El lector beta, qué mundo tal feliz. Pero ¡qué felicidad, el lector beta!, ¿verdad? Escribimos una novela y se la damos al “lector beta”.
¿Conocen al lector beta? ¡Sí, hombre, como no lo va a conocer! Es ese señor que, generosamente, “de gratis”, se presta a leer nuestro tocho. Además, es un lector entendido. Es sabio. Aparte de tener unos estudios superiores que le permiten encontrar los entresijos de nuestro manuscrito con perspicacia, te garantiza una calidad de su trabajo. Da en el clavo en sus juicios.
El lector beta, además, es intuitivo, a la par que entendido, preparado. Tiene estudios en esto de la literatura. Te puedes fiar de él. Fundamental, que sea intuitivo.
CARACTERÍSTICAS DEL LECTOR BETA
El “lector beta” es un lector amigo que se lee nuestra novela antes de publicarla, por si hubiera alguna corrección que hacer.
Eso es el “lector beta”.
Y además, cuenta con otra característica. Es objetivo. Nos va a decir las cosas como son. Pero sin humillarnos. Nos va a dar las claves para corregir nuestra novela con la mayor de las garantías. No, no se va a dejar llevar por su ideología, sus intereses personales, por sus gustos… no.
El lector beta es una persona tan competente, que es capaz de juzgar con buen criterio todo tipo de género. Ya sea ciencia ficción, policíaca, de amor, filosófica, introspectiva… el lector beta se arremangará con cualquiera, porque todos los géneros le gustan y de todo entiende.
Da igual lo que usted haya escrito. El lector beta recogerá con agrado blablablá… blablablá… blablablá… ya tenga doscientas, quinientas o mil páginas, blablablá…. con prontitud, en menos de dos semanas o tres, le tendrá listo el resultado… blablablá… blablablá.
¿A qué es bonito, ¿verdad?
¡Vamos a ver, cojones, despierte de una vez! ¿Qué se piensa usted, que se va a encontrar al “lector beta” así como así? ¿A ese “lector beta” ideal?, ¿a la primera?
Vayamos a la realidad.
SOY “GUAPE” E IRRESITIBLE
Encontrar al lector beta ideal es como encontrar a la “churri” perfecta, al “pocholo” juncal irresistible y que le quiere a usted, a la primera… o a la trigesimoquinta. ¡No lo va a encontrar, amige!
Usted sale con los amigotes -o las amigotas- de juerga, un finde, convencido de que se van a agenciar a dos monumentos impresionantes. ¡Una mierda! Las mujeres van a encontrar a unos machos fornidos. Los hombres, ucranianas voluptuosas. Las ucranianas no le harán ascos a las barrigas cerveceras ni a las calvas cartoneras. Los mari macizos serán musculosos, pero también inteligentes, guapos, altos, guapísimos, tiernos, blablablá, y no le harán ascos ni a la edad, ni a sus calidades dentarias. Ni a sus arrugas, por supuesto.
Cuando el escritor salga a ligar, encontrarán morenazos y odaliscas de portada de novela romántica, con sus abdominales y sus bustos, sus gónadas y sus turgencias, con sus barbitas recortadas de veinteañeros y sus potentes muslos de lolitas. Y profesores de universidad todos, eso sí. Ellos y ellas. Todos y todes.
Cualquiera que sea el sexo que a usted le guste, la presa a cazar va a estar ahí, dispuesta, esperándole en la barra del bar a que usted llegue.
Igual pasa con el lector beta. Muy bonita la teoría, pero ¿dónde está? ¡¡Y gratis, claro!! Porque usted no piensa pagarle.
¿Quién es ese amigo tan preparado que le va a leer su novela? ¡Vamos, despierte!
SELECCIONANDO LA LECTOR BETA
Está bien, busquemos al “lector beta”, si tan empecinado está, a ver qué nos encontramos. Pero busquémoslo en el mundo real.
Busquemos, preguntemos, demos la lata.
