Las troyanas, de Eurípiddes, con Isabel Ordaz y Carlota Ferrer.
Como siempre digo, las obras que se presentan en el festival de Mérida, son obras antiguas de hace 2000 años, difíciles de adaptar al modo como entendemos hoy la narrativa en nuestros días.
Las historias de aquel tiempo versaban sobre la fatalidad del destino, la vinculación con los dioses y las tragedias sangrientas de guerras y desgracias en familias de poderosos. Ver cómo un poderoso caía en desgracia y morían sus hijos, sus amantes y se destruía su felicidad molaba un puñao. Además, las historias se complicaban, porque se multiplicaban los hijos, los nietos, las madres sufrientes, los amantes, los Simba, los Mufasa, las traiciones, los hados funestos y los ciegos visionarios que predicen adversidades.
Todo era así, cogieras la obra que cogieras. Si somos sinceros, hoy día vemos la historia como un cuadro estático de circunstancias, y no es de recibo para una narración de hora y media. Porque hoy buscamos otra cosa y no nos conformamos con ver desventuras de casquería de reyes y sufrimientos ajenos, como si fuéramos marujas hojeando el “Hola”. Queremos historias novedosas y no apreciamos lo ya visto una y otra vez.
El planteamiento es éste, y si miras la escena última de cualquier historia, no solo de “Las troyanas”, advertirás que la historia no se ha movido.
Los personajes no han avanzado. Han contado, eso sí, más detalles sobre su infortunio, pero no han aprendido nada como personajes. No ha sucedido nada, ningún cambio a tiempo real nada. Apenas nada. Todo sigue igual que al principio. La obra escrita, -y no me refiero a la adaptación de Troyanas, ni ninguna otra del género antiguo-, repiten una y otra vez detalles de su dolor y de su fatalidad. Los espectadores de hace dos mil años se conmovían con el dolor ajeno.
EL ESPECTADOR ERA OTRO Y PEDÍA OTRA COSA.
Ello es propio de un espectador que no estaba educado ni acostumbrado a ver obras de teatro ni ningún tipo de narrativa. Sólo atendía al “cotilleo” del sufrimiento ajeno y a las desdichas, como cualquier espectador de reality show de hoy, repito. Los espectadores estaban a ese nivel y a ese nivel se escribía para complacerlos.
>Lo que hoy entendemos como “grandes obras” por efecto del paso del tiempo y el prestigio de lo antiguo no eran más que eso: desgracias, casquería, destino fatal y venganza del pueblo ante los reyes y poderosos.
Así se sentían bien, aplicando esta fantasía de “justicia poética” que les hacía olvidar sus padecimientos. Ver a un poderoso sufrir disgustos molaba. Así calmaría, con toda probabilidad, los amagos de rebelión, haciendo que el pueblo se sintiera conforme al recibir una compensación ficticia.
>Además, las obras contaban con un lev motive común: una moral vinculada a los dioses y de temática de reyes y gobernantes, tal como hoy día se abre el “Semana” o el “Hola”. Lo he dicho muchas veces, pero no viene mal recordarlo.
LA DIFICIL ADAPTACIÓN.
Asistimos, por tanto, a la adaptación de las troyanas, realizada por la directora Carlota Ferrer e Isabel Ordaz, mano a mano, y cabe señalar varias observaciones.
Para empezar, Esta obra habla de cómo los requeridos coma un Ejército poderoso, invade otro más débil. Hay una variación respecto a los dos elementos que constituyen el espíritu de las tragedias griegas antiguas, la sangre y ver como sufren los Reyes. En este caso se cuenta la historia de una injusticia. Pero es una injusticia donde los protagonistas son los gobernantes.
>El complicado y a menudo insalvable problema de escribir un texto adaptando a Eurípides, utilizando sus mimbres e intentándolo traer al gusto del siglo XXI la tragedia es el problema.
Esa adaptación implicaría una evolución de los personajes y los acontecimientos. Una adaptación imposible, según lo comentado. <strong>Se consigue en parte, aun así.
