“UNA COMEDIA RUSA”, DE VERBO PRODUCCIONES
Representación en el Centro de Mayores de Mérida, 26 de septiembre de 2019
CHEJOV EN EL SIGLO XXI
Fernando Ramos nos trae ““Una comedia rusa””. Se trata de un texto que conjuga en una sola trama las obras de Chéjov: ““El oso”” y ““Petición de mano”” (leo el programa de mano).
En efecto, como adaptador y también como director, Fernando busca desarrollar las posibilidades bufas que pudieran encerrar unas obras que son esencialmente textuales. Porque tanto ““El oso”” como ““Petición de mano”” están creadas en origen para que la palabra, los chistes verbales y la situación sea la que llevé el peso de la comedia. La gestualidad estaría al servicio de esos textos.
MEZCLA DE GÉNEROS TEATRALES, UN GRAN RIESGO.
Pero texto y situación parecen no permitir que un payaso desmadrado con todos sus recursos se haga con la obra.
Fernando Ramos lo intenta.
Y aunque en el teatro cabe todo, para que una obra adquiera peso, identidad, tono uno debe ser cuidadoso. Hay que lograr empaste entre todos los recursos teatrales empleados. Un tono coherente, vaya.
Y en efecto, existen muchos tipos de tonos y de teatro. Existe un teatro de texto. Existen comedias de situación. Existen comedias bufas y de farsa. Existe el teatro de vanguardia. Existe el teatro surrealista. Existen muchos tipos de teatro. ¿Se pueden mezclar? Por supuesto, pero es un riesgo y hay que hacerlo con gran habilidad. ¿Sé puede reconvertir una obra de texto y situación en una comedia bufa de gestos? Esto ya es más arriesgado. Porque con el cambio de intención, sobreviene el peligro. Se pervierte la esencia del original. Reconvertir texto y situación en teatro de clown, puede acabar resultando una genialidad o, por el contrario, un bluff.
TE VAN A COMPARAR
Y eso que cuenta con un gran bufón, Francis J. Quirós que ya ha demostrado sobradamente su pericia. Imagino que con esa voz y esas capacidades que se vislumbran también de actor natural, será muy solvente en el drama o en una comedia no bufa. Les confieso que tengo ganas de ver a Quirós en esto.
Pero “Una comedia rusa” se arriesga mucho.
No sé si aquellos que nunca han visto “Petición de mano” ni “El oso”, habrán percibido que los gestos, saltos, brincos y movimientos surrealistas del payaso no les permitía atender a la letra. Para los que hemos visto varias versiones, diremos: el texto no se “escucha” bien. Y no lo ensordece la dicción. Lo ensordece el exceso de gestos. Uno se distrae con los gestos.
Hace muchos años, cuando yo ejercía de director teatral, les decía a mis actores que si montas “Bodas de Sangre”, te van a comprar. Porque muchos espectadores habrán visto ya muchas “Adelas” y muchas “Bernardas” y “tu Bernarda” o “tu Adela” tendrá rivales. En cambio, si montas obra nueva o desconocida, juegas con la ventaja de que nadie te compara.
Montar “Petición de mano” y hacerlo de una manera no clásica es un riesgo para los puristas. Y conste que yo no soy purista. Me gusta el riesgo teatral. Ahí están mis fracasos como montador que lo confirman. Pero no por ello doy por válida cualquier innovación o cualquier experimento. Hay innovaciones que aportan, que dar un giro de tuerca para bien, que añaden novedad. Aportan, están justificadas. Pero también hay innovaciones peores que el original, que solo las mueve el ansia de éxito o el miedo al fracaso. Propuestas que varían no porque se te ocurra una gran idea, sino por variar, por ser distinto, nada más.
UN LUGAR PARA IVAN VASILEVICH
¿Y dónde queda la versión de Fernando Ramos de estos dos clásicos? Si usted conoce las obras, coincidirá conmigo en que dos argumentos tan distintos con dos personajes tan dispares como “El Oso” o “Petición de mano” son difíciles de conjugar. Al final, el resultado es paradójico. Se despersonalizan ambos personajes. Tienes la sensación de que ni el adaptador ni los personajes saben quiénes son, y deciden que lo sustituya Quirós y sus recursos.
El argumento además no cuadra. Los motivos de la visita de Ivan acaban siendo traídas por los pelos y sus explicaciones suenan a justificación inverosímil.
UN PERSONAJE DISTINTO EN PETICIÓN DE MANO
Así, obligado por “El oso”, en “Petición de mano” el flojucho Ivan Vasilevich desaparece. Pero es que la fuerza de la obra recide precisamente en Iván Vasilevich, en, su condición de enclenque enfermizo de voz atiplada en sus réplicas. Si “Petición de mano” tiene gracia es precisamente por esta personalidad que desaparece de escena en la versión de Fernando.
¿Y QUIÉN ES ENTONCES IVAN VASILEVICH?
Un enclenque enfermizo también es un clown. Porque dentro de los clowns existen varios modelos. El activo y el pasivo, principalmente. Iván es pasivo y llorón.
Existe la personalidad del bufón descarado imprudente que arremete con amplia gestualidad contra sus partenaires, y existe el bufón víctima. Son dos tipos diferentes.
¿Cuál de estos bufones es Ivan Vasilevich?
Debería ser el débil, pero Quirós y Fernando construyen otra cosa.
Donde podríamos haber tenido a un Stan Laurel, más apropiado, tenemos a un Jim Carrey desatado.
