Memorias de Adriano
MI VOCACIÓN.
Yo he sido actor y director de teatro y la verdad es que no tengo mono. ¡Mono yo, qué va! ¡Mono no! ¡Tengo una jaula entera llena de chimpancés rabiando por escaparse a la selva, cuando veo actores sobre un escenario! ¡Mono de ese tremendo oficio que consiste en ser actor!
Pero luego me planteo la dedicación, la educación del cuerpo y de la voz, la pulcritud, los matices de cada actuación y cada papel, el tremendo esfuerzo de memoria hasta adquirir la suficiente soltura y naturalidad. Las pausas, la dicción. La precariedad en la contratación, los resultados cuando la gente no acude al teatro o fallas y no le gusta o no lo entiende o no lo aprecia. El escaso sueldo, la falta de trabajo, la constancia que se necesita, la falta de implicación de los compañeros en los proyectos. Las rencillas, la escala de poder, el hecho de que hay que ser de una pasta especial para dedicarse a esto. La socialización, las buenas caras para caer bien, las habilidades comunicativas, estar todo el día en la calle, relacionándote con quien no te quieres relacionar por obligación. El quítate tú para ponerme yo. Los viajes, los bolos. Volver a las cuatro de la madrugada. La escasez de inteligencia de alguno de los compañeros que comparten contigo el escenario, la baja calidad con la que hay que conformarse, tanto del otro actor como del proyecto y la obra… y la edad, que no perdona, y uno que busca tranquilidad… veo todo eso y los monos vuelven a anestesiarse, a tranquilizarse, a sosegarse. Vuelven a su jaula de aislamiento con esta inyección de realidad. Y vuelvo a la paz de mi misantropía.
EL MARLON BRANDO Y EL NUREYEV.
Pero un día, aparece el Marlon Brando español, Lluís Homar, en un monólogo inmenso como “Memorias de Adriano”, representado en el Festival de Mérida el pasado 7 de agosto de 2025, y vuelven los monos a alborotarse.
Tengo mono, sí, tengo mono. Estoy enfermo. Y tengo mucha envidia, además. Tengo envidia hasta del bailarín, Álvar Nahuel, que interpretaba a Antinoo, y de su capacidad para moverse en el escenario. Aunque tengo ya cierta edad y no estaría dispuesto a sacrificar el 80 por ciento de mi tiempo en fustigar mi cuerpo para pegarme el gustazo de exhibirme tan solo durante el otro 10 por ciento, causando dudosa admiración en algo tan perecedero como es una representación teatral. Este es otro de los motivos que me ha alejado de los escenarios, aunque tengo el veneno del teatro metido hasta el tuétano, pero que le vamos a hacer. Pensar que es un arte perecedero que, cuando se apagan las luces y suenan los aplausos todo acaba, me ha hecho cambiar el rumbo de mi barco hacia la novela que, aunque no se venda, está ahí. Por cierto, “Concierto para la mano izquierda” es mi última novela, accésit de Premio Onuba de Novela 2022, publicada por Editorial Onuba”, por si les interesa,
Por fortuna, hoy existe el video para inmortalizar tal esfuerzo de una representación, pero no es lo mismo.
SIN MÁS PREÁMBULOS COMENCEMOS.
Pero sin más preámbulos comencemos el análisis de “Memorias de Adriano”, que me estoy enrollando malamente. “Memorias de Adriano” es, tal vez, la mejor obra representada este año en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida 2025 hasta ahora. Claro, que he asistido a menos obras este año, por el momento, y aún no he visto “Jasón”, ni “Los Hermanos” ni, “Las Troyanas”, que veré.
Por este orden, y sin desmerecer otros aspectos del enorme trabajo desarrollado en diversos frentes, hablaré primero de la dirección de “Memorias de Adriano” y de la puesta en escena de Brenda Escobedo.
BEATRIZ JAEN, LA DIRECTORA Y BRENDA ESCOBEDO, LA PUESTA EN ESCENA
En “Memorias de Adriano” destaca la puesta en escena, llevada a cabo por Brenda Escobedo, con grandes ideas a la hora de distribuir a los actores por el escenario y crear cuadros estéticos y variados muy bellos. Brenda Escobedo hace un gran trabajo de composición, manejando micrófonos, actores, tramoyistas, microfonistas y otras hierbas y figurantes; jugando con un atrezo minimalista. Beatriz Jaén lleva a cabo la dirección escénica indicándole posiciones al propio Lluís Homar para componer cuadros diferentes. Un cuadro diferente por cada temática que aborda. Una gran idea, integrar a lo que siempre ha sido el equipo técnico (un fingido equipo técnico) como partícipes en la obra. Fingen ser técnicos de sonido y operadores de video y simbolizan a periodistas alrededor de un político/emperador y en esta premisa se apoya la idea fundamental de la puesta en escena de Brenda Escobedo.