>En parte no se consigue porque el lastre de la construcción de la frase siempre quejumbrosa, siempre dolorosa, es una rémora para que la historia concluya sus tramos y llegue al punto de giro novedoso donde un nuevo avance del argumento nos anime a continuar. No hay puntos de giro novedosos porque la historia no es novedosa. Siempre es lo mismo: muerte y más muerte, tiranos ejerciendo su tiranía y víctimas sufriendo. En cómo sufren y en el grado de sufrimiento está la variedad, pero no en el cambio de roles.
PERSONAJES VARIADOS.
Es cierto que el asesinato del niño o el secuestro de Casandra, así como las amenazas del verdugo encorbatado nos llama la atención y nos hace seguir el cuento. Son personajes muy variados entre sí, un niño, una corbata andante y una loca de las cabras creando minihistorias y dando gran variedad a cada una de ellas. Pero el lastre, como digo, del texto empeñado en dar vueltas a lo mismo impide el avance de los acontecimientos.
Aun así, una adaptación muy meritoria de Isabel Ordaz y Carlota Ferrer.
LA PUESTA EN ESCENA.
Como siempre digo respecto a las obras de teatro clásico escritas hace dos mil años, la única posibilidad que tienen es que brillen y deslumbren formalmente. Es lo único que puede hacer el adaptador moderno en el siglo XXI, centrarse en la puesta en escena y decorar esos largos parlamentos estáticos que solamente se recrean en el dolor con imaginación.
RECURSOS VARIADOS.
Para no hacer muy largo este artículo, que tendrán ustedes otras cosas que hacer, les diré que la directora tiene muy en cuenta todos y cada uno de estos recursos. Así, la música, con estupendas interpretaciones en directo o semidirectos; la danza de todos los actores que hacen alarde de su doble capacidad interpretativa y como bailarines; el juego escénico en distintas zonas del escenario como puede ser el foso y también la aparición de actores entre el público. Danza y coreútica, a la vez que sucede el monólogo. Proyecciones muy interesantes, tanto sobre el frons scenae como sobre las estructuras a modo de carpas de refugiados. Todo ello, a la vez, se presenta como atractivo formal de “Las troyanas”.
OTROS RECURSOS.
Otros recursos menos visibles, pero también apreciables, es la variedad de personajes que evitan la monotonía. Primero aparece Hécuba. Hécuba se va a mantener durante todo la obra como hilo conductor de la historia. Pero la historia se subdivide contando el destino de Casandra, después el Andrómaca y el niño Astianacte; más adelante Menelao y Helena, dividiendo a “Las troyanas” en unos minicuentos, como digo, para despertar a cada tramo al espectador, a falta de mejores opciones textuales.
VARIEDAD EN EL VESTUARIO.
La variedad de personajes animando la historia y también variedad de vestuario, tan diferente, identificándolos con características propias de ellos como el rojo pasión de Casandra, el blanco puro de fidelidad de Andrómaca o el negro vestuario de destino funesto de Helena, cubierto por ropajes dorados de reina deseada. Cada traje, con su simbología, incluido el negro de viuda y de dolor de Hécuba. Son sutiles detalles que, como creadora también del vestuario, aporta Carlota Ferrer a su creación global de esta obra, “Las troyanas”, de la presente edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida 2025.
GUIÑOS MÁS ALLÁ DE LA HISTORIA
No me sustraigo a hablar de ciertos aspectos y guiños que se hacen desde el escenario y que podemos interpretar en relación con sucesos de actualidad Algunos de ellos muy interesantes.
Tal vez, la adaptación facilita en exceso la comprensión de estos guiños con explicaciones que sobran.
Personajes como el encorbatado se presenta como intermediario de los vencedores griegos, y como villano. Esta presentación, cuyo destino es el espectador actual, resulta innecesaria, a mi modo de ver. Pero entiendo el miedo de Carlota a no ser comprendida. Porque tanto el encorbatado como otros personajes van a simbolizar circunstancias interpretables en la actualidad.
TALTIBIO, EL ENCORBATADO.
