Matices sobre el efecto Dunning Kruger

Moises de las Heras

12/11/2025

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TMatices sobre el efecto Dunning Krugerodos hemos oído hablar del efecto Dunning Kruger. Para quien no lo conozca, -y creo que a estas alturas todo el mundo lo conocerá si sois aficionados a estos vídeos de psicología-, os diré que el efecto Dunning Kruger consiste en la insolencia con la que ciertos personajes, poseídos por su narcisismo, por su afán de destacar, por su vanidad, que se empecinan en dar una opinión no contrastada, no documentada, no estudiada de la realidad, haciendo gala de su ignorancia. Y también el efecto Dunning Kruger trata de cómo las personas informadas, que se preocupan por leer y escuchar opiniones ajenas, se acojonan.

Conocen los temas, son más expertos y, sin embargo, desconfían de sí mismos. Porque a fuerza de encontrar matices y paradojas en cualquier cosa que estudian, finalmente les entran dudas. En definitiva, el efecto Dunning Kruger viene a decir que cuando más ignorante seas, más seguro estás y cuanto más sabio seas, menos seguro estás. Esto es lo que dice, básicamente, los estudiosos de David Dunning (Míchigan, 1959) y Justin Kruger (California, 1968.

MATICES SOBRE EL EFECTO DUNNING KRUGER

Pero el efecto Dunning Kruger tiene sus matices. Y es que cabe analizar la psicología del tonto del culo y porque se exhibe siendo un ignorante. Ese ignorante se atreve a afirmar cosas sin sentido, da por válidas las ocurrencias más absurdas y además las impone con violencia.

PRIMER MATIZ: LO IMPONE CON VIOLENCIA.

Porque sí, el primer matiz del “tonto que todo lo sabe” o “tonto del culo” es que impone su criterio con violencia. Sea un criterio blanco o político, pero sobre todo si es político, recurre siempre la violencia. Sobre todo a la violencia verbal. Se irrita, amenaza, considera despreciable al rival por opinar algo contrario a lo que él opina… El tonto del culo no considera que los asuntos se puedan debatir con calma y sosiego, dándole la razón al otro si la tiene y aprendiendo de lo que el otro dice. No. Su idea debe imponerse por encima de cualquier argumento contrario, por razonable que sea. Porque sí. Porque tiene razón. Porque es lo justo. Debate a cara de perro.

Plantea siempre los cuestiones como broncas para imponerse al adversario. Considera al adversario un enemigo al que hay que rebatir. Y no solo rebatir, sino abatir, vencer, humillar. Y para vencer y humillar, lo mejor es la violencia.
Analizaremos qué tipo de violencia y cómo la desarrolla el tonto del culo más adelante. Ahora pasemos a otro asunto.

SEGUNDO MATRIZ: COMPLEJO DE INFERIORIDAD.

El segundo matiz es el complejo de inferioridad del tonto del culo. Si tal violencia tiene una razón de ser, ésta es debida al complejo de inferioridad tan tremendo que tiene el tonto del culo y le supera. El tonto del culo sabe que es tonto del culo. Sabe que no sabe nada, pero quiere convencerse a sí mismo de que sabe. De que lo sabe todo. Le da rabia darse cuenta de que no.

A diferencia del sabio, que solo sabe que no sabe nada, pero lo asume, el tonto del culo quizá sepa que no sabe, pero ha de tener razón por cojones. No lo asume. No asume sus carencias, que pueda estar equivocado, no. Tal es la rabia que tiene contra sí mismo por no saber, que pretende imponerse. Quiere saber. Quiere ser listo por encima de cualquier cosa, pero ¿cómo “saber”, cuando “no sabes”? Imponiendo, ganando los debates con altercados, con porfías, con agarradas.

TERCER MATIZ: COMPARARSE CON LOS DEMÁS.