Una mesa donde se tumba Adriano, una cámara que lo capta mezclada con escenas pregrabadas, unos micrófonos que se acercan y se alejan en un juego constante que parece novedoso a cada paso. Principalmente en el momento en que Adriano habla de su intimidad.
La puesta en escena de Brenda Escobedo es quizá lo más sobresaliente de estas “Memorias de Adriano”, versión teatral de la novela de Margarite Yourcenar.
LLUÍS HOMAR, ARTICULACIÓN Y VOCALIZACIÓN.
Le he descrito como “el Marlon Brando español” y me quedo corto. Homar es responsable de la calidad de esta obra, al mismo nivel que Beatriz Jaén, a quien era necesario reivindicar.
Lluís Homar nos ofrece todo un recital de buen hacer. (La frase me ha quedado como “mil veces oída” en los millones de críticas y análisis teatrales que andan por ahí. Lo de “todo un recital de buen hacer” suena a falsete, pero en fin…)
Pero es cierto. Lluís Homar domina la articulación y la vocalización, dos elementos fundamentales a la hora de narrar un texto de forma oral.
Articular es abrir bien la mandíbula para que las palabras salgan limpias y claras y se puedan entender lo que dices.
Vocalizar es lo mismo, pero tiene mucho más que ver con los labios y su movimiento. En ambos recursos, Lluís Homar es un actor clásico que ha aprendido hace muchos años a la antigua, tal como se exigía en la vieja escuela de arte dramático.
ARTICULAR Y VOCALIZAR HOY.
Ya van quedando menos actores que articulen y vocalicen y es de agradecer. Porque últimamente hay que subir al máximo el volumen de la televisión para entender lo que están hablando esos “actores naturales”. En teatro también tenemos ese problema, junto con la cadencia moderna, que es “soltar texto” a todo trapo, a velocidades tremendas.
LA CADENCIA MODERNA.
Las intervenciones se convierten, así, en un pastiche insufrible que cansa a los diez minutos. Supongo que la teoría de que estamos acostumbrados a ver muchos vídeos en tik tok, en Instagram, Shorts de YouTube y en otras plataformas ha obligado a un cambio en la forma de enseñar dicción en las Escuelas de Arte Dramático. Pero Lluís Homar nos demuestra que, para captar la atención del espectador, no es necesario “disparar” texto como una metralleta ni adaptarse al cerebro, cada vez menos capaz de concentrarse, del espectador.
DICCIÓN, SILENCIOS Y VELOCIDAD
La forma de actuar de Lluís Homar anima al espectador a concentrarse hablando a ritmo normal, utilizando tres recursos fundamentales para atraer y encandilar.
El primero de ellos es la buena articulación y dicción, de la que ya hemos hablado.
La segunda, hablar despacio.
La tercera es el uso inteligente de los silencios. Callarse el tiempo necesario, pero callarse, provocando un silencio espeluznante y dramático donde no se oye ni un solo grillo en este verano de 2025, para dejar pensar el espectador, para que medite en lo que se ha dicho y continuar. Un silencio que dure lo suficiente, lo preciso, ni demasiado largo ni demasiado corto, en su justa medida.
LOS SILENCIOS ALIENTAN LA PARTICIPACIÓN.
Un silencio que aliente la intervención del espectador y le anime a participar. Porque le deja pensar. Le deja meditar. Le deja intervenir.
LA CALIDAD DEL TEXTO.
A la hora de decir el texto, estos son los tres pilares fundamentales para que un discurso resulte atractivo: silencios, dicción y velocidad. Y, si me apuran, dos pilares más: el texto y la puesta en escena.
La calidad del texto. Que el texto sea atractivo y juegue con elementos plásticos que coloquen imágenes físicas en la mente del oyente, para que se claven en la retina, no solo en el pensamiento.
