Buscándole los tres pies al gato al asunto de los refugiados, observa mi amigo Simón que es Alemania quien quiere repartir. «Cuando los inmigrantes llegaban a Andalucía, París o Lampedusa, nadie hablaba de repartir. Ahora sí, como les toca a ellos…». Yo no llegaría a tanto pero, en busca de nuevas reflexiones y otro daikiri con legendario, Simón alega que cualquier problema social, guerra, paz o derrocamiento lo patrocinan las multinacionales. «Gracias a ellas, la desestructuración económica y social no se producirá. A las grandes compañías no les interesa, ellas miran su dinero». Fue aquí donde, irritado, Simón tiró los panchitos: «si alguien puede y quiere frenar lo que sea, son ellas. Ellas, que han organizado siempre el mundo». ¿Ah, sí?, balbucí yo, lamentando los panchitos. «Imaginemos que esa avalancha de sirios que busca asilo, trabajo, casa y comer, provoca una crisis. Sumada a la que ya padecemos, aumentaría la inflación, el hambre, la gente no compraría, las multinacionales no venderían y se arruinarían. Eso no va a suceder. Antes, las multinacionales devolverían refugiados, invadirían Siria o lo que hiciera falta para seguir vendiendo. ¡Ellas sí, no los gobiernos! ¡Ellas son el poder!», exclamó entre vagidos de mojitos. Simón dice que ellas mandan sobe EEUU o Alemania. Los ejércitos asesinarán demócratas, tiranos o bombardearán casitas cuando ellas lo manden, no los gobiernos. La gente no les importa, ni el paro. Importa su dinero».
Más allá del «pobrecitos» o del «qué guay ser humanista», (con perdón), heridos por un último Dry Martini y bajo la mesa, buscando el panchito, tuvimos la luminosa idea de qué nuestro sagrado capitalismo salvaje nos acabaría salvando el culo. Está todo tan atado, que gracias a don dinero nada ocurrirá. Fue el momento en que encontramos el panchito perdido y Simón se dio un ostión. Decidimos irnos a dormir la mona a casa.
Publicado en prensa de papel (La Voz del Tajo- Talavera de la Reina) el 22 de septiembre de 2015)
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