El Aroma de Roma.

Moises de las Heras

11/08/2022

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Otra representación más, el Aroma de Roma, al que acudo en esta 68 edición del festival internacional de teatro clásico de Mérida. Un musical esta vez.

Jaime Figueroa

En la filosofía del festival, en los últimos años, se suele atender a la variedad. Alguna que otra obra arriesgada como Julio César Trump y también Safo. Una comedia ligera y sainetes, como Miles Gloriosus. Algo de teatro clásico, no mucho, que creo que fue Minerva, en esta ocasión, y un poco o un mucho de musical con el Aroma de Roma. De este modo el festival cubre todos los frentes y se garantiza, a través de la variedad de propuestas, el éxito.

AUSENCIA DE CLÁSICOS EN EL FESTIVAL DE TEATRO CLÁSICO DE MÉRIDA.

Eso sí, traicionando el espíritu clásico estricto.
Porque no se puede. La escasez y el limitado número de obras y temáticas que nos ha legado la antigüedad, la necesidad de versionarlas, para hacerlas digeribles y atender al gusto popular en un negocio que mueve el turismo cada año, hace necesaria la traición. Son eventos más que representaciones. Y mueve millones.
Asumiendo esto y juzgando lo que se nos ofrece, pasemos a analizar y valorar el Aroma de Roma.

UNA OBRA DIVERTIDA. EL AROMA DE BROADWAY.

Una obra divertida el Aroma de Roma, con una variedad de actores importantes de gran calidad que cantan, bailan, interpretan… Hacen alarde de toda una educación teatral al estilo de Broadway, donde se trabaja al actor completo. La tradición que tienen los americanos es muy superior a la nuestra. Nuestra educación de actores es más precaria y reciente, cuando allí llevan décadas. Además, allí, las escuelas son mejores porque hay más oportunidades para trabajar en musicales y eso aumenta la oferta y la demanda de academias y escuelas.
Pese a todo, es muy digno el trabajo que hacen todos los que intervienen en el Aroma de Roma a este respecto.

EL DECORADO.

A través de paneles móviles, decorado cambia. Lejos de empeñarme en que un actor de 1’80, se integre en la “frons scaenae” del teatro de Mérida, cosa que es harto difícil, los paneles resultan como decorado convencional de teatro moderno. Se mueven y se giran, cambiando el palacio del emperador por la escuela de gladiadores, dos escenarios básicos.
Es efectivo, da resultado.

ESCENARIO INTEGRADO EN EL CONJUNTO ARQUITECTÓNICO.

Las luces iluminan la “frons scaenae” en los números musicales, ampliando la perspectiva del espectador. Cuando hay diálogo y teatralidad, nos centramos en las tablas. Cuando surge un número musical, (sobre todo alguno de ellos), el escenario se amplía con juego de luces, ofreciendo una perspectiva mayor.

ESCENARIO CHILLOUT

Pero, para no aburrir y dar variedad a la puesta en escena, no solo son estos dos escenarios los que aparecen en el Aroma de Roma. Surge el Olimpo y la gran idea, el giro de tuerca que da el argumento junto con el escenario, que torna tropical y “chillout”.
El argumento cambia cuando el “saltator” muere y sube al cielo, entre los dioses.

TEATRALIDAD

El aroma de Roma

Leo Rivera

Ver a quien antes interpretaba a Pisón, el jefe de gladiadores, en el papel de Zeus, o ver a uno de los esclavos gladiadores interpretando al Dios Apolo aporta teatralidad al Aroma de Roma, así como variedad en la propuesta.

EL LENGUAJE, ASPECTO DE FONDO.

Respecto al lenguaje, hay que destacar, por un lado, la temática variada. Simpática sobre leones veganos. Amena respecto al “saltator”, en sus conversaciones con los gladiadores.

EL LENGUAJE, ASPECTO FORMAL.

Desde el punto de vista formal, tanto en los diálogos teatrales como en la letra de las canciones se usa la rima y los parónimos de sonoridad parecida, usados como juego de palabras. El que queda en la memoria de los espectadores es el de “Carpatos, párpados”. Pero hay muchos más.

EL LENGUAJE DE NERÓN.

Pero, sobre todo, es el carácter cómico que han sabido dar los autores al personaje de Nerón, sin duda quien lleva la carga de la comicidad de la obra.
A través del diálogo, le dibujan un perfil nervioso, indeciso, impropio de un emperador romano.

EL ARQUETIPO DE NERÓN.