Un texto que trabaje con conceptos abstractos es mucho más difícil de asimilar, (sobre todo, en un largo discurso) que un texto que trabaje con objetos, que hable de personas, de lugares, que cuente anécdotas. Un texto que hable de cosas que pueden verse y que le den un asidero al espectador para que le resulte más sencillo “quedarse con la copla”. Si detrás de esas imágenes físicas transmitidas de forma oral hay unos conceptos que aprender mejor que mejor.
¿Adaptación de Julio Cortázar? Traducción solamente. Traducción de la novela, no adaptación teatral. Julio Cortázar es responsable del texto de la novela en castellano, solamente. La versión teatral y la idea de la puesta en escena es de Brenda Escobedo. En cualquier caso, hace una gran labor de limpieza y desbrozamiento de la novela original y la hace atractiva para el escenario.
CAMBIOS DE REGISTRO.
Hablando de cómo se lleva a cabo la interpretación de un texto desde el punto de vista de la voz, son importantes los cambios de registro. Junto con los silencios, las inflexiones de voz, hablar más bajo o más alto, transmitiendo emociones diversas a ritmos diferentes, se crea una musicalidad en el oído que causa gran atractivo. La dirección artística llevada a cabo por Beatriz Jaén es responsable del resultado. Aunque dudo mucho que haya tenido que corregir en exceso a Lluís Homar en su dicción y el modo de decir el texto. Lluís Homar es un monstruo de la escena (hale, ahí les dejo otro topicazo para su deleite) y lleva integrado en su ADN estas habilidades. Le salen solas. (Lo de que lleva integrado en el ADN sus conocimientos teatrales es otro topicazo más que derrocho esta tarde, que estoy finos de topicazos)
VISUALIDAD.
Y otro recurso que adyuva al resultado, convirtiendo en irresistible estas “Memorias de Adriano”, es el movimiento escénico de los actores. Trabajo inmenso, matizado y meticuloso de Beatriz Jaén, ideado por Brenda Escobedo, que imprime dinamismo a la visualidad y que ayuda a que nos llegue de forma más perfilada y fascinante los cien minutos de monólogo que se chupa Homar, él solito, de una sola sentada.
Si los monólogos son difíciles de por sí, mucho más los monólogos dramáticos y serios. Aunque el entorno donde se iba a desarrollar ya contaba con un “a priori” muy positivo. El marco era el más adecuado y los espectadores sabían a lo que iban.
COREUTICA.
La puesta en escena no sería tan potente si no incluyera la coréutica de los otros actores, incluido Antinoo, y las proyecciones, muy inteligentes y subyugantes.
Me he extendido contando las virtudes de Lluís Homar y los aciertos del monólogo porque era necesario y constituye el meollo de “Memorias de Adriano”. Memorias de Adriano es, ante todo, un monólogo, interpretado por un gran actor y había que darle cancha y sustancia al análisis de los recursos actorales del actor y del monólogo. Pero. una vez analizado en profundidad la puesta en escena, la dirección artística, la dirección escénica y la actuación de Lluís Homar, vamos con la tercera característica de “Memorias de Adriano” y un tercer acierto, el más vistoso, no por no por ir en tercer lugar menos importante como es la infografía.
PROYECCIONES
“Memorias de Adriano” juega con las imágenes. No solo de una manera atractiva, sino de una manera inteligente. Atractiva lo es por su belleza formal. Inteligente lo es porque varía según la narración cambia en cada tramo. La puesta en escena es minimalista y usa los recursos imprescindibles, sin que ninguno sobre, eliminando la posible hojarasca y jugando con los elementos. Imágenes proyectadas, grabaciones, imágenes en directo y nada más. Pero cambiando, como digo, en cada tramo de la historia, adaptándose a ella. Las proyecciones se adaptan a lo que se narra, pero también se adapta a su vez la luz, que se convierte en más suave o en más agresiva o más neutra según lo que se está diciendo.
También la música, que complementa las proyecciones e imágenes y no se distancia, formando un todo estético. Imágenes proyectadas, música que complementa y no distorsiona la imagen ofrecida, junto con la puesta en escena de actores, coreutica y atrezo, el cambio de vestuario y movimiento de los figurantes… todo ello empasta y logra un conjunto armónico, sutil y matizado. El espectador puede apreciar cómo todos los elementos funcionan a la vez, produciendo un efecto que despierta la mente y el juicio, no solo la vista.
Puro teatro de gran calidad que vimos el pasado 7 de agosto de 2025 en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida.
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