De modo que, para no ser vencido ni sufrir la humillación de una derrota dando tu brazo a torcer, y para no tener que callarse en ninguna conversación, se compara con los demás. Encuentra siempre un adversario con quien debatir. Lo busca, lo desafía, lo provoca porque quiere a toda costa ganar a alguien, a quien sea, y cuando lo encuentra porque alguien ingenuamente se ofrece, pelea, batalla, xxx. Su objetivo es ganar, ganar y ganar.
Aunque el adversario rechace el provocación y la pelea, él la busca. Le busca. Porque ganar significa para él una prueba de que es más listo. La sabiduría no se mide, según él, por la consistencia de sus razonamientos, hayan triunfado o no en la pelotera. La mide en términos de haber ganado la disputa, aunque, analizando el altercado, uno vea que no haya dado ni una.

COMPLEJO DE INFERIORIDAD.

Una puesta en común que él siempre plantea como gresca. Porque su autoestima está en función de ganar esa discusión. Las opiniones no adquieren categoría de verdad por que se llegue a razonamientos válidos, sino porque se ganan las trifulcas.

La forma de no verse humillado ante sí mismo y de tener una prueba tangible de que “sabe” y de que “tiene razón” es ganar las reyertas. Y cuanto más duda de sí mismo, cuanto más complejo de inferioridad tiene el tonto, y más tonto del culo se sabe, con mayor vehemencia y con mayor fuerza y frecuencia sacará temas a disputa. Para ganarlas, no para analizarlas ni para aprender. Oculta su ignorancia tras su ardor guerrero y su apariencia de seguridad.
En la medida en que dude de su valía como analista, en esa misma medida sacará su lengua viperina a pasear con cualquier polémico que él mismo avivará, comparándose con los demás para obtener cada día, cada semana, cada mes o cada momento propicio que se tercie una nueva muesca en su culata. Trofeo que nunca será suficiente.

MENTIR PARA TENER RAZÓN.

De tal modo que, incluso, puede llegar a mentir y a ocultar medias verdades con tal de ganar la discusión.
Porque esa insignia la ha conseguido al vencer a los demás, pero no por la consistencia de sus argumentos. Y él lo sabe. Sabe tres cosas: que sus argumentos no han sido consistentes, que el otro, el adversario, al que identifica como enemigo, sigue siendo más sabio e inteligente. Y tercero, que ha mentido o ha ocultado la verdad para subyugar, para someter, para amedrentar y que, por tanto, no es una victoria lícita. Ha hecho trampas.
Por tanto, por estos tres motivos que le indican que no es tan sabio como cree o como quiere ser, o como quiere creer, volverá una y otra vez a la batalla como un don Juan Tenorio que pone a prueba su hombría una y otra vez, porque duda de ella.

CUARTO MATIZ: GANAR CON VIOLENCIA.

El cuarto matiz es ganar con violencia. Si no puedes ganar con armas nobles, tienes que acudir a ocultar la verdad, a adulterar, a utilizar el terror para callar al sabio. Sabes que son esas tus armas y no son otras, porque no las tienes. Pero no quieres renunciar y resignarte a perder. No quieres resignarte a no saber más que tu enemigo. Por eso utilizas las armas de la mentira, de la manipulación y del amedrentamiento contra el otro. Solo tienes esas dos opciones, o resignarte a ocupar un puesto inferior, rendir las armas y reconocer tus carencias o revolverte con ira y pelear con malas artes para no ponerte en evidencia. Son las dos únicas opciones.
Por tanto, como tu autoestima es tan baja empleas, siempre la segunda, no renuncias a pelear y a convertir cada triunfo engañoso en tu victoria privado y en tu lenitivo psicológico.

QUINTO MATIZ CONSTRUIR UNA IDENTIDAD.

Lo que intenta el tonto del culo es construirse una identidad que él mismo se inventa. Quiere darse a sí mismo una imagen de sabio competente.
A base de utilizar la mentira, las medias verdades y la violencia para ganar al contrario, en lugar que hacerlo noblemente, acaba creyendo que las técnicas dialécticas en las que se has especializado y en las que es un experto son las lícitas. Son las que “deben ser”.

