Critica humorística de la novela el caballero de la Armadura oxidad,a de Bob Fisher
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El caballero de la armadura oxidada es una novela de esas toca cojones al estilo Paulo Coelho. En ella el autor, más que contarnos aventuras, gracias, desgracias y sucesos de un caballero andante, elabora una metáfora ridícula y adoctrinante acerca de cómo superar las crisis depresivas, errores de perspectiva, traumas y demás parafernalia psicótica. En realidad, este libro no es una novela sino una idiotez de esas de autoayuda y superación donde se nos vuelve a cantar las mismas letanías conocidas. Se arremete contra las personas egoístas que solamente viven para si mismos, que se han colocado una armadura que le aísla del resto de la sociedad, que están sumidas en la desesperación porque son víctimas de su propia ambición desmedida e irracional
QUÉ COSAS, CRISTIANISMO ÑOÑO
El autor la emprende con un conocido, proverbial y rancio viaje místico, al modo de las vías ñoñas y alucinógenas católicas, de purgación, de comunión con Dios, que aquí se troca en comunión con la naturaleza, con un panteísmo teosófico, y desde ahí, Fisher como otros muchos autores curillas de pueblo con derecho a pontificar, empieza a dar caña de lo lindo a aquellas personas que han errado su camino.
Autores como Fisher pretenden reconducir a las ovejas perdidas, desde sus pulpitos literarios, al redil de lo correcto, de una supuesta e imaginaria sabiduría universal, al aprisco de la nueva psicología católica y facha de la que son abanderados.
TEMA, RECORRIDOS MÍSTICOS
La cosa va de que “El caballero de…” ha abandonado a su mujer, una borracha impenitente, (pobrecita ella), porque es tan ambicioso que tiene una vocación, una afición. Y es malvado tener un entretenimiento, como irte al futbol o con los amigachos. Es malo. Y el caballero está muy equivocado porque, pobrecita ella, está sola, ¡y su hijo!, (ay que ver) Se ha largado el tío para dedicarse a lo que le apasiona. No, no debe ser así y ahí está Fisher para echarnos la bulla: las cosas con moderación.
El caballero emprende una vía purgativa visitando el castillo del silencio, luego el castillo del conocimiento y luego no se que otro coño de castillo más para mostrarnos el ejemplo correcto, el buen camino cristiano (o judío o vete tú a saber, porque este tipo era judío, parece -religioso, al fin y al cabo-) de cómo un hombre debe abandonar aquel vicioso entretenimiento que le absorbe y le aísla, esa armadura que se ha puesto, que no le hace sentir, que le aleja de los demás, que le vuelve insociable y egoísta. A medida que va aprendiendo este caballero gilipollas que debe abandonar sus proyectos Y ambiciones y dedicarse un poquito más a su familia, el autor se pone contento y, por arte de birlibirloque, sin saber cómo ni porque, por esas razones irracionales medio ecuménicas de la mística (o del judaísmo) que no hay quien tenga cojones de entender, de repente, el hombre se vuelve más sabio, más sensible, se le oxida la armadura, se le cae, se le desprende y empieza a comprender el amor universal, se ve imbuido por una felicidad sobrenatural, se une finalmente en el último tramo de la vía mística, la unitiva, con una entidad superior, moderna, psicóloga, panteísta, un amor universal, conceptual pero con trazas de indiscutible religiosidad, con rasgos no ya teóricos de amor sino vitales, puesto que detrás de ese amor ultimo al que tiende a unirse durante todo el trayecto se esconde el dios de siempre, de barbas blancas y de misa diaria.
SEGUIMOS HABLANDO DE EL CABALLERO DE LA ARMADURA OXIDADA
La Iglesia, (o la sinagoga, o la madrasha) como siempre tan hábil, ha encontrado en lo psicológico un disfraz moderno y sumamente efectivo para seguir pastoreando al rebaño de siempre y a aquellos incautos que se le sumen, y seguir marcando con ello las directrices de la moral colectiva. Ahora se trata de humanismo, de psicologismo, de bienestar individual y el bien social como bien superior, sobre el individual, como claves fundamentales de esta filosofía humanista cristiana (o judía o… ya saben) que es la de siempre. Es el humanismo cristiano de siempre, pero ahora embozado tras la capa de la psicología, la psiquiatría y toda una serie de ministros de la iglesia agazapados tras de estas ciencias prestigiosas para seguir gobernando ovejas y, a la postre ordeñarlas convenientemente, haciéndonos creer que nos hacen un favor.