El amigo, “posible lector beta”, se hace el reticente. No aparece. ¿No existe? Sí, existe. Claro que existe.
Y al final lo encontramos. Es Marisa.
Marisa se presta a ser nuestra “lectora”. Cuando le deje Telecinco, desde luego. Y entre intermedio e intermedio del Sálvame limón.
Usted es escritor. ¿Cuántas veces le han hablado de lector beta? Muchas ¿verdad?
El lector beta es ese lector que necesita todo escritor. Una mirada ajena, para que detecte errores que usted no ha detectado. Alguien que se de cuenta de lo que usted no ha visto. Pues bien, ahí tiene a Marisa.
Y cuando terminen las tonterías del Hormiguero, después de bañar a los niños, Marisa se pondrá con su tocho.
Muy lejana esa Marisa al “lector beta” de los abdominales, ¿eh?
SEGUIMOS SELECIONANDO AL LECTOR BETA
Por si acaso, buscamos otro “lector beta”, por si nos falla el primero. Buscamos a Ernesto.
Ernesto es fontanero. No es que los fontaneros tengan que ser malos “lectores beta”. Ni siquiera malos lectores. Pero es fontanero.
Aficionado a “juego de tronos” y a las novelas del oeste, le queda lejos esa novela histórica que usted ha escrito sobre María Estuardo. O esa otra sobre un crimen en los Alpes, donde usted intenta desarrollar el personaje de una inspectora aficionada a los esquíes y traumatizada por un percance que tuvo de niña en un lago helado, (copiado de “Qué bello es vivir”).
Ernesto, – que aparte de ser lector beta hemos dicho que es fontanero -, no es que sea mal lector, pero solo entiende de pistoleros y dragones y el juicio que puede emitir sobre un asesinato en Jungfraugojoch… pues que no le apetece.
El lector beta. ¡Qué maravilla! Como los chorizos Revilla.
Ese lector, tan parecido al maromo mozancón o a la hermosa Jarifa que se entrega a todos sus caprichos. Sí, sí…
EL JUICIO.
Y llega la hora del juicio del lector beta.
Ernesto, el fontanero y Marisa, la televisiva, juzgan su novela policíaca sobre el crimen en los Alpes suizos. Si su novela es buena o mala, no lo sé. Si les ha parecido bien o mal, poco importa. Usted se reúne con ambos y ¡válgame Dios! ¡Anda, que los comentarios de Marisa! ¡Son alucinantes! No ha pillado ni una. ¿Y los de Ernesto? Se ha aburrido, claro. Como que no hay lagartijas ni tabernas con whisky en los Alpes… ¿Intuitivos? Con la intuición de un tapón de corcho. ¿Le sirve a usted de algo el juicio de Ernesto y Marisa? ¿Es el criterio que buscaba, para saber si su novela está bien escrita? ¿Le sirve realmente la opinión de ese lector imparcial que ve las cosas desde fuera, el sacrosanto “lector beta”?
FRACASANDO CON EL LECTOR BETA
Porque la realidad es que, después de haber intentado que le lean el manuscrito sus veinte mil amigas y sus cuatro millones de amigos de Facebook, (ahora Meta), usted solo ha encontrado a estos dos pardillos que se han ofrecido… o a los que usted ha logrado poner en compromiso.
Porque nadie quiere leer su tocho, reconózcalo. Porque encontrar a un “lector beta” es dificilísimo, si no imposible. Al menos, uno que valga la pena.
Usted sale con los amigos de discoteca para ligar y, seamos realistas, ¿a quién se encuentra? Se encuentra el feo, al pesao, al torpe, al mamarracho, a la espesa, a la cebona, a la oligofrénica… no al musculoso ni a la venusiana.
EL DESENGAÑO.
Convénzase. El lector beta es un mito. Nadie se prestará a leerle su rollo macabeo. Usted no está en las estanterías de la Fnac ni le ha publicado Planeta, ni ha ganado un premio Primavera de Alfa.. alfahuara… O como se diga Alfaguara.
