Hablemos regalos de boda. Los hay de todo tipo. Tenemos, por ejemplo, esos regalos que consisten en mesas, armarios, muebles que sirven para montar una casa. Es una reminiscencia de la antigüedad más rancia, cuando en los pueblos el tío Manolo te construían una mesa de una sola pieza que te duraba un siglo y que te instalaba en la cocina del pueblo.
EL PRIMO DEL PUEBLO
En la actualidad, son muebles de Ikea que te regala tu primo segundo, que hace cinco años que no te ve, e ignora el tamaño de tu casa. Te has comprado una mesa tamaño palacio episcopal para 90m2, que no te cabe ni siquiera puesta de pie. ¿Y a ver qué haces tú con una mesa chacinera en pleno siglo XXI?
Son esos primos locos que no puedes evitar y que quieren ahorrarse meter 100 € en el sobre, que eso te viene mejor.
LAS LISTAS DE BODA.
Para eso existen las listas de boda. No sé cómo se hace, quizá en Internet y en Amazon. Consiste en que la 
feliz pareja suba a la plataforma una lista de las cosas que necesitan y que pueden regalaros ese día. Imagino que los invitados tendrán acceso a aquella lista y así les resultará más cómodo. Y también imagino que, una vez que el tío Juan se ha decidido por comprarte la lámpara del pasillo, no sé cómo, se quitará ese artículo de la lista. Porque si no se quita, te puedes encontrar ese día con 500 lámparas de pasillo, que va a parecer tu casa la autopista de Murcia en hora punta o la entrada al aeropuerto de Alicante en hora punta. Porque eso puede suceder, que te encuentres con 10 o 20 armarios o tres Nespresso para hacerte el café, que te va a dar un ictus de los nervios, con tanto café. 20 mesas chacineras, 30 lámparas de pasillo, o tres camas de matrimonio, sugiriendo cualquier cosa.
En definitiva, que como los invitados no se pongan de acuerdo van a coincidir. ¿Y qué manía con montarte la casa?
LOS OBJETOS PEQUEÑOS
Mejores son los objetos pequeños. Porque es inevitable que tengas que descambiar algunos y son más y son más manejables a la hora de llevarlos de nuevo al corte inglés con el correspondiente ticket regalo. Y a ver quién carga con la mesa chacinera de las narices.
Pero en lo tocante a objetos pequeños, ya he comentado la circunstancia de alguno de ellos.
Entre los objetos pequeños que te puedes encontrar, como regalos de boda, los hay verdaderamente ridículos, cuando no insultantes. Una máscara africana así de grande que como se te ocurra colocarla en el dormitorio, te puedes llevar un susto de no te menees cuando te despiertes y veas a aquel nativo con cara de mala leche, vigilando tu sueño y con un cara de querer desayunarte en su caldera. Si nervioso te ponían las tres Nespresso que te esperan en la cocina, mucho más el indígena de cartón que algún desaprensivo te has comprado en unas vacaciones en Alicante, bien por mal gusto, bien porque quería probar el cochinillo segoviana de tu boda comprándote esta tontería. Que lo primero que pensaste cuando viste la escultura fue: “¿en qué contenedor va esto, en el de papel o en el orgánico?”.
LAS JARRITAS DE TÉ HINDÚ.
¿Y qué me dicen de las jarritas de té hindú? Al mejor amigo que tienes se le ha ocurrido la feliz idea de regalarte una jarrita sarracena para que te hagas el té. Como si, por el hecho de estar casado, hubieras comprado tiempo para hacerte un té moro en una jarrita imposible. Además, la jarrita viene acompañada con siete vasitos diminutos, que tú te preguntas: «¿y este hijo puta, cuántos hijos quiere que tenga, el desgraciao? No se lo perdonas. Es tu mejor amigo, pero ha tenido una idea de camionero, con perdón de los camioneros -que no creo que a ningún camionero se le ocurra nunca regalar jarritas de té moro-. “Es decorativo”, te dice cuando se lo reprochas en un aparte y en confianza. “¿Pero tú has visto mi casa? ¿Dónde exhibo yo tu puñetera jarrita de té moro y sus siete vasitos de casita de muñecas en una casa de 90 m², me lo quieres explicar?” Menos mal que el desgraciao ha metido en el sobre 100 € de añadidura, pa pagarse el cubierto. Que no es que se haya explayao mucho, pero al menos no ha tenido la caradura del primo de Alicante con su máscara tribal.
LA JARRITA DE LAS NARICES ES DE BRONCE.
Pero pronto descubres que la jarrita sarracena es de bronce. Yo no sé si el sabor a metal les gusta a los sarracenos, pero tiene que ser asqueroso beber té en una jarra que desprende amianto, o lo que sea que desprenda el metal. Seguro que es tóxico. Además, que a mí no me gusta el té, y mi amigo lo sabe. ¿A alguien le gusta el te en España? ¡Ni a los ingleses le gusta! El té no le gusta a nadie. Y no me refiero a esas bolsitas de Hornimans que sirven para cuando te pones malo del estómago… de haber bebido té en un recipiente de bronce. Ni a esas otras con sabor a fresa o a limón que venden en el supermercado. Me refiero al té de verdad, al té moro, ese que te deja la garganta como un estropajo. ¿A alguien de verdad le gusta?
NI HIJOS NI TIEMPO
Repito: de ningún modo pienso tener siete hijos y mucho menos para dar utilidad a las siete vasijas que acompañan a la puñetera jarrita. En una casa de 90 m², desde luego, no. Y menos para que se descojone mi amigo. Será uno, como mucho, y con ese me bastará, que no tendré tiempo yo para jarritas moras, ni para tomarme un té mientras contemplo la máscara africana que he decidido instalar en el salón, para que no me quite el sueño. De casado, lo que te falta es tiempo, que maldita la hora que no se me ocurrió meter eso como regalo de bodas. Tiempo, es lo que quiero que me regalen. De casado no me da la vida ni para una manzanilla Hornimans, cuando me pongo malo. De hecho, no tengo tiempo de ponerme malo.
LOS OTROS REGALOS DE BODA.
Pero siguen llegando regalos a tutiplén el día de tu boda. Regalos de boda, sí. Según los abres, los desempaquetas o desenvuelves, te vas preguntando: “¿Cabrá esto en el contenedor? ¿Habrá que trocearlo? ¿y este otro, dónde irá, en el contenedor amarillo o en el verde?
Ahora tienes la opción de ver este monólogo humorístico representado por mi en este link
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