GOZILLA 2014, crítica y análisis de sus técnicas narrativas

Moises de las Heras

10/07/2016

imagen de gozilla en plena acción salvaje, muy enfadado. Película de 2014

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Crítica de la película de 2014
PROBLEMAS DE GUIÓN.

Yo no sé qué pasa últimamente con las películas de monstruos y superhéroes, que cada vez los guiones flojean más. Imagino que dirigirse a un público adolescente, mayoritario, impide a los productores arriesgarse con historias que aporten novedades. Prefieren agarrarse a esquemas clasicos y no variar un ápice de lo que en su día tuvo éxito.

EL GUIÓN DE GOZILLA.

Personajes sin personalidad.

El guión de Godzilla se apoya en prototipos mil veces toqueteados por el cine de acción.

El loco al que nadie cree.

En este caso, es el padre, obsesionado por un fracaso, que investiga, que arruina su vida en pos de un resolver algo que le traumatizó. Spielberg ya explotó a este arquetipo con gran eficacia en Encuentros en la tercera fase. A raíz del maestro, que cambió el modo de entender el cine, cientos han sido los locos que han tirado del carro en guiones triviales en muchas películas de monstruos y superhéroes. Lo que ocurre es que usar una vez más a este arquetipo cansa, es algo ya visto que no interesa.

El marine salvapatrias.

Otro conocido más, el Chuck Norris de turno, capaz de sacrificarse y capaz de las más grandes hazañas, que se mete en la casa incendiada cuando todos los bomberos la abandonan por peligro de derrumbe. En este caso, la típica escena del marine que da marcha atrás y realiza el acto de valor, también lo tenemos. Una vez más, lo vemos y cansa hasta la saciedad, por repetido y trivial.

La sarta de ostias.

Yuna vez más vemos, en otra película rutinaria más, a los monstruos que se zumban de lo lindo. Cuanto más flojea el guión, más ostias se dan. Lo vemos en el Hombre de Acero, Superman Returns, Los Vengadores… Y ahora se escandaliza la gente porque es mala la de Batman contra Supermán. ¿Y cómo no va a serlo? Imagino que será una más de tortas incompatibles con la vida. Cada cacharrazo, acompañado de parafernalia digital, ensordece y abruma.

Psicología de engendros

Los monstruos, por otro lado, no tienen personalidad. Acaso, cuando el monstruo habla, como en el caso de El Hombre de Acero, pueden manifestar alguna debilidad, a pesar de tener actitud fascista. Es el caso del malo de «el hombre de acero».

Pocas veces, los monstruos manifiestan debilidades interiores, dudas verdaderamente sustanciosas. Lo impiden las ostias. Escasos son los ejemplos en que los engendros reflejan en sus rostros el dolor por verse obligados a ejercer la violencia y, en menos ocasiones, les vemos ejercerla con el trauma y la duda de por medio. Pocas veces administran su brutalidad con su comprensión, pocas veces trufan su violencia con actitudes contradictorias, que interesan al espectador y aportan psicología al arquetipo, sacándolo de lo genérico, individualizándolo.

Aporto como ejemplo el King Kong de Peter Jackson o César, el mono del origen del planeta de los simios y El Amanecer…, Los traumas existenciales de «la masa» de Ang Lee han desaparecido en secuelas posteriores.

GOZILLA Y LA MANTIS

En este caso, Godzilla y las mantis religiosa revelan un carácter básico o de simples langostas o lagartos, pero no mucho más. Al carecer de característica humana, se limitan a luchar por su supervivencia, su descendencia. Eso les reduce a simples chismes que cacharrean sin otro interés que ver en sus alardes físicos y disfrutar perversamente de la destrucción que causan. Acaso percibimos lejanamente que Gozilla es el menos malo, pero nos la refanfinfla.

AÑADIR INTERÉS PSICOLÓGICO, LO QUE FALTA.

Las películas de simple entretenimiento tampoco están destinadas (ni pueden, ni deben…) a plantear grandes cuestiones filosóficas y resolverlas, pero las veces en que el guionista se ha esforzado de aportar ese algo más que simple lujuria visual, se agradece. El producto sale reforzado. Y si no los bichos, sí los humanos o aquellos personajes inteligentes de la historia deben mostrar flaquezas, características que le saquen de prototipo conocido y les convierta en singulares. Aquí, ni el marine, ni el padre loco, ni la chica asustada, ni el niño, que se usa poco, traicionando así el espíritu spibergiano, están a la altura, si no repetir lo conocido, sin variaciones. Lo que viven se ha visto ya (chica asustada, admiradora del héroe, heroe sin fisuras…) y cómo lo viven, ya ha sido contado del mismo modo mil veces.

CÓMO HACER A UN PERSONAJE INTERESANTE.

Y es que, para que un personaje funcione, se individualiza e interese, el trauma tiene que ser interior. Estar traumatizado porque tu mujer ha muerto, la querías mucho, y hay un gobierno malvado que oculta una verdad, no plantea un conflicto moral ni dudas internas.

El personaje no tiene fisuras, en totalmente bueno, intachable y todo lo malo está al otro lado. Para que exista interés, el conflicto debe trasladarse al interior.

Tampoco me sirve que el malo de El Hombre de Acero, tal como el propio personaje expresa, tenga una misión, salvar Kripton y ese sea el origen de su violencia. Si en algún momento el malo malísimo echa marcha atrás, se duele de las consecuencias de sus actos o duda de cómo actuar, duda si sacrificarse, duda si matar a su enemigo, si ve en su contrario parte de verdad o razón, entonces obtendremos un personaje más o menos interesante en la medida en que se sea hábil en los matices de todo esto.

UN CÓMIC EN MOVIMIENTO.

Pero si algún valor tiene la película, es la capacidad de trasladar el comic clásico negro a la pantalla. Los fans fanáticos de estos tebeos americanos, a los que siempre imagino gordos, barbudos y con la camiseta manchada, disfrutarán como locos pero los que buscamos buenas historias, no.
El uso de la noche, los decorados humeantes, distópicos y teñidos de un negro denso y lacado, abundan y le dan a la película su único valor, el valor del espectáculo.
Como guión, sin ser gran cosa, me gustó más la versión de Matthew Broderick, aunque tampoco era gran cosa.

Conclusión,

En conclusión, una película rutinaria más, que no vale más de un 5, apropiada únicamente si usted llega harto del trabajo después de un día duro. Para desquitarse imaginándose que las leches que se dan los bichos se los está dando usted a su jefe, y luego a roncar ronca como un bebé. Un 4 y medio o un 5.

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