En enero saltó la noticia. Una famosa librería especializada en medicina en Madrid y fundada en el siglo XIX cierra sus puertas. La librería Moya, de la calle Carretas, junto a la Puerta del Sol. Fue noticia del Telediario. Pero Talavera tiene una relación muy directa con esta librería. Y con un servidor, de modo indirecto.
Víctor González Gil fue mi tío. Para los jóvenes (el tiempo pasa rápido) es el escultor de la estatua a la Constitución, esa que se halla a la entrada de los Jardines del Prado de Talavera de la Reina y donde que cada seis de Diciembre se celebra un acto de homenaje a nuestra Carta Magna. Pues bien, Dolores Moya era su mujer.
Dolores (tia Loli) era la descendiente directa del fundador de esta librería.
Loli la regentó durante muchos años, en la guerra y la postguerra.
La vida de Loli y Víctor transcurrió entre creadores e intelectuales de aquel tiempo. Porque no sólo Víctor, que pertenecía a la generación del 27, se codeó Gómez de la Serna, Solana, los tertulianos del Café Pombo y tantos otros. Hoy, que está de moda reivindicar a la mujer en la cultura, toca reivindicar a Loli como traductora, mujer sabia y serena y también relacionada con estos ambientes.
Una famosa anécdota que Paco Umbral refleja en uno de sus libros: Víctor llevó un colchón a Miguel Hernández a la cárcel de Madrid. No fue así. Fue Dolores Moya Hernández quien, con dos operarios del taller de escultura y valiéndose de su segundo apellido, se hizo pasar por prima del preso.
Porque Miguel, cuando venía a Madrid, se alojaba en casa de Víctor y comía patatas (comida de guerra) porque a Loli no le faltaban, pese al hambre en Madrid. Porque de tarde en tarde el matrimonio bajaba a una huerta de Oropesa, donde otra mujer, mi abuela Alfonsa, tía de Víctor, se lo proporcionaba.
(También publicado en prensa papel La Voz del Tajo Talavera de la Reina 8 de febrero de 2019)
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