Representación en Mérida de El Misántropo de Menandro, el 13 de julio de 2022.
ESCENARIO SENCILLO Y EFICAZ.
Comencemos por analizar ese escenario sencillo y eficaz del Misantropo de Menandro que consiste en simular un descampado seco con manojos de espigas situados aquí y allá. Dan la sensación que, en efecto, nos hallamos en un paisaje mediterráneo campestre. Por Extremadura se puede ven muchos así.
Además, dejando la “frons scaenae” como está y adaptándose el decorado y con una iluminación limpia y diferente en cada momento, la construcción milenaria ayuda a completar el efecto. La ambientación se consigue con pocos elementos y permiten que los personajes que parezcan más reales. El escenario los acoge, transmitiendo una sensación de empaste absoluto.
TEATRO SOBRE TEATRO. RUPTURA DE LA CUARTA PARED.
Continúan las buenas sensaciones que recibe el espectador: nos hablan a nosotros. Los actores rompen la cuarta pared y eso presagia que nos vamos a divertir.
Si ya de por si el decorado era bueno, el hecho de que salga el protagonista, Jesús Castejón, y después Beatriz Carvajal a darnos consejos sobre cómo apagar el móvil O preguntándonos que haríamos en su caso, añade teatro sobre teatro al teatro convencional. Dos modos de hacer teatro, alternándose. Variedad en el planteamiento.
Los personajes se van a convertir en actores, y también se van a dirigir a nosotros una y otra vez, como efectivamente ocurre. Ello nos da una buena vibra. Eso nos despierta, por si acaso nos habíamos dormido, cuando los personajes evolucionan.
EL LIBRETO.
Este trabajar el teatro sobre el teatro y la ruptura de la cuarta pared en El Misántropo, de Menandro, revitaliza la obra. Pero también lo revitaliza la libre versión de las autoras, Carol López y Xus de la Cruz. Se curran cada frase y cada palabra en un alarde verbal, igual que hacía Muscari en su propuesta. Elaboran chistes que, si no llegan a hacernos reír, sí al menos sonreír.
Juegan con la ventaja de que, además de autoras, son también la directora y el ayudante de la directora de la obra. Parece como si el texto si adaptara al modo en que tienen pensado dirigir y mover a los personajes en escena.
Adaptar un texto y ajustarlo con la dirección e ir rectificando hace que interpretación y texto casen a la perfección. Puedo imaginar incluso a las directoras en pleno ensayo reformando el libreto, a medida que trabajan con los intérpretes, para lograr una mayor conjunción. Ello permite que el actor se sienta más cómodo con lo que está diciendo.
ESCENAS VISTOSAS EN EL MISÁNTROPO, DE MENANDRO.
Dos trabajos divertidos, escribir y dirigir. Dos labores de creatividad muy distinta que se dan a la vez.
E ideas escénicas variadas.
Tenemos desde una parodia de programa concurso de televisión, a unos bailes de Hare Krishna y canciones, que se introducen, oxigenando la escena. Canciones: Gloria, de Umberto Tozzi, A mi manera, de Frank Sinatra, y otro clásico muy conocido que no acabé de identificar. Mezclado con escenas realistas que corresponden a la historia. Con las continuas apelaciones al espectador. Todo muy comedido y en su punto justo. Nada cansa. Todo entretiene. Y además, el dios Pan interviniendo en la obra y opinando sobre los papeles de los personajes y sus funciones. Una obra muy entretenida y variada.
LOS ACTORES, LA ACTUACIÓN EN EL MISÁNTROPO, DE MENANDRO.
Interpretaciones vistosas, cercanas en algunos momentos al vodevil. Farsa desatada que cae de lleno y de manera consciente en la farsa ridícula. Como en aquella escena se simula el cine cómico con luz estroboscópica.
Otros momentos y otros actores de interpretación más contenida, pero igualmente hilarante. El contraste de uno y otro modo de actuación ayuda a que la obra enganche y no perdamos detalle. Si todas las actuaciones tuvieran el mismo “tono”, no sería tan eficaz.
Y el caso es que no nos damos cuenta de que son interpretaciones diferentes, porque empastan muy bien. Farsa en los enamorados, actuación menos farsesca en los “senex”, Beatriz Carvajal y Jesús Castejón.
