver con su calidad. Que tenga éxito o no tampoco es argumento para decir que es mejor o peor. Y que la obra haya tenido un llenazo y fuera un éxito incontestable tampoco es prueba para que yo cambie de opinión; para que no vea o deje de ver lo que he visto. Es mi opinión. Mi opinión, sincera y mediatizada. (Tanto esta mediatizada cuando hago críticas favorables como desfavorables). Eso no tiene nada que ver.
HUBO LLENAZO, MARKETING Y CALIDAD.
¿Que hubo llenazo? Lo hubo. En el lugar de donde vengo también se usaba el mismo truco. El Ayuntamiento llenaba autobuses en los pueblos cercanos y los traían para atiborrar teatros que en la propia ciudad no se llenaban. La estrategia de marketing y venta no tiene nada que ver con la calidad de una obra. O no siempre. Traer famosos para que actúen en Mérida o incluso contratar obras locales de autores y actores aficionados extremeños para llenar el patio de butacas con familiares y amigos es otra estrategia. No tiene nada que ver el marketing con la calidad. Puede haber obras muy buenas que no llenen, e incluso fracasen a nivel popular, y obras muy malas que triunfen. Y lo contrario. Son dos cosas distintas. Que el público esté a favor o que aplauda a rabiar no tiene nada que ver con el resultado “objetivo”.
Puede que el público tampoco sepa apreciar.
Ya ves que me pingo hasta hacerme viral o provocar el odio. (Así no va a haber nadie que quiera comprarme mis novelas, pero como siendo “bueno” tampoco…) Pues eso.
¿TIENES ALGO MÁS QUE DECIR?
Poco más. Podrían comentar la presencia brutal y sin compasión de los hombres estereotipados. Comentar también la acumulación de adjetivos y sus sinónimos, así como de sinónimos de la misma idea. Podría comentar cómo el discurso de algunos hombres, como el caso de Aquiles o el caso de Ulises al final con Hécuba, es difuso y se pierde en el conjunto del mensaje y de la historia.
Todo eso podría comentar, pero ya está bien, que estoy cansando al personal. Lo cierto es que alguna obra mala tendría que venir al Festival de Mérida para que no pareciera que soy demasiado complaciente con el evento. No es que fuerce a toda costa una crítica negativa y me valga Ifigenia para hacerlo. Escribo como me sale y si hubiera considerado que se trataba de una obra correcta no me dolería en prenda decirlo. Pero no me gustó y aquí están los motivos.
Lo que sí es cierto es que mato dos pájaros de un tiro. No monotonizo este conjunto de artículos, dando una impresión equivocada de mis críticas. No me paga nadie.
¿MARIA LUISA O TEATRO ROMANO?
Un apunte más. Para concluir respondo: sí. Creo que los motivos que determinan si una obra debe ir al María Luisa o al Teatro Romano es, en efecto, la intervención de “famosetes” en la propuesta. Pero también la espectacularidad, cuando no la mayor o menor inteligencia teatral del evento en algunos casos. Más interesantes suelen ser las del María Luisa, pero creo que el motivo principal es la presencia de actores famosos para que se envíe la obra al Teatro Romano.
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