Atención: voy a hacer dieta. Aclaro; soy YO quien va a hacer dieta. ¿Se ha entendido? No, parece que al fondo no han entendido bien así que repito. Hago dieta yo, la cumplo YO, la incumplo YO, me la salto YO o la abandono YO. ¿Ahora? ¡Tampoco! Aunque parece fácil, privar al cuñado del placer de meterte el dedo en el ojo lo hace incomprensible. La familia toma las decisiones individuales como colectivas, propiedad del clan.
Que yo haga dieta o decida cualquier cosa PARA MÍ, supone un juguete divertido para «los tuyos».
Les resulta imposible privarse del placer de vigilarles. Enseguida, el vecino del quinto, el camarero de abajo, el hermano, madre o novia se coloca el uniforme y desfogan sus ansias de medirte el trozo de pan, porque miran por tu bien.
Pero no. Si quiero comerme una viena entera o cinco donuts me los como. A ti nadie te ha dado vela. ¿Es que no puedo opinar? Pues no, porque es un truco. Ya sé que no poder ser mi jefe y censor te pone triste porque te vas a aburrir, pero no. Tu consejo es reprensión y matraca sobre la loncha de york, para sentar tu culo sobre mi cabeza y no. No hay consejo más inútil que el que no se ha pedido.
Ya sé, ya sé que en tu desesperación acabarás gritando que me pondré como una vaca, me amenazarás con un infarto cerebral si me como esa aceituna y asegurarás que entonces me va a cuidar mi abuela, pero como no caigo en la trampa, acabas insultándome. ¿Paralítico y babeante, ése será mi castigo? Perfecto: paralítico pero libre.
Desengáñate y entiéndelo: ni infarto, ni opinión ni nada. A callar. Yo hago la dieta, la empiezo yo, la termino yo, la incumplo yo, la malinterpreto yo o me la paso por el sobaco yo. Yo y solo yo.
Ahora sí, ahora creo que se ha entendido. ¿O no?
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Publicado en prensa de papel (La Voz del Tajo- Talavera de la Reina) el 7 de abril de 2015)
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