Es el típico tonto crédulo de los sainetes. Pero, en este caso, el sainete queda más oculto que en Miles Gloriosus. Se disimulan más los hilos del muñeco.
Manipulado, crédulo, débil y sin embargo despreocupado, hiperactivo. Sin duda el mejor personaje de la obra. Un Nerón que recuerda a Peter Ustinov en Quo Vadis.

PERSONAJES VARIADOS.

Personajes variados y muy distintos entre sí con perfiles muy diferentes. Pisón, el jefe de los gladiadores, que recuerda a Oliver Reed en Gladiator. Claudia Torres y La bestia de los Carpatos que recuerdan a alguno de los personajes de Astérix y Obélix. Personajes que suenan conocidos y que forman un conjunto muy diverso que divierte. Divertir viene de diverso, lo recuerdo una vez más.

UNA SECRETA INSPIRACIÓN.

Y aunque no puede demostrarse que el Aroma de Roma se inspiren en ellas, si resuenan de fondo… otras películas. ¿A quién no se le pasó por la cabeza “Enredados”, cuando aquellos gladiadores fornidos hablan de sus sueños, plantean formar un cuerpo de baile e inician su canción? El pícaro “saltator”, que interpreta Leo Rivera, ¿no me digan que no se parece a Flynn Rider? ¿Quién no se esperaba el famoso tema “un sueño es”, aunque no llegó a sonar?
Leo Rivera interpreta un pícaro clásico, un Aladdín en toda regla.
Pero los gladiadores emprenden una canción que en nada se parece a la de Disney. Tal vez no se atrevieron ni siquiera con unas breves notas que lo sugirieran, porque temían que los gilipollas de Disney y su encorbatado equipo de abogados se les echara encima para sacar tajada con aquello del copyright.

HOMENAJES MELÓDICOS.

Si se atrevieron, sin embargo, con otras melodías cuyas notas sonaron brevemente como Jesucristo Superstar en la canción de Nerón y Moonwalker de Michael Jackson. E incluso se pudo ver un recuerdo del Rey León en la escena en que los leones hablan sobre su dieta alimenticia.

LOS ACTORES.

Los actores bien. Realmente bien. Dinámicos y el movimiento todo el rato.

AGUSTÍN JIMÉNEZ.

Algo más gordito, no pudo hacer alardes de forma física frente a los gladiadores bailarines y los musculosos figurantes. Pero se lució como actor.

JAIME FIGUEROA

Nerón, nervioso, también se movía y agitaba dándole vivacidad a la actuación. Un buenísimo actor.

LEO RIVERA.

De igual modo, pese a la rivalidad que tenía con tanto personaje vistoso y actor de calidad, no desentono y mostró sus habilidades para el canto y la pantomima.

Hago un inciso aquí que ustedes me perdonarán.

No conozco a Leo Rivera, no he hablado con él personalmente, aunque tengo que decir que le conozco. Bueno, conozco a su padre, Leandro Rivera, natural de Talavera de la Reina y miembro del grupo del teatro El Candil. Un grupo de teatro aún en activo, creado en 1958, del que fui director durante 10 años. Yo era un crío de 16 y ya estaba metido en el grupo que fundó mi padre.
Por aquel entonces, Leandro Rivera padre también hacía teatro y juntos fuimos por los pueblos con una obra famosa donde interpretaba a un ángel que se hizo muy popular y con el que cosechó varios premios en certámenes de aficionados. Aquí tienen una foto del padre de Leo Rivera, en el programa a Los Ríos. Les dejo el link del vídeo donde Leandro aparece interpretando a Calisto, hace ya muchos años.
Sigo.

LA BESTIA DE LOS CARPATOS.

Pero si algo se queda en la retina del espectador (como el diente del “risitas” del “Perro verde” de Jesús Quintero), es ese actor tan alto, que parece sacado de una viñeta de Goscinny y Uderzo (o del rufian narigon de Enredados). Con acento rumano, además. Es “la bestia de los Carpatos”. Un personaje secundario cómico y muy vistoso, que interpreta la mejor canción de la obra, por su rima y musicalidad. « Yo soy la bestia de los Carpatos. Si te metes conmigo te arranco la cabeza… y los párpados «. Y, cuando “la bestia de los Carpatos” se pone a bailar torpemente, pero de forma muy cómica, el público enloquece.
Todo un descubrimiento tanto de actor, como de personaje, como de canción y perfil que le dibujaron en esta ocurrencia genial.

EL AROMA DE ROMA, EL MUSICAL.