En su simple razonamiento concluye que más vale creer que vencer en las trifulcas garantiza que tú postura es correcta y la del sabio, que fue más razonable y mantuvo la calma pero que perdió en la lucha de barro, es una estupidez. Por perder. Y eso va a misa para él. Quien gana las discusiones tiene la razón y la verdad, punto. La prueba es que se lleva el gato al agua. Como he vencido, mi postura es más cierta. La verdad es verdad porque mi opinión ganó la pelea.

¿VENCER ES TENER RAZÓN?

Y la gana, en efecto. Pero el tonto del culo sabe que su victoria no garantiza que tenga más razón que el que la perdió. Aunque quiere creerlo y hay tontos del culo que se lo creen, no es así.
Lo creen porque sus coordenadas son emocionales. Las rige la autoestima que necesitan alimentar en cada uno de los escándalos, cada día. Por tanto, ese silogismo lo da por válido: “quien se impone y calla al otro, aunque sea con violencia, tiene razón”. Eso constituye la base de su estructura mental.
Sabe que no es así. Y sabe que ha ganado la riña con crueldades, con medias verdades y con mentiras. Se agarra al silogismo: “quien gana la disputa tiene la verdad”. Se agarra con furor a este convencimiento para demostrarse a sí mismo que tiene talento por haber ganado.

SEXTO MATIZ: MATICES DE DUDA.

Pero duda. El tonto del culo sigue dudando de que su estrategia para vencer tenga algún fundamento. Sabe que no lo tiene. Sabe, en el fondo, que quien gana la batalla no es necesariamente quien tiene razón. Pero, a pesar de todo, se agarra a esa idea y la pone en práctica. Pero la practica con rabia, Una rabia casi desesperada, porque sabe que no existen más opciones. Que es tonto. Que siempre será un tonto del culo. Y no quiere serlo. Por eso se empecina más en cada disputa y es cada vez más agresivo.

SEPTIMO MATIZ: UNA AGRESIVIDAD ARGUMENTATIVA.

Pero no quitemos al tonto del culo toda la razón. Porque algo de razón tiene, aunque no toda. Y aunque el sabio pueda destruir esa razón en un segundo, con argumentos más sólidos y contundentes, aun así, el tonto del culo tiene algunos. Flojos, pero los tiene. Lo que ocurre es que se ha especializado tanto en la habilidad dialéctica de exponer sus flojos argumentos con contundencia y rabia que esa rabia y esa contundencia se ha convertido su asidero, su clavo ardiendo. No son argumentos, es facundia, oratoria. Es habilidad para exponer con determinación. Es locuacidad.
>Es admirable como una idea absurda, de peón caminero, como se decía en mi tiempo, puede ser manifestada y defendida con tal solidez que suena verdadera. Utilizar frases cortas, metáforas vistosas, imágenes plásticas, falacias ad hominem, insultos, seguridad en sí mismo… todo eso.

ORATORIA

Oratoria, al fin y al cabo, que nada tiene que ver con defender una verdad o una mentira. Y este imagen de contundencia, de seguridad en la exposición, de rotundidad incontestable, construida en un discurso compacto que cierra todas las posibilidades a la incursión enemiga, es lo que le da seguridad al tonto del culo.

En ello basa su éxito y su convicción de que su punto de vista es el evangelio. Repito que defiende un argumento flojo y sin consistencia, principalmente porque ha ocultado la mitad de la realidad, contraria a su postura. Una realidad que no le interesa exhibir. O ha mentido, directamente. Esas dos fórmulas, mentir y ocultar la realidad parcialmente es lo que da consistencia a su argumento.
Y el tonto del culo se complace en que su argumento ha tomado aspecto de verdad inquebrantable, de opinión innegable, de postura inatacable. Aunque sabe que ha mentido.
Ha construido con verdades a medias y con mentiras todas las opiniones que realmente el tonto del culo se cree pueden llegar a devenir sólidas.

VERDADES EMOCIONALES.

Pero esa solidez es emocional. Porque la parte de realidad que le da la razón al “enemigo” es odiosa para él, y las rechaza de plano como “perniciosa”. Es una visión parcial, sesgada, así la califica. Es una realidad que no quiere escuchar. Su emoción le lleva a rechazar la opinión ajena del enemigo como perversa y nefasta. A la vez, la emoción le hace interpretar la mentira que él ha creado como “una opinión políticamente correcta”.