En su presentación, Taltibio, el encorbatado siempre rodeado de militares con pasamontañas a modo de terroristas, sacará un pañuelo blanco. Dirá que es portador de la paz. A su vez, veremos cómo, en los primeros compases de su intervención, le resulta desagradable estar allí. Sospechamos que siente algo de compasión por las víctimas. Se siente torpe en la tarea encomendada y tropieza y cae y se muestra inseguro. Pero es un enviado de los verdaderamente poderosos que han provocado esta guerra.
LOS PODEROSOS.
Poderosos que aparecen proyectados en imágenes, devorando crustáceos y celebrando la victoria con champán desde sus alejados despachos. Tal vez en occidente, mientras la guerra se disputa a muchos kilómetros de distancia. ¿En Gaza? ¿Ucrania? ¿En Siria?
EL ENVIADO
Allí se presenta Taltibio, el encorbatado, para negociar esa paz que es parte de la guerra con las víctimas de la Troya conquistada.
Cuando finalmente el encorbatado se suicide lo entenderemos. Porque ha vivido la negociación de esa paz injusta y sangrienta y se ha conmocionado y conmovido por la desgracia de las troyanas.
>En una danza previa a su suicidio, realizará una danza muy significativa con el pañuelo, manejándolo con torpeza, en referencia al fracaso de sus negociaciones de paz. Una paz que ha tenido que ser impuesta finalmente, obligando a las troyanas a abandonar su país como refugiadas en barcos que las arrancan de su patria. Todo eso se sugiere y es una doble lectura que actualiza las troyanas y las presenta como una historia de nuestros días.
LA PLAYA DE LOS EXTRANJEROS.
Tal vez el final sea el más significativo de todos y creo que el menos comprendido. Es esa escena donde todos los personajes aparecen vestidos de negro como bañistas que disfrutan de sus vacaciones en un paraíso exótico, con tumbones, gafas negras y champán, en actitudes de rico</strong>s. La referencia es sutil y nos recuerda la pretensión de Donald Trump para hacer de Gaza un resort.</strong> Un pueblo conquistado con sus habitantes desterrados de su propia patria acaba siendo un lugar para ricachones invasores y okupas que se apoderan de una tierra que no es suya</strong>. La referencia, vuelvo a decir, es sutil, pero puede interpretarse con toda facilidad, sin hacer hincapié en el mensaje, que es como me gusta a mí asistir a las sutilezas cuando las encuentro en obras narrativas de todo género.
ISABEL ORDAZ.
Hay que referirse a Isabel Ordaz como el pilar fundamental de esta versión de “Las Troyanas”, de Eurípides. Isabel Ordaz, que además es autora junto con Carlota Ferrer de la adaptación de la obra, interpreta a un personaje dramático, sin sombra alguna de comicidad, al menos en lo que respecta a la propia adaptación.
La obra no es una tragicomedia, ni mucho menos una comedia. Isabel Ordaz se atreve con una tragedia en toda regla, loable propósito. Y un esfuerzo añadido para superar la imagen que tenemos Isabel Ordaz como actriz cómica.
Todos hemos oído a menudo a Isabel Ordaz interpretando a “la hierbas”</strong>. Todos tenemos en nuestra memoria los registros vocales de Isabel Ordaz e imagino que ella es consciente del desafío a que tiene que enfrentarse para que su actuación se aleje lo más posible de su registros cómicos.</strong> Pero esos rasgos vocales son tan marcados que, sin querer, oímos nos recuerdan demasiado a “la hierbas”.
>Isabel Ordaz es una actriz de carácter que se ha hecho famosa como comedianta y es complejo para el público hacer borrón y cuenta nueva cuando oye uno de esos cambios de registro.
EL PROBLEMA DEL ENCASILLADO.
El personaje de Hécuba que interpreta se resiente por esta circunstancia, siendo que, sin embargo, lleva a cabo una gran interpretación. Incluso se oyó algún amago de risita en algún momento de algún espectador a quien no se le iba de la cabeza “la hierbas”. Es un lastre que llevan encima los actores que destacan en televisión y se queman en alguna modalidad interpretativa de su repertorio, sobre todo si su fama viene de la televisión y de la comedia.
Y nada más. A esperar a la próxima obra de teatro que, si no me equivoco será “Los hermanos” y que veré el próximo día 24 de este mes de agosto de 2025.
Hasta la próxima.
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