No, no voy a hablar de Cristina Cifuentes. Ya se ha hablado mucho y como en todas estas cosas, hay una mezcla de política, intereses, verdades, mentiras, influencias, privilegios, élites sociales que se ayudan, etcétera. La cuestión del master de las narices me da pie para hablar de “los másteres”.
No sé si usted conoce a alguien que haya hecho uno.
Cuando usted oye la palabra “master”, ¿qué se le viene a la cabeza? La pela, ¿a que sí? ¡Son carísimos! Y si le siguen preguntando, ¿qué otra idea? Que son inútiles. Obligatorios, pero inútiles.
Materias indescifrables, trabajos absurdos que olvidas en tres semanas. Pero de él depende tu escalafón, tu categoría, tu currículum. Y “se te abren puertas”. Esto de “se te abren puertas”, ¡oye, chico!, cómo funciona. Si usted quiere obligar al ganso de su hijo ya universitario a hacer un máster, dígale eso de “se te abren puertas” y ni el bálsamo de Fierabrás. Es inútil, caro, pero “se te abren puertas”. Será ininteligible, el profesor un caradura, te pasarás el tiempo haciéndole trabajos, será una vergüenza, la mayor tomadura de pelo, pero “se te abren puertas”.
Y es cierto, tenemos un sistema no sólo educativo sino de promoción laboral donde los estudios no aportan conocimientos. Sólo sirven para… “abrir puertas”, destacar sobre los demás. ¿Tienes master? Pillas plaza. ¿No lo tienes? No te colocas. Menos currículum, menos futuro, menos vida, “se cierran puertas”.
Un master es una cosa inútil que sólo sirve para “abrir puertas”, no para adquirir conocimientos.
Porque no importan los conocimientos. Importa ser la mierda sobre la mierda haciendo másteres, cursos, congresos…
Cifuentes comete un gran pecado, pero en realidad ha estafado una estafa. Porque los másteres son una estafa. Y la mejor prueba es ese alumno, que tras hacer el saludo japonés, se da media vuelta y le larga un corte de mangas al máster que lo deja tiritando.
También publicado en prensa local edición papel La Voz del Tajo de Talavera de la Reina 20 de abril de 2018
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