¿Quiere usted una frase que pueda desenfundar y siempre dé en el clavo cuando le pongan entre la espada y la pared? Es una frase conocida, todos la emplean. Te critiquen por lo que te critiquen, dices la frase y es como esos pilotos de emergencia de los coches, tic tac, que te permiten interrumpir el tráfico en la Gran Vía y tú, como si nada, ¡cómo has puesto los pilotitos!
Los pilotitos te dan derecho a todo. ¿Que aparcas en triple fila y te vas media hora por tabaco y no puede pasar un autobús? Ah, cómo has puesto los pilotitos.
Pues con la frase, usted resuelve de un plumazo cualquier trance. “No es lo mismo”. Esa es la frase. Si usted ha metido mano a la caja y le dicen que se parece a otro ladrón usted dice que “no es lo mismo”, lo suyo es diferente y ya está.
Ante cualquier denuncia dice la frase.
Es una frase mágica. Y es curioso, cuando el denunciante la oye, queda apabullado. Tiene efectos desarmantes. “Abuelo, ¿usted metió a sus progenitores en un asilo y ahora se queja de que le ingresen a usted? “No es lo mismo” Pepe, riñes a tu hijo por no estudiar pero tú eras un cafre. “No es lo mismo”. Juan, ayer protestabas porque te obligaban a salir con tu suegra, porque que no te gusta comer fuera, ¿y ahora te vas de farra con los amigos? “No es lo mismo”. Las circunstancias son otras. Claro, por supuesto, siempre son otras las circustancias. Y si el partido enemigo roba, corrupto. Si roba el mío, “no es lo mismo”, son unos cuantos. La frase te libra de argumentar, de justificarte, de explicar. Son las luces de emergencia de la dialéctica. ¿Y cuántas veces es pura treta? La mayoría. “Tic, tac” “no es lo mismo”, y hala, a hacer de tu capa un sayo.
También publicado en prensa local edición papel La Voz del Tajo de Talavera de la Reina 19 de enero de 2018
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