Reflexión sobre la navidad
Queridos reyes: hace frío. No quiero regalos. No sé qué pedir. Soy adulto, qué les voy a contar. Los adultos somos muchísimos más caprichosos que los niños. Los niños se conforman con un muñeco de plástico o una pelota… será por eso que no sé qué pedir, porque los adultos no nos conformamos con nada, porque lo queremos todo, porque nada nos sacia.
Por eso os pido
volver a ser niño, tener las necesidades de un niño, para no pedir tanto. Que el amor sea un beso y un abrazo, no una duda, un quebranto, un quebrado, un desconfiar del otro y de nosotros mismos. Que la amistad sea el día a día compartido, no el preguntarse si los amigos lo son. Que la soledad sea la búsqueda de uno mismo y la búsqueda del otro un llamar a la puerta del vecino, no el llanto desconsolado y desconfiado porque nuestro timbre no suene. Que la realidad sea el hacer limpio y no el juzgar sospechoso. Que la vida sea un juego, eso pido. Un juego donde nadie pierde, donde nadie compite salvo por el placer del juego, no por la derrota ajena. Sí, ya sé que estoy idealizando mucho a los niños, que en realidad son crueles, pero también pido, ser el niño ideal puro, inocente, lleno candidez, que no entiende de crueldad. Eso pido, que me engañen sin que se aprovechen de mí, ya que todo en la vida es falso al menos solicito una mentira bella, una parte de la verdad agradable con la que pueda subsustir este hermoso año. ¿Qué más pedir? ¿Os parece poco? Bueno, sí, pediría otra cosa pero esta sí que va a ser verdaderamente difícil. Os pido que existáis. Me mola mucho el de la barba blanca.
Joder, me ha salido como una de esas mierdas que te envían por el whatssap.
Publicado en prensa de papel (La Voz del Tajo- Talavera de la Reina) el 7 de enero de 2014)
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