La prepotencia es un lobo que se oculta tras la piel de un cordero llamada “ayuda al prójimo”.
La forma, en apariencia, es de entrega. Si hay que colgar una lámpara, el cristiano te quita el trabajo. Trae, no te molestes. ¿Trae, que tú no sabes? Esto último es lo que en realidad encierra su intención. Superioridad. El “trae que tú no sabes” puede traducirse como “yo lo hago mejor que tú”, “verás cómo conmigo sale mejor y así te ayudo”
Es el lobo de la soberbia. Es pelagianismo moderno. Ni el propio cristiano detecta su propia vanidad.
Hay un tipo de caridad que considera al otro inferior, le humilla.
Es un cristianismo peliagianista. El pelagianista considera más importante el esfuerzo, el trabajo y el sacrificio que el amor. Para el pelagianista, si no se suda, se va al infierno. Por eso se dedica a retar al resto, a ver quién curra más. Habla siempre de esfuerzo. Compara y critica sin cesar. Como si en el cielo no cupieran todos, se sacrifica para ganar al contrario al sprint.
Y como si se presentara a unas oposiciones, todo acaba en maledicencia para verse a sí mismo mejor frente al rival. No deja que el cuñado “haga”, para hacer méritos con su moral virtuosa y llena de valores. Por eso necesita que existan “cuñados” torpes que deben “admirarle” y aprender de “él”. Por eso le invita a que descanse para poder decir mañana que “es un inútil” o “un vago”. Por detrás, claro.
Es muy común en Navidad. Ahora que han acabado las dichosas fiestas, es tiempo de analizar, sobre todo aquellos que presuman de ser cristianos, si han sido buenos, caritativos y todo eso o si han cargado las cenas de escenas de presunción, prepotencia y chulería trasnochada. Muy típica en los últimos tiempos en nuestro país.
(También publicado en prensa local edición papel La Voz del Tajo de Talavera de la Reina 4 de enero de 2019)
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