LAS CANCIONES
Respecto a las canciones, cabe destacar a los más jóvenes, que hacen alarde de voz y musicalidad. No así a los actores más veteranos, la Carvajal y el Castejón, cuyas voces quedan en un plano inferior. A veces no llegan.
De igual modo, destacar a los jóvenes y su actuación, muy superior a los veteranos que digo, aunque en ellos también se aprecia buen hacer y profesionalidad.
LOS ENAMORADOS.
A destacar, los dos actores que protagonizan la obra. Glicerina y el chico que se enamora de ella. La vistosidad de sus movimientos, su frescura, su desparpajo, su agilidad en cambiar de postura corporal (puesto que desde tan lejos y en un escenario tan grande estos gestos amplios son los que mejor se aprecian), nos indican que estamos ante dos actores muy buenos y con innumerables recursos.
Sus interpretaciones contribuyen en gran medida al éxito del Misántropo, de Menandro.
LA ECOLOGÍA EN EL MISÁNTROPO DE MENANDRO.
Hay una crítica en el Misántropo, de Menandro, a aquellos urbanitas que acuden al campo sin tener ni idea, para especular con las casas rurales bajo la excusa del misticismo ecologista, la cultura vegana y la comida saludable; los chacras, la limpieza espiritual y demás zarandajas. La obra se burla de estos aprovechados y eleva un canto al mundo rural en su esencia más tradicional, haciendo referencia a pelar una gallina y la matanza del cerdo como asuntos prohibitivos y condenables por los animalistas y otras hierbas.
También se burla de aquella gente que pretende dar libertad a las gallinas, como aquellas dos locas que atribuían al gallo una ideología machista patriarcal y que rompían los huevos que las esclavizaba. Aquellas desatinadas fusionaban, en su nueva cocina ideológica, ecologismo, machismo, feminismo, violencia de género, animalismo y no sé cuántas cosas más. La referencia a ello supone una burla contra estos pazguatos.
FEMINISMO CONTRA ECOLOGISMO
Pero también la obra es feminista. El ecologismo está bien porque forma parte de la esencia de la obra. El misántropo, de Menandro, vive en el campo y le molesta la ciudad. Los ciudadanos llegan al mundo rural y alardean de sus prejuicios y su desconocimiento. Su falso ecologismo pertenece al cuerpo de la obra.
El feminismo no.
Se mete con calzador dicho feminismo al final de la obra. Mientras que el ecologismo está justificado en la esencia del drama a representar.
FEMINISMO DESATADO.
De repente aparece la María Ordóñez, que ya he dicho que es genial como actriz, como si fuera una loca desbragada y nos echa un discurso sobre “que su personaje carece de nombre” y ella lo atribuye al patriarcado machirulo.
El dios Pan se burla de ella, en tono machista, pero la gritería el personaje no para. Ambos emprenden un debate que no tiene sentido. Además, dicen unas cosas que válgame Dios. A cuál más absurdo y delirante.
EL FEMINISMO Y EL ESPECTADOR.
Imagino que, a muchos, reivindicar el papel histórico de la mujer, la desigualdad de género y todas esas cosas, en teatro, les parecerá bien. A mí me parecería bien si fuera un mitin. Pero hay una gran cantidad de espectadores que ni les va ni les viene. Vienen a disfrutar de una obra y se encuentran, por narices, con el impertinente discurso, con el obligado adoctrinamiento, una obra sí y otra obra también de las que ofrece en el Festival de Mérida. El espectador se pregunta que ha hecho él para merecer esto.
PUBLICIDAD NEGATIVA. El Misántropo de Menandro
La publicidad que se hace de dichas reivindicaciones es negativa a todas luces. La política se mete y se sigue metiendo con calzador, aunque no quieras. Si no quieres, toma tres tazas. Y así no. El espectador se cansa, se agota, considera que abusan de él, que le intimidan, que vale ya. Más aún cuando Glicerina lo convierte en un mitin sin más al final del Misántropo, de Meandro.
Trae el tema por los pelos. Es algo impuesto. Tienes la sensación de que lo dictan desde arriba y no hay nada como acorralar a la gente e imponeras con un cucharón unas ideas, para que acaben aborreciéndolas, por justas que sean.