NO ESTOY DE ACUERDO.
Y los cristianos y los nuevos siervos del humanismo psicológico, tan contentos. Se apuntan sin rechistar a esta engañifa de paz interior, de felicidad en el servicio a los demás y se tragan sin rechistar ni darse cuenta esas tontunas de el viaje de castillo en castillo aprendiendo cada vez más uno de sí mismo, del enfrentamiento a nuestro propio espejo, a nuestro propio yo, y la aceptación de lo inevitable como secreto de la felicidad (así pueden los banqueros robar todo lo que les dé la gana, pues cuentan a su alrededor con toda una sociedad borreguil que ha sido convenientemente amansada con la pamema de la aceptación de lo inevitable).
PSICÓLOGOS Y CURAS
Sí, cada vez estoy más convencido de que detrás de los psicólogos están los curas. Incluso gran parte de la izquierda mansa y alucinada, aquella que tanto se asemeja a una beata de peana, con llagas y en trance, esa izquierda moderna, budista, individualista, anarquista, naturalista y mística de salvar las ballenas, de igual modo se come con patatas y sin rechistar esta antigua filosofía, eso sí remozada, alicatada hasta el techo, por el socialismo. Y así nos llega esta engañifa, con nuevos aires sibilinos, desde los libros de autoayuda y desde tontunas como esta. Se hacen odiosos los Paulos Coelhos o Fisher o autores similares cuando descubrimos por debajo del capisayo de lo psiquiátrico, la sotana de la mística. Parecen saber más que nadie estos idiotas de guante blanco tan acostumbrado a decir sus idioteces a medias, con amplios conceptos interpretables, con un vocabulario de significado suntuoso y tan abierto que pueda ser engullido sin dificultad ni atragantamientos, a la vez que uno se siente ridículo, adoctrinado y reprendido como un niño ante un adulto autoritario y pedagógico: “no te obsesiones con tus actividades individuales, no te encierres en ti mismo, despójate de la armadura que te hace infeliz y vive con los demás y para los demás”. ¡Coño, ese soy yo!, y uno se acojona ante sus propios defectos y mira a Fisher como sui fuera el padre prior que ha venido con la excomunión o con las ostias, o con el hisopillo a sacudirnos yesca marinera con el agua bendita de la psicología. Recuerdo a un cura que me cogió una vez de la oreja para que me levantase a saludar y casi me la arranca. Así me siento.
MENSAJES DE MANUAL EN EL CABALLERO DE LA ARMADURA OXIDADA
«No eches la culpa a los demás de tus fracasos. Solo tú mismo eres responsable. Tú eres la causa, no el efecto de los acontecimientos que te sucedieron». ¡Cojones!, ¿y entonces la borracha, qué? ¿Que mi padre fuera un capullo que me infló a hostias en el barrio marginal y se fuera de putas y nos tuviera en la ruina con las tragaperras no cuenta? ¿Yo soy culpable, la causa de mi propio fracaso laboral, igual que el pijo Borja Mari, que ha sido criado entre algodones? ¡Manda huevos! ¡Sí, lo mismo va a ser responsable un niñato del barrio de Salamanca con la universidad garantizada, que un gitanito de las mil viviendas, las mismas opciones y oportunidades ha tenido, no te jode!
¿Y SI TIENE LA CULPA ELLA?
