ARGUMENTO DE SAN MANUEL, BUENO, MARTIR
Sabemos, por lo que hemos estudiado en el bachiller, que esta obra trata de un sacerdote que ha perdido la fe y aún así se ve obligado a seguir impartiendo doctrina católica y servir de ejemplo a sus feligreses. Ha alcanzado tanta fama de bueno y de necesario en la villa, que se siente atrapado en su labor. Se siente obligado, por el bien de sus ciudadanos, a seguir fingiendo una fe que ya no tiene. Esta es la idea general, desde el primero momento está planteado un CONFLICTO INTERIOR, el personaje en lucha consigo mismo donde una sola persona, don Manuel, es protagonista y antagonista al mismo tiempo.
Cuando afrontamos el libro, sorprenden varios elementos fundamentales que convierte en la novela en algo especial, en algo que no supone un tratamiento vulgar, anodino del problema sino en algo inteligente.
Varios son los aspectos, aquí dividido en cinco epígrafes.
1.- Lázaro como lo europeo.
2.- La tradición religiosa como sentimiento español.
3.- Intercambio de valores entre razón y fe y la bondad como sacrificio personal. Quijote y Sancho religiosos.
4.- Razón y fe como problema político. El problema social frente al problema individual de la fe.
5.- ¿Texto narrativo o filosófico?
1.- LÁZARO
En primer lugar, la aparición de Lázaro, cuyo nombre bíblico es significativo para un lector curioso. El hecho de que se llame así, despertará inquietud al principio, para ver de qué modo se va a desarrollar esta analogía bíblica. ¿Qué juego va a tener un «Lázaro», (levántate y anda) en el desarrollo de una obra que trata sobre la pérdida de fe y la lucha de la tradición sentimental contra la razón moderna y europea? Leído con un sentido histórico, el descubrimiento de la intelectualidad extranjera supuso un choque al principios del XX frente el lastre cultural y clerical de la sociedad del entonces. Hay dos lecturas, por tanto, que hacer, la conceptual y la histórico sociológica.
El juego conceptual entre duda y fe o inteligencia y fe, o pérdida de fe y creencia ciega popular queda así sugerido primero. Luego abierto, mostrado. La simple aparición del nombre de Lázaro nos despierta interés. Ponerle ese nombre al ANTAGONISTA EXTERIOR ya es un acierto y con él Unamuno se compromete a retos no sencillos.
2.- LA TRADICIÓN
La segunda cuestión es el pozo de tradición del que habla Lázaro. La metáfora es bella; «En el fondo del alma de don Manuel hay toda una villa, un castillo, que se remonta a los abuelos, a los ancestros, a los antepasados». No solamente es un pozo antiguo de cristianismo, sino de amor familiar, de costumbre, visto como un valor, algo tierno, bondadoso, apreciado, algo que no debe destruirse. Unamuno, como autor, aprecia ese pozo, esa sustancia católica española, porque ve en ella el fondo de la esencia de nuestro país y eso le hace valorarlo como un elemento que da sustancia a “lo español”. El “soy español”, más allá de las tendencias políticas o guerracivilistas posteriores, era un punto de referencia antes del 36, un punto de referencia con connotaciones distintas a las actuales. No tenían referencias guerracivilistas, y eso es importante y esa es la lectura correcta. Ser español antes de la guerra, era pertenecer a la sustancia de un pueblo del que los habitantes se sentían orgullosos a la par que despertaba en los intelectuales un sentido crítico, pero más sociológico que de partidos. Por tanto, la fe desde la que habla Unamuno no es la fe de hoy. Si no entendemos esto, no disfrutaremos de la obra. Es la fe unida al sentimiento español íntimamente, imbricada en lo católico. Una fe que no solo sé sustenta en ideología y teología, sino en sensibilidad antigua, rancia, ancestral, nuestra, como pueblo, y esa es la belleza y la tragedia de “el problema de España”. Es lo que permite relacionarse a los aldeanos de la novela una manera sensitiva entre ellos, con el párroco y con un Dios.
3.a.- PERSONIFICACIÓN DE DOS CONCEPTOS, RAZÓN Y FE
Ya hemos dicho que Lázaro tomará el papel de la razón, algo que viene del extranjero, de América. Sería algo así como lo Europeo desde el punto de vista de la filosofía unamuniana. Razón frente a fe. Fe como sustancia antropológica pero razón como signo de evolución, como inteligencia. Hay una bella frase de Lázaro. Lázaro, a la par que admira la bondad de don Manuel, sabe que está mintiendo, sabe que está inmolándose por el bien sensible del pueblo, en defensa de una tradición que les permite a los aldeanos ser felices. Esa bondad, en contra de sus propios creencias, es la que ejercita hasta el final don Manuel, incluso ante el lecho mortuorio de una feligresa, para que muera en paz. Pero Lázaro reflexiona: » es demasiado inteligente para creerse lo que enseña».
