Tía Juliana, en medio de la fiesta, cuando hay más barullo, va y suelta: «Pepe, que hay que comprar pan para la cena de Nochevieja, que falta». Hay cincuenta críos pegando gritos, Pepe está bajando de la lámpara a cinco de ellos, su mujer pregunta si ha encontrado aparcamiento y es precisamente entonces cuando Juliana farfulla muy bajito y sin vocalizar: «el pan».
A la hora del café, cuando a los niños tienen puesto el cloroformo de «Buscando a Dory», en medio del silencio, Juliana calla, porque Juliana lo que quiere es que Pepe se joda.
Y cuando acaba la peli, en medio del jaleo de vestirse para ir de mercadillos, vuelve con lo del pan, con mala leche, bajito, mal pronunciado.
Y cuando están a punto de cerrar las tiendas, revienta
¡¡que falta el pan!! (ahora sí, lo grita con ganas) ¡¡¡y en Nochevieja, pues ya no vas a encontrar!!
Tía Juliana se ha ocupado muy mucho de que den las seis para que el pan se olvide, pero se lo exige a Pepe, no a otro, a Pepe, porque así satisface su instinto asesino contra Pepe, al que odia. Así puede justificar su bronca.
Una bronca donde Pepe aparece como culpable y ella como persona que está pendiente. Es una estrategia para darse importancia.
Quiere aparecer como preocupada y, para ello, provoca las dificultades.
Pero no hay que acusar a este tipo de gente. No se dan cuenta de que es un mecanismo de su mente. Su mente les engaña. No vemos que a veces provocamos los fallos, para desfogar nuestros cabreos, cuando es más importante darnos a valer. Eso es más importante que el acierto. Y es que, si no se diera a valer con lo del pan, tía Juliana se sentiría desplazada en medio de tanto barullo.
Feliz fin de las navidades. Aunque seguimos con las dificultades sociales.
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