¿Y la borracha qué? La esposa del caballero se coge unas toñas impresionantes porque se aburre y porque su maridito no le hace caso y porque ella misma no sabe entretenerse por sí sola. Pues por la misma regla de tres, la culpable será ella sola, ¿no?, ¡Pues no! ¡Es su marido el culpable, por dejarle tirada con el niño. ¿No habíamos quedado en que uno mismo es la causa de su propia felicidad o infelicidad? Ahora va a resultar que cuando se trata del caballero el culpable es él y cuando es su mujer con síndrome de Wendy, el culpable también es él. Pues que la dichosa Julieta se busque una afición u otro maromo y deje en paz al marido y que viva su vida. Pues no, el marido es un insociable y tiene que abandonar lo que esté haciendo para dedicarle tiempo.
¿LA AMBICIÓN ES MALA?
Entonces, según esta novela, ¿la ambición es mala? No, la ambición no es mala y Merlín dice una idiotez supina, de la que no se puede sacar nada, acerca de la ambición. Merlín, uno de los personajes gurús y sabios que enseña al caballero, dice que la ambición sí, pero no, pero que sí, pero que no, pero que bueno, pero que no tanto, pero que quizá, pero que tal vez. Al final no entendemos nada sobre si la ambición tiene que ser una ambición moderada o una ambición universal o qué cojones de ambición se trata. El caso es que el pobre caballero no puede salir a sus asuntos haciendo lo que le dé la gana con dragones y con historias. Porque sí, claro, también le sale un dragón: «el dragón de la duuuuda y del mieeeedo»… (a los curas les gusta mucho estas metáforas infantiles). Y también les gusta sacar a una paloma y a una ardilla que hablan y adoctrinan convirtiendo el mensaje para adultos en una cosa ñoña, más bien ridícula, porque los curas ven a los demás como niños a los que hay que enseñar. Es la soberbia típica de la gente religiosa o mística de todo género, que ellos leen como riqueza espiritual y generosidad. No se pueden quitar esa soberbia de la cabeza y el corazón: los feligreses somos masa bobina que pastorear y por narices debemos de ser idiotas y ellos ministros portadores de verdad. ¿Habrase visto mayor vanidad?
MÁS REFLEXIONES
II
Vale, tómenselo a broma. Hay que romper una lanza respecto al fondo de la cuestión puesto que sí es cierto que, en gran medida, a veces nos obsesionamos con cuestiones que no convienen a nuestra salud mental. A veces no aceptamos cosas que son realmente inevitables. Y son inevitables o imposibles de veras. A veces somos infelices por no estar más en contacto con el mundo y encerrarnos demasiado en nosotros mismos. No, si en esto el librito tiene razón. Y también la idea de reírse uno de sí mismo, proverbio conocido y machacado hasta la extenuación. Tómense esta parodia-comentario-crítica como modo de reírnos de la sacrosanta verdad que transmite, porque solo desde la burla, desde el escarnio, desde la desmitificación del propio libro podemos empezar a asumir sus enseñanzas sin que estas se conviertan en algo pastoso e inasumible por gigantesco y amorfo, como suele pasar con estos libros. Y si hemos lanzado un libelo contra quienes se atreven a conducirnos por el buen camino sin tener derecho, autoridad y acaso tampoco un gran argumento, también hagamos examen de conciencia y digamos que esta crítica, burla y parodia supone una opinión, una toma de posición, una postura a priori, una forma de adoctrinar por mi parte, aunque sea a la contra de estos santos mandamientos psicológicos. Criticar, como ya hemos dicho en algún otro artículo de este blog, es sencillo, demasiado sencillo y la parodia parece eximirte de la obligación que siempre se tiene de lanzar ideas constructivas. Asumo la auto-reprimenda. Pero no me negaran que los libros de autoayuda son cansinos y que aquellas obras, textos, novelas, cuentos con moraleja, narraciones didácticas tienen tufillos que nos alejan de la verdadera purga, la verdadera cura espiritual que proponen. El efecto es el contrario por el tufo a cirio. Aunque, en nuestra secreta vivienda interior, más de una vez hayamos echado mano de todas estas teorías y convenientes recomendaciones para no llevar una vida demasiado errada. Quieras que no, cojones, hemos nacido dentro del redil apostólico y algo de borrego tenemos.
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