Vivimos en una sociedad donde importa más la opinión que la realidad. Uno puede tener delante de sus narices una bicicleta, que sí nos empeñamos en que es un triciclo, porfiaremos, con saña y odio. Incluso nos meteremos en política para demostrar que eres un facha o un rojo por llevarme la contraria. ¿A qué se debe?
Tengo una teoría.
En una sociedad gigantesca donde la información es inabarcable y somos una mierda, defendemos nuestro yo de la manera más competitiva.
Y con ese chip, no solo pretendemos ganar siempre, sino que lanzamos indiscriminadamente desafíos para comprobar que somos machos alfa. Y, claro está, alguna vez fallamos. Pero no consentimos fallar. Nos cabreamos porque otro gana y torcemos la realidad. Porque es más importante ganar que encontrar la verdad. Ganando, te posicionas y es lo que importa. Lo dijo Schopenhauer en “el arte de tener razón”.
Los médicos saben de eso. Lo ven a diario. Llega el paciente convencido de que tiene gases. Porque su abuelo y su padre los tenían y su hermano se tiraba unos cuescos catastróficos. Que él los ha padecido, que compartió habitación. Así que su mal son peos. Los análisis revelan que es el conducto colédoco y el cístico de la vesícula biliar. Nada que ver con peos, pero el paciente se encabrona y tacha al médico de inútil. Así que el internista tiene dos opciones, se lo discute con datos o da la razón al pedorro.
Y como vivimos en una sociedad agresiva donde tener razón es más importante que la razón, y además es perro viejo se la da. Y cuando seis meses después le tienen que operar del colédoco, oirá al pedorro decir que ya le dijeron, que él no puso en duda pero que a él le sigue sonando a peo, porque su hermano, porque su tío…
No hay más que meterse en Facebook para encontrar pedorros.
(También publicado en prensa papel, La Voz del Tajo, Talavera de la Reina el 13 de octubre de 2017)
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