LOS DÍAS DE LA NIEVE, de Alberto Conejero (Monólogo a ninguna parte)

Moises de las Heras

20/10/2018

cartel de los dias de la nieve

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Monólogo los días de la nieve, de Alberto Conejero, donde Rosario Pardo interpreta a Josefina Manresa, la mujer que fuera de Miguel Hernández.

EL TEXTO.

El tratamiento que puede darse un personaje como Miguel Hernández a través de un monólogo de su viuda, presenta varias posibilidades.
Como el mismo Alberto Conejero advierte, puede uno caer en el aula poética, en el monólogo culturalista o en la ñoñez elitista y no es bueno. No, Alberto Conejero no dice eso en su “nota del autor”, pero no sé por qué, intuyo qué quiere decir algo así.
Porque insisto en que el problema de la “gran idea” de presentar a Josefina como monologuista es el “tono de la narración”.
Una mujer, casada con un poeta pero alejada del mundo de la cultura porque pertenece a otro ámbito no podía presentar otras armas que precisamente su condición sencilla. Y con eso se debe trabajar. Lo cual, llevado al terreno de Rosario Pardo y sus recursos actorales, nos lleva al arquetipo que mejor se le da, y que le ha hecho famosa, el de Maruja simpática y dicharachera.

EL FONDO DEL TEXTO.

rosario pardo, josefina manresa, miguel hernándezY para hacer verosímil que una mujer de clase media baja y de cultura escasa y popular hable de un autor tan sobrevalorado y ya mitificado como Miguel Hernández, tenemos que recurrir al contraste entre su vida personal y el mito.
Tal vez sea lo mejor de la obra los días de la nieve, ese distanciamiento que se logra entre la vida familiar de un ciudadano cualquiera y el gran héroe literario en que se convirtió. Dos personas distintas en un solo cuerpo. El novio, el marido, el padre y la persona, que nada tiene que ver con el escritor famoso al que la protagonista “no ve”. Para ella, sus poemas, cuya calidad no entiende, son sólo eso, cartas de amor de un tiempo pasado donde ella fue feliz. Nada más. Eso da a entender. Y ese juego de contrastes, dramáticamente es efectivo.

EL FONDO ANODINO

Así, Conejero piensa tal vez que, si se apoya en pequeñas historias anodinas salpicadas con versos, trozos de biografía e imaginarios sentimientos que las olas de esos fragmentos biográficos traen al proscenio, puede construirse una estructura dramática sólida. Y sí. Salvo por un detalle.

EL VIAJE A NINGUNA PARTE.

Y el detalle es que, precisamente, funciona a medias. Un personaje de vida ordinaria y cultura media baja no tienen mensaje que transmitir por sí misma, solo sirve de soporte para el documental oculto y si no se le da intenciones que la misma protagonista dice sin darse cuenta, pero que el espectador recibe con ironías descuidadas, el texto de esa “maruja” hablando es plano. Sirve para un monólogo corto. Pero para un monólogo tan largo, no dar intenciones y claves secretas implica que el texto no parte de ningún sitio ni quiere llegar a ninguna parte. Muestra de fondo una poética sencillez, pero no juego intelectual. No se pueden desarrollar con estos mimbres los puntos de giro que todo texto largo requiere.
Así, el texto se reduce a fragmentos, trozos de vida. Y el resultado es el de esos muchos documentales que no aportan nada y que, cuando acaban, un se levanta del sofá murmurando, “bueno, pche, no han contado nada”.
Para algo más corto, genial. Para un monólogo de 75 minutos, no.

EL TONO OBLIGA A UNA SENCILLEZ INSUFICIENTE. EL ASPECTO FORMAL. LA INTELIGENCIA DEL TEXTO.

Y es que el tono sencillo, sin mayor pretensión, obliga a esa sencillez, precisamente sin mayor alcance. Josefina es un personaje sencillo y sin habilidades intelectuales. Y como no hay mayor pretensión en los días de la nieve que trazar unos rasgos biográficos e irlos soltando alrededor de anécdotas tan cotidianas que no tiene fuelle, el texto fluye sólo en la superficie. Y lo emocional es elemental y el pensamiento corto y el alcance del mensaje no despierta nuestra inteligencia.

AUSENCIA DEL HUMOR O UN EXTRAÑO RESPETO.

Autor de la obra de teatro

Alberto Conejero

No sé si el texto de Alberto Conejero es de encargo. Hay detalles que me lo hacen pensar. Y es que tal vez Rosario Pardo, quiero imaginar, admire a Miguel Hernández y se lo haya encargado. No sé si es así, pero suena a eso, a que la idea fuera prestada por Rosario. ¿Qué tal una Josefina Manresa? Y la falta de humor del texto denota una falta de frescura. ¿Un encargo?

… O UN EXTRAÑO RESPETO EN LOS DÍAS DE LA NIEVE

Como cualquier personaje mítico, consagrado e intocable, (y Miguel Hernández es un epítome clarísimo), no se puede poner en boca de Josefina o de aquellos que le rodearon chistes o zonas oscuras que pudieran destruir su monumento. Un monumento que el inconsciente colectivo y social venera.