AL SERVICIO DE UNA VERDAD MAYOR

No miente, porque es una versión de la realidad buena, beneficiosa, guay. En realidad, no estás mintiendo, está haciendo valer lo correcto mediante la mentira y eso no es mentir. Está poniendo una perspectiva correcta de la realidad en servicio de una verdad mayor. Tal vez su argumento sea incorrecto, pero miente u oculta datos en beneficio de una verdad superior. Por eso, deja de ser verdad a medias o mentira para convertirse en verdad completa y absoluta al ser una opinión buena, propia de gente que está en el lado correcto de la historia.

Para ello, sus rivales, sus enemigos, la otra parte contra la que discute, ha de estar en el lado incorrecto de la historia. Y así es como la mentira no es mentira, sino versión y opinión propia sobre una realidad que se convierte en verdad. Y la parte de realidad que se oculta, no se oculta con mala intención, sino que se oculta porque es digna de ser despreciada y no tenida en cuenta. De este modo, esa argumentación, la visible, la del tonto del culo, la parcial, adquiere una potencia discursiva sólida que el tonto defiende como verdad absoluta, completa, en su ceguera.

OCTAVO MATIZ CUANDO LA IDEOLOGÍA TE AVALA.

Y el séptimo matiz que vengo poner en consideración es cuando la ideología avala tu postura. La ideología hoy día no es el resultado de un pensamiento construido con razonamientos desde posturas pacíficas dónde predomine la tolerancia y la capacidad para escuchar la realidad completa, con todos sus matices y sin complejos.

La ideología hoy día es algo emocional y no racional. Posturas que se defienden desde el odio al enemigo, y no desde la coherencia argumentativa.

ARGUMENTOS FLOJOS E IDEOLÓGICOS

El tonto del culo, de izquierdas o de derechas, porque tontos del culo lo hay en todas los espectros, se encuentra protegido por todo un colectivo. Un colectivo de tontos del culo también, que defienden a capa y espada y con violencia una postura política determinada, radical y sin matices, que no concede ni agua al contrario. El tonto del culo se siente, por tanto, protegido por la ideología y sus adalides.
Hay tontos del culo que necesitan que el grupo al que pertenece le avalen. Porque no es capaz de defender una idea en soledad.

Por eso se alía con la ideología que considera más cercana a su forma de pensar, si es que piensa. La elige para sentirse en el lado correcto de la historia, para ser el bueno de la película, para que un grupo de personas que piensan como él acrediten su postura de tonto del culo. Él no es sabio. Él se sabe tonto. Pero, como pertenece a sector político que ha elegido y le protege, se siente a salvo. De este modo, si a él le llaman “tonto del culo” o se ve puesto en evidencia ante los demás, pillado en uno o varios renuncios, dispondrá una serie de personas que le tutelan y que le sostienen en su tontería. De toda una ideología.

PROTEGIDO POR LA IDEOLOGÍA.

Por flojos que sean sus argumentos en ésta o en otra disputa, su pertenencia al grupo político le protege. Por eso, donde más tontos del culo hay es en política. Precisamente porque la política ofrece una red ideológica donde el tonto del culo, si cae, no se hace daño. Al final, puede argumentar, en último extremo, que su ideología es de izquierdas o de derechas y ese argumento bastará para salvarle en su caída. Es muy común ver a una persona que ha perdido todas las batallas, que le han abochornado hasta decir basta, concluir con la frase “lo que pasa es que tú eres un rojo” o “lo que pasa es que tú eres un facha”. Esa es la red de que hablaba.

Ambos, tontos del culo de izquierdas y tontos del culo de derechas, se ven arropados por la ideología porque, entre otras cosas, han encontrado un eterno rival en el otro espectro político al que insultan. Porque es una ideología indeseable y tienen licencia para matar y hacer el ridículo hasta la extenuación con argumentos peregrinos. Porque la red nunca permitirá que el equilibrista se rompa el culo cuando caiga, por muchos intentos y equilibrios nefastos que lleve a cabo.

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