No hace mucho asistí a una disputa entre niños de nueve años. Los adultos debemos favorecer el consenso entre niños, no sólo para impedir que vayan a mayores, sino para enseñarles a negociar en la vida, dialogando, pactando, cediendo.
Ocurrió que después de que los adultos logramos un acuerdo donde todos debían ceder, uno, descontento, buscó a otro adulto ajeno que desconocía lo pactado y con medias verdades y una versión muy particular le convenció para pactar otra cosa.
De este modo, yendo por detrás, el malévolo se salió con la suya.
Pero esto no es lo importante. Lo importante es que el cansancio, la desidia, el dejarlo pasar porque al fin y al cabo eran un asunto infantil le dio la victoria
Y esto me hizo pensar en el panorama extraño que vivimos, donde no gana quien más razón tiene, ni el más astuto, sino el más cansino.
Jugar al cansancio, la lenidad, la permisividad, el aburrimiento supone sacar tajada en este país.
Habla puigdemonio de la perseverancia. Se refiere a ese agotamiento, a ese cansancio, a ese aprovecharse de esa desidia. Se refiere a dar la vara, a marear la perdiz para robar la galleta de la alacena. Y uno ya, en la cincuentena, sin ganas de luchar y con este calor… les da la puñetera independencia y que se vayan.
Es la astucia y la tragedia de quien se alza con el santo y la peana en este país de mierda, de sol y moscas, cansando. El no es no, el sí es sí, el podemos, el no se puede, el independentismo, el alá es grande, las reprobaciones, las mociones, el Barcenas, la gobernabilidad porque sí y la madre que los pario a todos. Anda y que les den… dinero y se forren, y se vayan todos a Panamá. Y qué calor hace, la leche.
También publicado en formato papel, (La Voz del Tajo-Talavera de la Reina) el 30 de junio de 2017
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