Rara vez te encuentras con un restaurante, una iglesia o cualquier local amplio que tenga una buena acústica nefasta.
El salón suele hacer eco, al cura no se le oye, las voces se distorsionan, a los novios no se les entiende cuando elevan las copas. Estás a un palmo de narices de otro comensal y cuando grita “¡vivan los novios!”, tú intuyes que ha gritado “vivan los novios”, claro está, porque eso es lo que se suele gritar en estos casos, pero como que ha sonado a “¡quiero más pollo!” o a “¡viva Bergoglio!” o a cualquier otra absurdez similar.
PACO, EL DE LA ACÚSTICA NEFASTA
Y ahí está Paco, el de la acústica. Paco te coloca el baffle. Paco te forra las paredes con corcho. Paco te instala unos aparatos que chirrían y hacen ruido cuando los enciende. “Probando, probando”, dice. “¿Me se oye, me se oye?”, pregunta al aire. Porqué Paco sabe de decibelios, de ganancias, de potencias, pero no tiene ni puta idea de acústica. Pero “se las da”. Se las da de listo. Acústica nefasta
Paco sube el flanger. Paco baja el phaser. Paco se pone interesante y el cura le deja hacer porque Paco es un profesional. Eso le ha vendido al cura: “que es un profesional”. “Que él sabe de esto”. ¡Y vaya si sabe! A él que no le repliquen, porque “es un profesional”. Como la copa de un pino.
PACO TE LO INSTALA.
Pero Paco tira cables, pone micros aquí y allá y lleva una gorra con el logotipo de la empresa y un suéter negro con letras rojas. Y un pantalón negro. Porque es obligado que los profesionales del sonido vistan de negro, que eso deslumbra al señor cura.
Y cuando Paco, “el profesional”, se va, el cura se queda probando micros, deslumbrado por la “profesionalidad” de Paco.
Suena metálico, reverbera por todos lados sin que haya narices de que se entienda lo que se dice. Pero Paco es “un profesional” y al señor párroco le parece la quinta esencia de la octava maravilla. Vamos, que se ha deslumbrado tanto el señor cura, que da por válidos los chirridos, los ruidos metálicos y demás, que ni se da cuenta de lo que se oye y cómo se oye. Porque sí. Porque ha encargado el trabajo a “un profesional”.
Es horroroso, sí, pero no se podía conseguir otra cosa dado el local. Eso le ha dicho Paco.
EL CURA, ABDUCIDO
Paco le ha cobrado un pastón. Pastón que sale de la Iglesia. Porque Paco es el primero que se cree un gran profesional.
Ser profesional vende. Los sonidos se escuchan distinto cuando eres un profesional quien te instala la “historia”. Al cura le suena todo a maravilla, a gloria in excelsis deo. Porque no entiende.
El señor cura no tiene ni puta idea de sonido y no he escuchado nada mejor. Todo sonido parece bueno si no se compara con otro. Hasta que lo comparas con otro mejor y te das cuenta de que, el de Paco es una mierda. Pero como Paco le ha puesto baffles muy grandes y vistosos y ha sacado de una cajita unos instrumentos extraños que parece muy delicados donde pone Made in China, el señor cura, pues eso. ¡Que se ha aturdido, el pobre! Y no entiende. Le parece un experto como la copa de un pino.
Y LLEGA LA CEREMONIA.
El caso es que cuando se inicia la ceremonia el cura piensa, “ahora me voy a lucir”. Menuda sorpresa le voy a dar a los contrayentes cuando oigan mi voz y la claridad con que va a sonar el Evangelio de San Mateo. Se van a creer que Cristo mísmo les habla… ¡y soy yo!.
El cacharro suena a lata de sardinas, claro, pero a él le suena a deleite. Delectatio y gaudete in nomine domini. “Y es que no se podía hacer otra cosa”, excusa a Paco.
MALA ACUSTICA EN EL BANQUETE
Ya en el banquete, la gente acaba con dolor de cabeza. Allí, ningún Paco ha puesto ningún baffle ni ningún micro, pero se oye la estructura rara de un edificio hecho de cualquier manera que produce un efecto imposible en el salón. Mejor que si lo hicieses aposta.
Una sola palabra rebota y rebota una y otra vez sin parar, no se agota nunca. Si pretendes hacerlo adrede, no lo consigues.
Imagínense una sola palabra multiplicada por miles con doscientos comensales hablando todos a la vez. Imposible de soportar.
LA ACÚSTICA EN ESPAÑA.
Ni los dueños de los bares, ni los curas en las iglesias ni ningún otro espacio de gran amplitud cuida estos detalles. La acústica es la gran despreciada, la gran ignorada cuando se construye un edificio. Acústica nefasta
España es un país donde la acústica sigue siendo una asignatura pendiente. Nadie la cuida y, lo que es peor, nadie la considera necesaria. No importa que un local no tenga buena acústica. No importa que los fieles no se enteren de la misa la media, ni falta que hace, que para eso es una misa. No importa que no oigas al vecino que está pegado a ti, junto al cuello de tu camisa, en un salón de bodas. (Tampoco importa mucho si te habla tu cuñao) Todo eso no importa, no se le da importancia.
A QUIÉN LE IMPORTA LO QUE YO DIGA, SI NO SE OYE.
Que los comensales salgan con dolor de cabeza es lo de menos. Nadie parece dolerse de esta carencia. No tenemos cultura de buen sonido.
Lo que se desconoce, se desprecia. Si hubiéramos conocido locales con buena acústica, si tuviéramos con qué comparar, podríamos exigirlo. Pero no lo exigimos porque lo ignoramos.
Nos importa tres pimientos porque lo desconocemos. Pero sufrimos en silencio esas hemorroides. Acústica nefasta
LA ARQUITECTURA
Todo debería empazar por cuidar la arquitectura de los locales teniendo en cuenta la acústica, según vaya a ser empleada en teatros, bodas o banquetes. Cuidarla, en general.
Si nos fijamos, vemos que algo falta, pero no sabemos qué, porque no lo hemos conocido. Una buena acústica en los locales, hechos por buenos arquitectos y no por “un chapuzas” que se cree un “profesional”. Como Paco.
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