La semana pasada hablé de cómo hay elefantes que se creen atados a una cadena durísima cuando podrían romperla.
Siguiendo y terminando el tema, diremos que acusamos a los demás de no hacer bien las cosas, porque la cuerda no es nuestra. Habría muchos ejemplos que aportar. Por ejemplo, acusamos al chaval que sólo piensa en dibujar comics y es torpe en matemáticas de no estudiar lo suficiente porque para nosotros es fácil, mientras ocultamos que nosotros somos unos negados para el dibujo… Todos tenemos cuerdas que nos atan. Y todas son flojas o duras, depende de nuestras capacidades. Las cuerdas ajenas son fáciles de romper. Nosotros justificamos las nuestras. Y todos tenemos alguna cuerda floja.
En efecto, preguntemos al elefante otra vez.
Porque también con las relaciones sociales, estar mas o menos capacitado de forma orgánica para ellas, impide o propicia triunfos en la vida.
Otro caso son las deudas sentimentales.
Hay un prestigio de la palabra “amor” cuando se trata de amar a “los tuyos”. Amar a los “ajenos” no tanto. El amor a la familia es legal, moral, e incluso una enfermiza dependencia es venerada. Con un amante, no es ni siquiera amor, es capricho o vicio. Ambos son cuerdas que nos atan, no podemos desprendernos del amor a padres o amantes, pero uno es malo y otro bueno…. según la opinión social. Con la familia nos ata la sociedad, cuerda fuerte. Cuerda flojísima para el amante.
Pepe no sabe buscar trabajo o ligar, tiene miedo al rechazo y Carmen le reprocha: “¡Que no te van a comer”. Pero Carmen, a su vez, no se atreve a desprenderse de unos padres tiranos. ¡Carmen, que no te van a comer!, podría decir Pepe. Pero Carmen lo tiene fácil, lo llama “amor”. Su amor es ético, “sentido de familia”. Pepe achaca sus miedos a su infancia y a problemas de autoestima. Cada cual tiene su escusa. La fama de la cuerda importa, y saber o no atacar o defender cada postura.
También publicado en prensa de papel (La Voz del Tajo- Talavera de la Reina) el 5 de mayo de 2017)
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