Surgen por Navidad campañas de operación kilo navidad donde se nos conciencia para donar alimentos. Y nosotros, a ciegas, depositamos el paquete de lentejas crudas en el carro ad hoc. Allí quedan los tristes macarrones. Como en un cuento de Dickens, imaginamos a un huerfanito con chistera guisando una pasta a la amatriciana con guanciale, vino blanco Pinot Grigio Lurton Piedra negra y passata de tomates del sureste de Ragusa, pero no.
No, porque los huerfanitos ni llevan chistera y están hasta arriba de paquetes crudos. Porque la caridad no sólo son paquetes, que es lo único que se nos ocurre. La caridad debe ser eficaz.
No reprocharemos a las ONGs su generosidad, pero sí decir que no todos los necesitados saben administrarse.
No todo el que entra por esa puerta debe recibir un paquete de la operación kilo navidad.
En efecto, muchos lo necesitan, pero otros no saben cocinar, por demencia, porque son mayores o no tienen gas, agua o electricidad. Se ha dado el caso de gente que ha muerto acumulando docenas de bolsas sin abrir. Y, en todo caso, aunque aceite sí se dona, ¿por qué no cebollas, tomates o pimientos? ¿Cómo van a preparar nada si no tienen ajos? Si las propias ONGs no piden condimentos, es porque los pobres no los reclaman, porque no cocinan. Y también hay quien revende. Si se corre la voz de que nuestro dinero se tira, se van a perder donantes.
No es de recibo que las ONGs digan que ellas no son responsables de dónde acabe el paquete de la operación kilo navidad. Son responsables porque administran donativo ajeno.
Yo propondría comedores sociales, así se controlaría que el alimento se consume. Y si es por vergüenza de ser visto en el comedor, tuppers para casa, que se tarda lo mismo que en recoger unas judías crudas. Sería la misma vergüenza.
Yo que las ONGs, me pondría el mandil y a guisar.
También publicado en prensa local edición papel La Voz del Tajo de Talavera de la Reina 5 de enero de 2018
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