El Aroma de Roma, como todos los musicales, sacrifica la teatralidad y la coherencia argumental a la comedia y a las canciones, que son su prioridad.
Dentro del musical de Broadway, en que se encuadra este Aroma de Roma, como lo hizo Golfus de Roma el año pasado a Ben Hur hace dos años, la presencia de canciones es continua. La teatralidad es simplemente el armazón que la sostiene. Eso implica varias características muy comunes que se dan en casi todos los musicales.

INCOHERENCIAS ARGUMENTALES EN EL AROMA DE ROMA.

No, no se piensen que no me gustó el Aroma de Roma. Me gustó y es un buen espectáculo, con unos actores solventes. Simplemente me limito a destacar las habituales incoherencias argumentales que podemos hallar en cualquier musical, referidas en concreto al Aroma de Roma.

EL POLLO.

Por ejemplo, el pollo. Para quien haya visto la obra, Apolo le da al resucitado “saltator” un pollo e, inmediatamente, ese pollo de goma se convierte en un objeto mágico que, según las técnicas narrativas, el héroe tendría que usar en su favor en cualquier momento. Es la pistola de Chéjov. Si el narrador muestra una pistola en su relato, está obligado a usarla, eso dice la teoría.
Pero el pollo se queda en un triste pollo, simplemente. No tiene ninguna función en el argumento. Es uno de los hilos que quedan sueltos en el Aroma de Roma.

POPEA, LA MALA.

Un personaje malvado, como Popea, que incluso nos deleita con una canción sobre lo mala que es, y que amenaza con conspirar contra el emperador y acabar con su reinado, finalmente tampoco se desarrolla como personaje ni como trama. Incluso, al final, Nerón le regala Roma, renunciando a sus poderes, porque quiere dedicarse a cantar. O sea, es mala porque lo dice ella, pero su conspiración se queda en nada. No se desarrolla en la obra ni tiene ninguna función porque todo se desinfla en un final humorístico.

LA BESTIA DE LOS CARPATOS, EL ANTAGONISTA.

La bestia de los Carpatos ha venido para hacerse cargo de la jefatura de los gladiadores. Mata al “saltator” que le ha usurpado su identidad. Se muestra como hombre salvaje, su enemigo. Pero cuando el “saltator” resucita, la bestia, que tenía la función de antagonista, queda integrado en el cuerpo de figurantes sin que este hilo argumental tampoco se desarrolle.

FIN DE FIESTA ESTILO SIGLO DE ORO.

Pero todo es así porque todo es comedia en el Aroma de Roma. Las incoherencias y los hilos argumentales incompletos no importan. Se perdonan. Incluso, tras la canción de despedida de los actores, sin que quede claro en qué consistía el conflicto y como se solucionó, la obra continúa con un fin de fiesta donde Nerón, como el rey en las comedias del siglo XVII, lo soluciona todo.

NERÓN. DEUS EX MACHINA

Nerón se convierte en un «deus ex machina» (y los autores así lo reconocen) Lo admite todo. Su maldad y su crueldad de Emperador se transforma en generosidad y en bondad en un pis-pas, embriagado por el espectáculo de baile que ha presenciado. Tanta es su admiración por lo que hace veinte segundos despreciaba, un simple baile, que accede a la petición de sus esclavos: acaba con la matanza del espectáculo de gladiadores que tanto gusta al pueblo.
No tiene sentido. El cambio de actitud se da porque sí. Nerón se deja dominar, los manumite, renuncia. Es el fin de fiesta de una comedia del siglo de oro. El deus ex machina. A Nerón le da igual y tiene cierta “lógica de comicidad”, pero es un disparate todo.

ANARQUÍA, DIVERSIÓN.

Y es que, consciente de que está rompiendo todas las reglas habidas y por haber en el Aroma de Roma, Santiago Lancha se permite todas esas incoherencias. Porque El Aroma de Roma es un musical.
¿Todo se permite porque es un musical? Puede ser. El caso es que los anacronismos, la variedad de personajes, las actuaciones atractivas y sólidas son suficientes. Nos transmiten un optimismo que lo perdona todo.

OTRAS INCOHERENCIAS

Ya se han traído a colación fallos argumentales e hilos narrativos sin cerrar, errores que quedan justificados por el aroma a desmadre y comedia. Sumemos ahora otras incoherencias como el asesinato de Otón, cuando se encamina a la Lusitania, que está ahí de pegote, para justificar la traición de Pisón y quitárselo de en medio y que dé vía libre al “saltator” y sus ensayos en el cuerpo de gladiadores.

LA DURACIÓN DEL AROMA DE ROMA. PRIMERA Y SEGUNDA PARTE.