Y quién se preste a ser su lector beta, ¿tendrá capacidad para juzgarlo? ¿No se dejará llevar por sus influencias políticas, ideológicas, sociales, su forma de ver la vida? ¿Sabrá ser objetivo? ¿Aceptará todo tipo de géneros o acabará condicionando su juicio a sus gustos, prejuicios… y lo que sale en televisión?
Más aún, ¿acabará la lectura en tres semanas o le tendrá en ascuas durante año y medio sin encontrar tiempo para abrir su pdf?
O, simplemente, ¿abrirá alguna dichosa vez su PDF?
LOS INTERESES CREADOS DEL LECTOR BETA
¡¡El lector beta, qué paraíso, qué capricho!! Cuando un escritor me vende la cosa esa de que la novela ha pasado por el lector beta y que le ha encantado, yo le doy un par de golpecitos en el hombro y después de preguntarle qué tal en la discoteca, le consuelo:
“Tranquilo, Marcelino, que ni el fontanero ni la Marisa han pasado de la página treinta de tu pdf. Se han quitado el muerto diciendo que eres cojonudo, que está muy bien. En el mejor de los casos, se han aburrido como un tragasables en el Registro de la Propiedad, pero no te lo dicen.
Y los comentarios que te han dado, ¿son buenos? ¡Buenos! ¡Claro que son buenos! ¡Para salir del paso! ¿Les ha gustado? ¡Cómo no les va a gustar! ¿Para que se van a complicar la vida diciéndote la verdad, eh, Mariano?
Te han dicho que la novela es redonda y te han apuntado un par de defectos menores para que no se les note mucho la mentira.
Porque lo que esperan es que tú, Marcelino, les devuelvas el favor mañana y te halles en el compromiso de convertirte en su lector beta. Quid pro quo. Y te pasarán su tocho. Porque, Marisa y Ernesto ¡¡resulta que también escriben, Marcelino!! Y te alaban para halagar tu ego, para que mañana no seas muy duro tú con ellos. Solo miran lo que escriben ellos. Les importa un carajillo lo tuyo.
Todo es hipocresía y sacar tajada. Que aquí, nos engañamos todos.
CÓMO ENCONTRAR AL LECTOR BETA. LA SOLUCIÓN.
Pero como me da pena el pobre Marcelino, le voy a dar el consejo que yo empleo para saber si lo que he escrito tiene valor y encontrar los fallos que no veo, porque estoy cegado después de escribirla.
Dejar dormir.
Marcelino, deja dormir tu novela en un cajón durante un año. Olvídala. Sé que cuesta, pero déjala dormir. O mejor, mándala algún certamen y que duerma fuera de casa.
Escribe otra cosa, de tono y tema distinto, para olvidarla, como se olvida un amor o una pesadilla. Y dentro de un año, cuando tu novela vuelva a casa apaleada y sin pan debajo del brazo, porque no ha ganado nada, vuélvela a leer. Pero léela tú. Sé tu propio lector beta. Te entregarás a ella como el mejor amigo que tienes, y encontrarás los fallos un año después, cuando la veas con ojos nuevos. Porque en un año, nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos, Marcelino. Podrás saber si la novela te entretiene o te aburre o dónde meter la tijera.
Y piensa que el lector beta, como mucho, solamente sirve para encontrar algún detalle, un error que se te haya pasado, o una contradicción que hayas puesto, como una fecha errónea, pero nada más. Eso si un lector beta, que no seas tú demuestra mucha afición o si el error es gordo, que puede que a él también se le pase.
Es una solución más pobre, pero más segura. Créeme Marcelino, créeme.
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Brillante este artìculo, cabe felicitar a su autor. Nos trae un déjà vu de lo que necesariamente nos ha ocurrido a los autores noveles. Siempre soñamos con el lector ideal y amigo que nos critique ese manuscrito recién terminado que hicimos con tanto entusiasmo y dudas. Pero ese lector beta por cierto que no existe.