Por eso, el personaje de Josefina llega hasta el límite permitido, donde el poeta oriolano conserva intacta su imagen digna e inmácula. Eso impide al autor ser mucho más atrevido en chistes y menos versátil en puntos de giro de la narración. De hecho, no hay chistes o muy pocos. Se busca un resultado poético dentro de la sencillez. Se busca crear ese clima familiar, humilde, de una pareja que se ama con sencillez y con gran profundidad y que ha vivido grandes dramas de una manera honesta… ¿lo ven? Pura hagiología. Eso es lo que se palpa de continuo desde el patio de butacas: el miedo a romper la figura de Miguel y todo lo que lo rodea. Con lo que eso incluso implica desde el punto de vista del prestigio social hoy día.

LLENO DE VIRTUDES.

Se une a la falta de humor del texto, un resultado final donde todos los personajes protagonistas, Josefina, los hijos, el padre militar y el propio Miguel Hernández quedan santificados. Tiene uno la impresión de que todos ellos fueron personajes extraordinarios en su sencillez. Por cierto, que se habla poco o nada del padre de él. A ese mejor evitarle cuando se está escribiendo un santoral, porque precisamente…
Y no voy a entrar en el tema de cómo fueron en realidad todos ellos, aunque personalmente tengo una información privilegiada, y además de muy buena tinta. Pero les aseguro que ni Josefina ni Miguel eran así.
rosario pardo como josefina manresaPese a todo, jugamos con el arquetipo. Como dice Alberto en su propio texto, los versos ya no pertenecen a la uno, sino al mundo y la imagen de Miguel y de Josefina nunca serán lo que fueron. Pertenece ya al mito y a la historia.
Pero tal vez sea Miguel Hernández, por su trayectoria y muerte, quien conserve junto con Lorca la imagen más perfecta, impoluta y sobredimensionada en virtudes que cualquier otro escritor de su tiempo. Y esto le hace menos dúctil a la hora de trabajarlo como personaje con claroscuros.
Pero los personajes con aristas son los más ricos. Ese es el problema de esta o cualquier obra que trate personajes intocables.
Es el gran problema de Los días de la nieve. Ni Josefina ni Miguel tienen claroscuros. Ni siquiera su infidelidad es un oscuro. Tienen humildad y sencillez en su santidad, pero no claroscuros. Y esto impide qué ambos personajes nos atraigan. No hay contradicción, no hay lucha de fuerzas, no hay enfrentamiento entre el bien y el mal dentro del propio personaje. Todo es canto a su figura. ¿Puede afrontarse a Miguel Hernández de otro modo acaso hoy día? No es que se deba hacer de otro modo, pero es un lastre para una puesta en escena, donde debe existir narración y, por tanto, contraste. A ser posible sin maniqueísmos, y la bondad absoluta tanto como la maldad absoluta lo son.

EL REY ESTÁ DESNUDO.

Pero la obra es buena porque tiene los ingredientes para serlo: Josefina la viuda campechana y afable, una humilde mercería y sobre todo el peso pesado de Miguel Hernández, al que nada se le puede negar. ¿Quién puede decir que la narración falla? Sería como decir algo malo de Miguel. Deja que Miguel (el tema) impregne la obra que nadie te lo va a derribar, Alberto. No se atreverán, y si te ponen faltas, el que critique se condena solito.
Pero si no fuera por el cambio de ritmo en la interpretación y porque las anécdotas cambian cada cinco minutos y son breves, nos hubiéramos aburrido. Salvo que presencies la representación con el afecto y admiración que suele profesársele a Miguel, lo cual condicionará en positivo el resultado.
Y, sin embargo, pese a los bravos, a ponerse en pie al final (ya como costumbre que va perdiendo su significado distintivo) y los aplausos, había cierta frialdad. Porque uno puede no opinar pero los decibelios de los aplausos siguien diciendo mucho.

ROSARIO PARDO EN SU PAPEL.

rosario pardo, josefina manresa, miguel hernándezY está claro que Rosario Pardo está en su papel, que, como dije, es el que mejor le va a su fenotipo y sus recursos actorales que no es otro que el de la Nieves de “Cuéntame”. Ya de por sí sostener 75 minutos cualquier monólogo, siendo además un monólogo con carencias, es mucho mérito para un actor.
Que, por cierto, no sé si es un guiño a la serie, que el título se llame “Los días de la nieve” (otro dato que me dice que Rosario tuvo mucha mano en el proyecto) o que en el texto se diga que “todos los gatos son pardos” y que en otro momento también se hable de un “rosario de desdichas”. No sé si todo ello es una broma oculta. Probablemente.

LA IDEOLOGÍA.

Y para que la obra guste a todos y evitar el panfleto, que siempre sienta mal cuando se va a ver teatro y no mítines, Conejero sabe que tampoco debe incidir sobre la ideología. Aunque se ofrezca el dato de que Josefina, como hija de guardia civil, sufrió en la guerra la muerte de su padre a manos de milicianos, posteriormente se aclara que acabó militando en la ideología «que se debe». Desde su desconocimiento, eso sí. Y ese contraste, como dijimos arriba, es el más resultón.

PERO NI INICIO, NI NUDO, NI DESENLACE EN LOS DÍAS DE LA NIEVE.

Pero, en conclusión, como ya digo, la obra es un viaje hacia ninguna parte. Ni se pretende nada, ni hay filosofía de fondo, ni hay evolución hacia ningún lado. Todo es una suma de retales desde el principio hasta el final. Retales bien escritos, pero sin fondo. Historias atractivas, pero que no rematan, no acaban de serlo demasiado.

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