Me dirán ustedes que Quirós no para de recibir bofetadas y es víctima. No me refiero al clown víctima como personaje funcional. Me refiero al clown víctima y sufridor llorón como “tono o temperatura” del arquetipo. Me refiero a la personalidad del personaje.
Quirós no es el debilucho pasivo que se esconde tras el sombrero y mete los brazos contra el cuerpo, sino es el activo de personalidad amplia que llena la escena y manotea. Movimientos amplios, no contraídos. Stan Laurel se acojona y se encoje y es clown, al estilo de Ivan Vasilevich. Quirós lo contrario, amplio, clown como Jim Carrey o Jerry Lewis. Aunque recibe bofetadas, dirige la acción teatral.
¿Es un acierto? Para los puristas, desde luego no. Se desvirtúa a Ivan Vasillevich. Para quienes no conocen la obra, no sé. Repito: ignoro si para todos los espectadores los saltos y brincos, muy bien ejercitados por parte de Quirós, distraen del texto y de la personalidad borrosa y difusa del personaje en esta versión. A mí, sí. Y el texto, interpretado así, pierde razón de ser y no queda justificado.
LOS ACTORES.
Y eso que la dirección de actores es profesional y muy correcta. Gestos limpios, cambiando de registro con fluidez, por parte de Pedro Montero y de Laura Moreira. También por parte de Francis J. Quirós, aunque este último se ve obligado a combinar gestos de actor natural con gestos de bufón, precisamente por la funcionalidad que decimos, obligado por la versión.
TEATRO COMERCIAL.
Yo, que he sido director y actor de un grupo de aficionados, conozco el dilema. Aunque sin ánimo de lucro, yo también me vi en la obligación de buscar el éxito, a veces a toda costa, y es una locura. Aunque se trate de una contratación a pequeña escala, buscas ser seleccionado en certámenes para que valgan la pena tantas horas de esfuerzo y ensayo. No podía decirles a mis actores que no nos “cogían”. Buscaba gustar al “empresario”.
Es el dilema de cualquier gestor. Busca una obra que valga la pena, que sea teatral y a la vez epate y guste a la gente. ¡Misterio, misterioso! ¿Qué le gusta a la gente? Y si es posible, libre de derechos de autor para no tener problemas con la SGAE. Juntas todo esto y surge el vértigo al borde del abismo.
Y ahí está el público. Parte no sabe ver teatro. No puedes darle teatro. No lo entiende. Pero viene al teatro. Acude a la sala. Y le tienes que dar gestos, saltos, brincos, risas. Pero también viene el otro público, el que sabe ver teatro y le tienes que dar teatro. ¿Cómo se come todo esto? ¿Cómo se combina para dar gusto a todos y llegar con bien a todos los objetivos? Cuando además eres un profesional, te juegas el sueldo tanto propio como el de tu gente. Ni pensarlo quiero. La cosa se complica. Entiendo el papelón de Verbo Producciones.
LA RESPUESTA, EL SECRETO DEL ÉXITO TEATRAL
Y así, un día te encuentras con un texto de Chéjov, nada menos, que quieres que guste al público del siglo XXI y también a quienes conocen a Chejov. Para los primeros, lo cambias todo para gustar. Al final, al purista le ofendes. Pero al público “normal” tampoco le gusta porque el tema no les llega.
Decía Woody Allen que el secreto del fracaso es intentar dar gusto a todos.
¿La respuesta? Ay, si yo la supiera. Me seguiría dedicando a esto. Pero al final sé que lo mejor es elegir un solo público y no a todos. Si eliges al que sabe ver teatro, monta para ellos. Si eliges al que no sabe, pasa de lo teatral y make on laught sin miramientos. Pero no elijas a los dos. Y si eliges Chéjov, ya sabes a quién te tienes que dirigir y de qué modo tienes que limitarte.
¿JUEGO TEATRAL O MIEDO AL FRACASO ECONÓMICO?
Pero entiendo que se puede justificar este doble juego, este doble intento como una propuesta innovadora. ¿Innovadora para ser comercial o para ser teatral? Pero con esa unión argumental de oso y petición, muy traída por los pelos y eliminando a Iván Vasillevich como le conocemos, ni se hace un clásico ni lo contrario. Un clásico donde la gestualidad debería complementar la palabra, y no al revés.
Y pese a todo, gracias al bufón pero, sobre todo, gracias a los momentos los que los tres actores vuelven a lo clásico, y gracias a su calidad como actores, la cosa se sostiene. Pero no es una buena idea.
OTROS INTENTOS DE MEZCLA. “PETICIÓN DE MANO” CON…
En efecto, he visto muchos intentos de añadir a “Petición de mano” otra comedia que le diera la réplica en el mismo tono o parecido y sólo he encontrado una puesta en escena acertada: consistió mezclar “Petición de mano” con “Sangre gorda”, de los hermanos Álvarez Quintero. Porque en realidad la obra de Joaquín y Serafín es la misma. Es “Petición de mano” a la andaluza, un guiño a Chéjov. Argumento diferente, pero personajes equivalentes. Juntas, quedaba muy propio.
CONCLUSIÓN
Aunque se disfruta con los tres buenos actores y con la buena dirección de Fernando Ramos, pienso que falla la idea teatral. No da resultado fundir ambas obras. Despersonaliza al protagonista, aporta un innecesario slapstic que roba escena y protagonismo al texto y a la situación.
Por cierto, no creo que fuera necesario españolizar las tierras. Las “Bibilubiluki” suenan por sí mismas bastante graciosas también en español.
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