EL FEMINISMO EXALTADO NO ES EFICAZ.
Porque el discurso de Glicerina es revolucionario, exaltado, histérico, despendolado, sin filtro. Es como esos discursos de Irene Montero. Pero no sabe esta buena señora que gritar y exaltarse no es convencer. Agredir con la palabra y humillar al otro en el razonamiento, tampoco es convencer. Y ganar al otro, no porque tus argumentos sean más fuertes, sino porque tu tono es más visceral, produce el efecto contrario a la rectificación. Nadie quiere ser humillado ni ser atacado, y reacciona a la contra, odiando el feminismo igual que odiabas la zapatilla de tu madre cuando eras pequeño.
Porque el nuevo feminismo pretende “educar” a la gente zapatilla en mano, y eso lo hacen mucho mejor las dictaduras de cualquier ideología.
Con gritos histéricos vences, pero no convences. Te odian.
LA IRONÍA FRENTE A LA EXALTACIÓN.
No solo el Dios Pan, sino el resto de personajes dan la razón a la loca de las cabras. Uno tiene la sensación que lo hacen con el gesto de “pa ti la perra gorda” porque no quieren entrar en disputa.
Resulta mucho más efectiva la ironía. Algo de eso hay en la reacción de los demás personajes, cuando ven a la loca colgarse del techo, fanática. Es mucho más efectiva esta ironía que la exacerbación.
Con el enardecimiento uno tiene la impresión de que te faltan argumentos y los suples gritando. Con la ironía y el sarcasmo das la sensación de que te sobran.
(Estas breves nociones de psicología elemental ha sido ofrecidas por el sentido común) El Misántropo de Menandro
DISPARATES.
El final de la obra es otra cosa que nada tiene que ver con el teatro. El espectador inteligente lo pasa por alto. Lo echa al capítulo de las cosas que no valen la pena. No quiere líos, no desea discutirlo y se calla, pero no eso no quiere decir que la feminista nos haya convencido. En realidad, la Irene Montero ha quedado como cagancho en Murcia.
Porque a lo que invita el discurso exaltado de la Montero es a que busques fallos en sus argumentos.
ESTA NO TIENE NOMBRE
La buena señora se empeña en quejarse de que “no tiene nombre” y por eso es ninguneada. El resto si los tienen. Porque la mujer, por ser mujer, ha sido ninguneada “¿No es así?”, pregunta indignaba al resto del elenco. Sí, sí, responden todos. Y responde así también Beatriz Carvajal que, como todos sabemos, interpretaba a un personaje masculino, o bien no era mujer, o bien yo me he perdido algo.
Por cierto, que rechaza el nombre de DOXA. (Yo no sé si hay aquí un guiño secreto e inconfesable a Pierre Bourdieu, no me quiero equivocar, y un guiño de ironía por parte de las autoras el hecho de que a muchacha no le guste el nombre. Pero creo que es rizar el rizo)
El caso es que al final recibe el nombre de Glicerina. No sé si nitroglicerina. (también es rizar el rizo, ¿no?)
LAS OBRAS ANTIGUAS. El Misántropo de Menandro
También se quejaba de que, en las obras antiguas, a la mujer no la daban cancha. ¿Y qué hacemos, Irene? ¿Desenterramos a Plauto y le llevamos al Pazo de Meirás como castigo? ¿O quemamos sus obras como si fuéramos curas de la inquisición?
Que se reivindique el feminismo de aquí para adelante, estará bien. Que se pida justicia por el pasado, un revisionismo y un castigo ejemplar por los pecados de los muertos, es un despropósito de loca.
(Y no tengo nada en contra de María Ordóñez, pobrecita, que ella se limitaba a interpretarla)
FUTUROS MENSAJES
Más valiera al Festival de Mérida traer a colación la subida del precio de la gasolina y de la luz y el gas, si quieren reivindicar algo de sustancia, que es de eso está pendiente el respetable. Aunque con hacer teatro y contar una buena historia, como la que hemos visto en esta representación del misántropo de Menandro, basta y sobra.
CONCLUSIÓN.
En conclusión, tercera obra, tercer éxito del festival de Mérida en su 68 edición con este grupo de actores solventes y una dirección y composición escénica muy bien empastada.
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