Con 70 minutos el Aroma de Roma hubiera quedado perfecta. Prolongándolo un poco más con la ocurrencia del Olimpo y con el objetivo de que obra tuviera un mejor encuadre en su estructura. No habría nada que decir a este respecto. Pero la obra se alargaba innecesariamente. Tal vez le sobraron 30 minutos de los 60 que se añadieron tras el descanso.
Parte de esa prolongación fue debida a que tenían que mostrar a los diferentes actores protagonistas y sus virtudes. Otorgarles a todos su canción. No aportaba nada que Popea nos dijese cantando que era mala, muy mala, (que igualmente recordaba a madre Gothel de Enredados) aunque su voz era prodigiosa. No aportaba nada por la posterior incoherencia que se produjo. Tampoco aportaba nada que dijera Nerón que era malo, aunque tuvo su gracia. Estaba más justificado porque nos gustaba su comicidad.
Lo que quedaba como un pegote era el amor de gladiadores entre la Dominatrix y el macizo africano.
Tuve la sensación de que, hasta el descanso, se había intentado complacer al público y, después del descanso, los autores intentaron complacer a cada intérprete otorgándoles su minuto de gloria.
Aun así, lo que digo es una cuestión menor respecto al conjunto.

EMPASTAR LA VOZ DE LOS ACTORES.

Vuelvo al grupo de teatro el Candil, de Talavera, porque tengo cierta experiencia en el teatro musical. Yo también he intentado hacer mis pinitos en ese género como director. Manejar una obra de 14 actores como hice en su día, con una versión mía de “la Gatomaquia”, de Lope de Vega que llevamos por pueblos y certámenes, supuso para mí un quebradero de cabeza. Dependes de los micrófonos inalámbricos, que cuántos más actores sean, mayor locura. Hace falta un enorme presupuesto, un buen equipo, muchos ensayos con sonido para que las diversas voces suenen igual y no chirríe ninguna.
Los creadores del Aroma de Roma se han metido en camisas de 11 varas. Sé lo que es eso. Unos cantan muy bajito. Otros ni siquiera son cantantes ni están adiestrados en esta disciplina. Otros van sobrados y otros destacan por su chorro de voz.

Y no es cuestión de que unos se luzcan y dejen atrás a los otros. Tampoco es cuestión de atar una mano a la espalda a quien sabe cantar muy bien para que al otro se le oiga. Es la técnica quien debe hacer el milagro, y en un entorno como es el teatro al aire libre, es muy difícil. Aunque se consiguió. Se notaron los fallos que digo, pero se consiguió porque el público lo perdona todo cuando asiste a un espectáculo de tal magnitud y se divierte. Sin embargo, sonido empastillado y voz en directo eran muy mejorables.
Cantaba ópera cuando, en una canción, dos o tres actores se daban la réplica. En una intervención cantada, alguno, en efecto, cantaba ópera pero cuando retomaba la letra su compañero, apenas se le oía. Fue constante a lo largo de la representación.
A algunos se les entendía, a otros no. Y cuanto cantaban juntos…
A algunos se les oía, debido a sus cualidades. Otros necesitaban una ayuda técnica que por regla general no recibían porque, repito, se necesita mucho ensayo y una gran precisión para cuadrar todo eso. Una locura es la cuestión técnica en los espectáculos teatrales y más de esta envergadura.

Ya digo que nos divertimos tanto con el Aroma de Roma que incluso, con ser la más grave falla que tuvo la representación, fue objeto de nuestra comprensión y se lo perdonamos. Y mucho más lo perdono yo, que conozco el paño y también sufrí de esos dolores.

CONCLUSIÓN.

En definitiva, una obra con muchos actores, difíciles de mover, difícil de empastar, con mucha tarea de por medio para ponerla en pie, y pretenciosa. Tiene éxito la compañía, sin embargo, en su cometido y su pretenciosidad, sin embargo. Pero yo sé bien que este tipo de espectáculos llevan lo suyo y cuesta sacarlos adelante. Suerte con su explotación comercial y a ver si mejoran lo ya indicado.

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1 Comentario

  1. Hola.
    Cómo bien se sabe «el libro de los gustos está en blanco». No obstante, si somos objetivos, lo a obra «Los aromas de Roma » es un producto de muy baja calidad artística. Más propio de la actuación de fin de curso de bachillerato que del teatro de Mérida. Aburrida,de mala música,letras con rimas facilonas, tópicos recurrentes…En fin,una obra impropia del lugar y el precio de la entrada que hay que abonar por verla. Silbidos,abucheos, espectadores que se iban e incluso un grupo que cantaba cumpleaños feliz para hacer ver a los actores que también cantaban y aún mejor que ellos. Pero lo dicho:»para gustos los colores.»

    Responder

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