3.b.- SANCHIFICACIÓN Y QUIJOTIZACIÓN; MANUEL Y LÁZARO
Al igual que Don Quijote y Sancho Panza, en la segunda parte de la obra cervantina, intercambian sus papeles y pensamientos, en esta obra don Manuel se convertirá en Lázaro y Lázaro en don Manuel. En parte. Don Manuel se ve espoleado por la presencia y las ideas de Lázaro, incitado a ser más racional y Lázaro, a su vez, se admirará de la caridad desprendida de don Manuel, y entiende algunos de los resortes de sensibilidad del cristianismo. Hay una transvase, una ósmosis sensible entre ambas argumentaciones encontradas, que no enfrentadas. Razón y fe se plantean así, no como enemigas, sino como complementarias y opuestas. Durante toda la obra, razón y fe serán jugadas con habilidad por el ajedrecista filosófico de Salamanca. Son dos cifras distintas que han de sumarse, dividirse, restarse o multiplicarse en la difícil matemática humana.
4.- REIVINDICACIÓN, HUMANISMO CRISTIANO, FILOSOFÍA PERSONAL
Lázaro es también la reivindicación social. La lucha de clases frente al humanismo cristiano. La religión entendida como poesía, como ternura gana la partida y Lázaro entrará al servicio de don Manuel. Pero hay una tercera ficha el juego. Entre el humanismo cristiano y el progresismo, existe otra razón superior, filosófica, que impera sobre estas dos tendencias «políticas» (strictu sensu, política como ciencia del pueblo, polis); es la falta de fe, la inexistencia de Dios, el problema metafísico de Dios, la inmortalidad, por tanto, como problema, como lucha o agonía.
Es una relación sentimental. La religiosidad o, por mejor decir la sentimentalidad, se aloja en el drama interno existencial de don Manuel.
Ya aclaramos que la religiosidad de San Manuel Bueno y mártir es sentimental no es la dulzura, inocencia y ternura de ciertos aspectos de la parafernalia religiosa como pueden ser el niño Jesús, la Navidad, la devoción de una viejecita beata, la muerte de una madre… Todo esto aparece como elemento sensible del pueblo de Valverde de Lucerna. La auténtica sentimentalidad de don Manuel es la inocencia de su pueblo, la ternura que le despierta, el sacrificio de un cura como “padre” por su pueblo, un pueblo feliz en la fe que no debe ser castigado con la duda de la inteligencia pero que a su vez se engaña. Esta es la verdadera riqueza de la obra de Unamuno.
5.- SENTIDO FILOSÓFICO NOVELESCO DE LA OBRA
En los últimos compases de San Manue, en las reflexiones finales de Angelita y en el epílogo de Unamuno, el autor salmantino da rienda suelta a su inclinación filosófica. En un alarde de lingüístico el que desarrollla, donde insiste en la fe y en la razón en sus diversas formas y matices, haciéndonos ver qué complejo es el sueño de esta vida calderoniana que nos ha tocado en suerte. Unamuno reconoce que su novela es una excusa para tratar temas filosóficos o bien que su obra es un texto filosófico convertido en novela. De algún modo, no consigue dar cabida dentro del género narrativo a su indagación intelectual y ha de completarlo con un epílogo a modo de ensayo. Para excusarlo, Unamuno dice que, de igual modo, la Biblia podría ser un texto filosófico novelado. Es en esta última parte donde Unamuno, explicando su teoría final, saca a la superficie los valores de calidad literaria que la novela llevaba oculta, aunque ya todos palpábamos estas virtudes.
CONCLUSIÓN
Formalmente, es una novela sencilla dónde lo argumental es muy elemental y donde el virtuosismo de los diálogos es lo que convierte la obra en una entretenida fábula, debatiendo cuestiones metafísicas de agonía del cristianismo, pero a ras de público, sin elevarse conceptualmente, llegando al lector. Una novela suave en su estructura, sencilla en su manejo lector y también cargada de una pureza intelectual, de una honradez filosófica absoluta que nos conmueve.
VALORACIÓN
¿Qué valoración quieren que les dé a San Manuel Bueno y mártir, de Unamuno, nada menos? ¿Qué me impide darle un 10 si no es la siempre presente posibilidad de que toda obra artística sea mejorable?
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